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Democracia y dictadura


OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.-  Era cuando entonces. Cuando estaba 茅l. Cuando vencido y derrotado el ej茅rcito enemigo. Cuando se hizo el hambre y el luto para siempre. Cuando las bocas sorb铆an sopa de casta帽as y disputaban las bellotas a los cerdos. Cuando los cubitos de caldo, el queso butano y la mantequilla americana. Era cuando entonces y dur贸 cuarenta a帽os. Hasta ayer casi. Hasta antes de ayer a lo mejor. ¿Hasta hoy, se pregunta uno de vez en cuando? ¿Hasta ahora mismo? ¿Hasta ma帽ana? Y todo es tal vez, quiz谩s, a lo mejor. Porque se intuye, pero no es ciencia, Se palpa, pero puede enga帽ar la apariencia. No s茅, pero en esas estamos, como cuando era entonces.

Los dictadores son as铆. Son corrupci贸n porque de una corrupci贸n absoluta brotan. Existen porque se engendran a s铆 mismos en un acto de podredumbre plena, en los basureros de la historia. En las dictaduras no se da la corrupci贸n. Son corrupci贸n en s铆 mismas, porque surgen de la sangre de ces谩reas, no de alumbramiento deseado, esperado, brillante. Son oscuridad en s铆, plomo en s铆, tiro en la nuca en s铆. Y organizan refer茅ndums como abortos provocados. Y justifican la sangre por la necesidad de salvar a la patria nadie sabe de qu茅. Y exigen el pensamiento 煤nico porque la creaci贸n po茅tica de la historia les sabe a dispersi贸n de libertad e inventan caminos unidireccionales para que nadie descarr铆e la iniciativa. S贸lo ellos saben lo que es bueno por una ciencia infusa que les siembra ese dios de derechas que ampara siempre y bendice los tiros de gracia. Y se proh铆be todo. La palabra, la reuni贸n, la huelga. Se expulsa o asesina a los pensadores. Lo supieron Unamuno y Lorca, Juan Ram贸n y Salinas, Machado y todos los que luc铆an creaci贸n en la solapa.

Muri贸 un d铆a. Lo enterraron entre nostalgia y desprecio, entre adhesi贸n y odio. Pero de vez en cuando rebosa su tumba, all谩 por la sierra madrile帽a. Y se tambalea la cruz de Avalos y los huesos republicanos, espaldas esclavas y osamentas torturadas. Se desborda a s铆 mismo e intenta volver a caminar. Traje, corbata, gafas de Kalvin Klein, blindados escoltados porque los votos traspasan tambi茅n los chalecos antibalas.

Nos cre铆mos un d铆a la democracia. Cargamos con la responsabilidad que nos tocaba y echamos a andar, a inventar caminos, a crear futuro. Pero un futuro compartido, consensuado. Lo quer铆amos como lo quer铆amos, como lo so帽谩bamos, como lo ejerc铆amos. No quer铆amos el hambre. Ten铆amos derecho a una vivienda, a una sanidad, a una educaci贸n. Dol铆a ser dependiente, pero tendr铆amos quien empujara la silla, quien llevara la cuchara a la boca, quien nos ayudara a pasear para verle la mirada a la primavera. El trabajo era un derecho y no el regalo mezquino y chantajista de unos empresarios. Y el salario, fruto de una legalidad protectora, y el despido, y el descanso. Y el derecho a proyectar un futuro con la tranquilidad de que es nuestro futuro y que se realizar谩 como decisi贸n personal y comunitaria de pueblo creador.

Pero a veces la democracia se revuelve sobre s铆 misma. Y entonces todo es espalda traidora, sin mirada limpia, sin rostro transparente. Y uno piensa si no ha vuelto el de entonces. Se destruye la sanidad, la ense帽anza, la vivienda, el trabajo, el despido, el salario, se humilla al dependiente, se inyecta dolor al enfermo, se desprecia el grito ciudadano, se arrincona a los viejos, se instala el hambre, se fabrica hambre, se roba el techo y se arrojan los cuerpos a las aceras con cart贸n y el caf茅 caliente de una juventud solidaria y los ni帽os sin escuelas, la investigaci贸n sin microscopios. Se alimenta a la ciudadan铆a con asco, con miedo. Se pisotea el grito, la exigencia, la desesperanza. Se troncha el ma帽ana, se rompe el hoy. Se camina hacia atr谩s, hacia el entonces. Como cuando estaba 茅l. Como cuando el silencio nos apretaba el cuello hasta ahorcarnos la dignidad.

Le llaman democracia y no lo es. No. No lo es. Sin uniforme, pero esclavizando. Sin entorchados, pero creando abismos entre ricos y pobres para que nadie confunda a unos con otros. Sin polainas, pero clavando el rencor en los ijares. Sin sables, pero degollando derechos. Sin pistolas porque bastan cuchillas. Sin viviendas pero albergando la miseria en el INEM. Sin permitir iniciativas, pero remitiendo al premio de un dios lejano, con mitras embistiendo la alegr铆a porque de los est贸magos vac铆os, de los perseguidos, de los que lloran ser谩 el reino de los cielos.

La llaman democracia y no lo es. La adornan de urnas, la decoran de papeletas y hasta le llaman fiesta. Pero es una dictadura tan despreciable como cuando el entonces era entonces.

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