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Dignidad


*7.11.13. OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.-  Es lo primero que desean aplastar los dictadores: la dignidad de un pueblo. De ah铆 esa ostentaci贸n de poder, de armas que pueden inyectar el miedo, de ejecuciones sumar铆simas, de sometimiento a la bota-tanque con espuelas que se clavan en los ijares. Saben que la dignidad est谩 en los s贸tanos del alma y se adentran en la intimidad. Destruyendo es pilar b谩sico, conseguir谩n la rendici贸n de todo lo que est谩 edificado sobre esa sangre que vivifica y hace que el alma se rebele. Dadme una dignidad muerta y reducir茅 a escombros todo lo que la persona es. Los c谩lculos de sometimiento siempre se hacen sobre la resistencia de la dignidad. La aniquilaci贸n de un ser humano como un todo es directamente proporcional a la destrucci贸n de su dignidad. Lo saben los golpistas y est谩n al acecho.

Pero no siempre el ataque a la dignidad viene de sables y pistolas con cachas relucientes. Hay formas m谩s elegantes de ejercer la dictadura. Las laureadas han dejado paso a corbatas de seda, los uniformes, a trajes exclusivos, las condecoraciones, a chequeras que encierran la riqueza arrancada a los pobres. Y se confeccionan listas honorables de los hombre-mujeres m谩s ricos de la tierra, al mismo tiempo que se cuantifica el hambre y la mortandad en eso que llamamos tercer mundo. Y mientras unos hacen dieta para huir del sobrepeso, otros escarban la arena para sacar un poco de agua o contemplan, con el coraz贸n de espaldas, c贸mo se muere un ni帽o colgado de una teta vac铆a como un pulm贸n disecado de enfisema.

Incluso se llama democracia. Nos hemos instalado en un farise铆smo de giros copernicanos. Hasta nos sentimos orgullosos, con una conciencia de libertad org谩smica, de proclamaci贸n de derechos, de estados de bienestar, de exigencias sociales que deben inexorablemente ser atendidas, de vivir en democracia, emanando del pueblo el poder, la posibilidad de diagramar la historia, de construir el futuro que hemos so帽ado y que estamos dispuesto a hacer realidad, a construir la utop铆a como una verdad prematura.

Y vienen entonces esos dem贸cratas de toda la vida y nos organizan la fiesta de la democracia y nos permiten cada cuatro a帽os meter una papeleta en la urna que es como hacer el amor con un pl谩stico transparente. Y esos dem贸cratas de toda la vida buscan una mayor铆a absoluta para poder ejercer desp贸ticamente lo que el poder del pueblo aseguran que les autoriza. Es l贸gico que gobiernen as铆, dicen ciertos entendidos. Para eso tienen mayor铆a absoluta. Porque ignoran, con premeditaci贸n y alevos铆a, que el poder reside siempre en el pueblo y que es el pueblo el que siempre tiene la mayor铆a absoluta y contra el cual no se puede legislar a menos que se asuma la conciencia de dictador. Y asentados en esa plenitud num茅rica, se socava la dignidad de los votantes, se arranca su dimensi贸n de depositario del poder y se disfruta el dominio que permite desguazar a un pueblo poniendo excusas de crisis, retorciendo el lenguaje, despreciando la inteligencia ciudadana, convirtiendo la ciudadan铆a en vasallaje, ignorando prevaricadoramente la distinci贸n clara y evidente de que somos conscientes del enga帽o, la traici贸n y la manipulaci贸n. Los dictadores siempre tienen el convencimiento, o dicen que lo tienen, de que hacen lo mejor para el pueblo. Y est谩n convencidos adem谩s, o dicen que lo est谩n, de la idolatr铆a que pueblo tiene hacia ellos. Y eyaculan miedo cada noche y lo van depositando en los tejados. Miedo a quedarse sin la precariedad del trabajo porque m谩s corn谩s da el hambre, a que le supriman la ayuda necesaria para su discapacidad, a que le obliguen a pagar el tratamiento del c谩ncer, a que no le dejen cobrar los cuatrocientos euros que llegan para las patatas cocidas de los viejos, los dos hijos parados, las nueras y cuatro nietos. Eyaculan miedo y se derraman sobre sus conciencias onan铆sticas encantadas de masturbar su orgullo.

No. No es todo democracia. Cuando a la dignidad se la arranca la piel y sangra, se nos sube a la boca el sabor amargo de dictaduras elegantes y hasta legalizadas.



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