Hoy el represor y sus matarifes no llaman a la puerta, por la noche, para llevarse a los que se niegan a clavar la rodilla ante ellos y ante el estado. Hoy no nos llevan a garajes abandonados ni a estadios desolados donde dejarnos, hacinados, hasta que, despu茅s de torturarnos, cerremos los ojos y comprueben que realmente les entregamos el 煤ltimo aliento.Y no lo hacen, el represor y sus matarifes, porque no lo necesitan. Han cambiado su perfil, no su condici贸n de hip贸critas, soberbios, dictadores y asesinos, de cuerpos, esperanzas, libertades y derechos.
Hoy les basta la supuesta legitimidad sobre la que van construyendo una impunidad que no deja de crecer, un patrimonio ideol贸gico al que, con el robo reiterado, el espolio y la estafa, quieren acompasar su abultado e imparable patrimonio econ贸mico. Se escudan en los suyos, en los vencedores del sorteo electoral, que ganan a base de mentiras y billetes untados de favores que habr谩n de ser de vuelta. Les es suficiente llegar a un ministerio, una isla que les a铆sla de los que nos cuentan, desde la que juegan a ser supremos, a erigirse en peque帽as deidades que retorcer谩n argumentos hasta dictar leyes que dejar谩n caer, tras habernos empujado al estado de atontamiento al que se llega cuando no se nos permite pensar ni comer, sobre nuestra mermada conciencia, hasta nuestra casi ausente capacidad de reacci贸n.
Los represores de hoy van empuj谩ndonos lentamente hacia las arenas movedizas del miedo a perder un falso estado del bienestar, un ut贸pico holograma que han ido formando, zanahoria que nos enga帽a y nos obliga a seguir produciendo, a seguir debi茅ndole la esperanza y el aliento al capital. Mentira a mentira. Mentira esa miseria de libertad que nos permiten, rota y asesinada por c贸digos penales reformados por la supuesta necesidad que los represores se inventan para que no osemos levantar la vista y, un d铆a, preguntarles en las calles porqu茅 han llegado tan lejos y han traspasado el horizonte de lo permisible. Mentira esas leyes que dictan para tapar la boca y contentar a los fascistas, a los suyos, de los que reciben el voto y el sobre, el voto y la prebenda, el voto y la garant铆a de que, aunque se vayan un d铆a de su silla, los suyos no olvidar谩n los favores recibidos. Mentira las apariciones apoyados en la palabra hueca para que los que no importamos creamos que se dirigen a nosotros y nos explican. Mentira las promesas, esas que se atreven a escupir con los labios podridos, a media voz y grandes cacareos. Mentiras sus vidas de corruptos, proxenetas, estafadores, aunque puedan esconderlas debajo de la alfombra y se empe帽en, a fuerza de reforma y de medidas necesarias, en borrar su pasado y esconderlo tras sus aras maquilladas y poses aprendidas.
Los represores de hoy corren hasta llegar donde ellos saben que est谩 la llave del armario donde guardan las versiones actuales de las armas de tortura. Una vez all铆, magos de la represi贸n, abyectos violadores de los m铆nimos derechos, sacan de su chistera de marca c贸digos penales para castigar, con la dureza que la sociedad y el momento actual requiere, a los que no cuentan, a los que poco tienen, a los que han sido por ellos y los suyos desprovistos de sue帽os. Todo para que sus complejos de aprendices de dioses y sus paranoias secretamente turbias se curen sobre el sufrimiento de los sometidos, de quienes ellos someten gracias a su grandeza pol铆ticamente adquirida.
Son los represores que, de puertas a adentro, abortan, sobornan, hacen trueque de favores, roban, evaden, hacen a帽icos los c贸digos que ellos mismos han redactado y firmado. Son los que biensituan , como alfiles enviados por reyes y reinas que, en su soberbia, no aceptan no poder poner en jaque a la realidad, a sus hijos, a sus amigos, a los amigos de sus amigos y al interminable grupo de peones con los que juegan a ganar y a ganarnos. Son los que patean nuestro sexo para que no podamos ejercer la libertad de decidir. Son los que dictan qu茅 es vida y qu茅 es muerte, los que tipifican la libertad y leen la cartilla a las mujeres que se salen del redil de la sumisi贸n, a las atrevidas, a las golfas, a las que se rebelan, pecadoras y pecaminosas, a gritar que tienen el derecho a decir qu茅 puede ocupar o no su vientre f茅rtil, y su conciencia, y su pensamiento, y su ideolog铆a, su LIBERTAD. Son los represores que se olvidan de que en cada vientre pre帽ado en un embarazo no deseado hay un fruto que procede de su semen, del semen de los suyos, much铆simas veces vertido en 茅l de manera unilateral. Son los represores que nos niegan el derecho a una educaci贸n sexual, que nos empujan a recluirnos en la ignorancia cultural, social, de pensamiento, que nos modelan, que buscan cercenar nuestra individualidad, que nos acosan con su voluntad de atib贸rranos de su hip贸crita religi贸n para continuar declinando su represi贸n sobre nosotros.
Los represores de hoy no llaman a la puerta, una noche, y nos torturan.
Lo hacen cada d铆a, con cada ley nueva, con cada reforma, con cada una de sus medidas
¿HASTA CU脕NDO?