Poco a poco nos fuimos marcando metas y consiguiendo superarlas para llegar m谩s all谩. Porque la democracia no es un dato, sino una empresa que debe crearse cada d铆a. Y universalizamos la sanidad y la ense帽anza. Y convertimos a los viejos en jubilados con su raz贸n de alegr铆a de haber vivido. Y la mujer empez贸 a ser mujer porque el macho se hizo hombre. Y la Constituci贸n nos reconoc铆a unos derechos siempre en espera de ser cumplidos, nunca alcanzados, pero derechos: al trabajo, a la vivienda, a la igualdad de oportunidades, a la posibilidad de que el coraz贸n fuera libre de amar a quien quer铆a amar, a unos convenios laborales que nos defend铆an frente a la arbitrariedad del patr贸n. Y cada cuatro a帽os eleg铆amos libremente a quienes deber铆an representarnos politicamente. Ser铆an representantes del pueblo, no propietarios. Administradores legales, no usurpadores. Incluso podr铆an tener mayor铆a parlamentaria, pero conscientes siempre de que la mayor铆a absoluta es del pueblo. Legislar铆an, pero sin perder nunca de vista que el verdadero poder reside en la ciudadan铆a. Por tanto, y pese a la legitimidad adquirida en las urnas, ning煤n gobierno puede revolverse contra el pueblo sin caer en la tiran铆a de una dictadura cualquiera.
Fuimos disfrutando de un estado de derecho, con una conciencia siempre provisional y la mirada puesta que lo que quedaba por delante, lo cual significaba que se iban ampliando con el esfuerzo de todos hasta una utop铆a inalcanzable, pero real, como lo es el horizonte intangible, pero deseable.
Pero un d铆a apareci贸 eso que los malavaristas perversos del idioma llamaron crisis. El dinero no estaba donde ten铆a que estar. Y surgi贸 la deuda externa y la prima de riesgo y las agencias de calificaci贸n. Y Europa se hizo nuevamente esclava, como cuando Mussolini, Hitler, Franco, estafadores de la historia, con las manos llenas de sangre, y el alma sembrada de cementerios, Pero ahora se le llamaba crisis. La elegancia no permit铆a llamarle estafa, ni genocidio econ贸mico. Hab铆a una Merkel que pisaba la hierba que no volver铆a a crecer. Pero ella era nada menos que una lideresa salvadora de los valores de occidente.
Y apareci贸 la pobreza, el hambre, el abandono de enfermos y dependientes, y se entregaron a empresas los hospitales, la ense帽anza. Y fue negocio el hambre, el dolor, la vejez. Y el trabajador regres贸 a la categor铆a de esclavo chantajeado, obligado a trescientos euros de jornal o a consentir los aullidos de los est贸magos de sus hijos, a emigrar como entonces, aunque con un port谩til supliendo la maleta de cart贸n.
Y aprovechando la carest铆a econ贸mica se promulg贸 una ley de seguridad ciudadana para abortar la libertad de expresi贸n, de reuni贸n, de manifestaci贸n. Y los supuestos delitos sometidos a criterio judicial pasaron a ser faltas administrativas para que el simple criterio policial sirviera para condenar a alguien. Y Gallard贸n someti贸 a su criterio doctrinal el cuerpo femenino, sus 煤teros, sus ovarios para prohibir a la mujer ser mujer hasta que 茅l lo decidiera mediante la expedici贸n de su carnet de madre con el visto bueno de la jerarqu铆a cat贸lica. Y se decidi贸 que la p铆ldora del d铆a despu茅s fuera pecado porque pecado es disfrutar del sexo sin horizonte procreativo. Porque nuestro gobierno quiere lo que quiere Dios y los mandamientos est谩n por encima de la conciencia y de la Constituci贸n.
Y esa mayor铆a parlamentaria bosteza de aburrimiento ante la mayor铆a absoluta que s贸lo la ciudadan铆a posee como derecho irrenunciable.
Es cierto que cada recorte afecta al est贸mago, a la educaci贸n, al dolor, a los ovarios, al trabajo. Pero en el fondo lo que se busca es una amputaci贸n dolorosa de derechos. El arbitrio del patr贸n sobre el salario, el horario, los turnos y dem谩s, es sobre todo arrancar derechos. Cuando a la mujer se le proh铆be ser mujer en toda su capacidad y grandeza de decisi贸n, lo que se est谩 coartando es su derecho a ser mujer. Cuando a un estudiante se le veta una beca o se le encamina hacia una estudio estricto de la religi贸n se le est谩 aplastando su derecho a ser o no religioso y se le est谩 sometiendo a disciplina de Opus o de sotanas. Cuando la libertad de expresi贸n o manifestaci贸n se tapa con una ley que amordaza, se est谩n pisoteando los derechos m谩s elementales y que tanto trabajo costaron.
El dinero tal vez lo recuperaremos un d铆a m谩s o menos lejano. Los derechos has sido incinerados y guardadas sus cenizas en una urna como recuerdo de un ayer y de un ma帽ana que pudo haber sido y no fue.