Tambi茅n hace unos meses se supo que la Comunidad de Madrid encartaba folletos publicitarios en los sobres donde enviaba la nomina a los funcionarios y empleados p煤blicos. Incluso, como se trata de lo que se denomina un “mercado objetivo”, es decir un p煤blico ya elegido por un determinado perfil (target), presentan un reclamo espec铆fico del tipo de descuento para funcionarios o algo similar.
Estos dos ejemplos aparentemente anecd贸ticos suponen un importante cambio de paradigma, no se trata de unas campa帽as m谩s. Estamos ante la toma de lo p煤blico y personal por las empresas publicitarias. Los nuevos gestores no solo privatizan la propiedad y la gesti贸n de lo p煤blico, sino que lo ofrecen a la voracidad de la publicidad. Contaba Michael Moore que en Estados Unidos, los colegios firman acuerdos publicitarios con empresas de refrescos para cederles la exclusividad de la publicidad y el consumo dentro de sus instalaciones. En Italia, el ministerio de Educaci贸n acept贸 el patrocinio de empresas privadas que terminaban instalando una placa con su logo en el pupitre del alumno.
Hace unos a帽os, una lectora me escrib铆a indignada tras su viaje a Cuba donde, dec铆a, se hab铆a sentido “un monedero andante” frente a tantos cubanos que le “acosaban” vendi茅ndole cosas: puros, recomendaci贸n de restaurante, taxi, ron, etc... Esa mujer ya no se daba cuenta que donde s铆 que eres un monedero andante por las constantes propuestas de consumo es precisamente en los pa铆ses capitalistas y no en Cuba. El n煤mero de anuncios publicitarios a los que te ves sometido en el intermedio de una pel铆cula de televisi贸n, en los carteles anunciantes en fachadas de edificios y comercios, los toldos de las cafeter铆as, las puertas de los taxis y autobuses, las portadas de las revistas, cuando abres el peri贸dico, en folletos adjuntos a tu factura de tel茅fono o electricidad, en las pantallas de televisi贸n en el metro, no existe en Cuba y es mucho mayor que la media docena de buscavidas que te pueden molestar paseando por La Habana Vieja. Al fin y al cabo esa publicidad del capitalismo se dirige a ti porque tienes un monedero, eres un monedero andante, como ella misma se sent铆a en Cuba pero, al parecer, no en Espa帽a. Hab铆a asumido que esa publicidad del capitalismo era natural. No le molestaban los neones, los murales de quince metros o la invasi贸n en la intimidad de tu casa a trav茅s de los anuncios en la televisi贸n, el correo o las llamadas telef贸nicas. Si hasta la publicidad entra en la casa de los funcionarios en el mismo sobre que la n贸mina. Como dir铆a Vicente Romano, es la “formaci贸n de la mentalidad sumisa”.