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Pepita en el éter

OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave, México.- El epígrafe de la víspera fue dedicado a la muy querida prima hermana, Pepita, Josefina Rentería Espinosa, Premio Nacional de Diseño y Costura, cuyo sistema "Yofina", de su invención, trató de legarlo a los alumnos del nivel secundario por medio de su incorporación al Sistema de Talleres qué se impartía en aquel entonces, con el propósito de que los jóvenes tuvieran una herramienta más para enfrentar la vida.

No obstante el apoyo de colegas periodistas y de los medios de comunicación, diarios, revistas y televisión, en este último en el que fue constantemente invitada y tuvo programa propio para impartir sus clases que resultaron exitosas, las autoridades de ese entonces no valoraron su alto sentido de generosidad,

Para que se tenga una idea de su Sistema "Yofina", que aprendieron cientos y cientos de alumnos, digamos de la televisión, de sus constantes viajes por todo el país y por Latinoamérica, además de su famosa Academia de Mártires de Tacubaya 3, baste decirles que con el mismo, en tres lecciones, se aprende a cortar y elaborar camisa, blusa, falda y pantalón.

Fue uno de los famosos consorcios de tiendas quien la rescató con un contrato de exclusividad. Durante años realizó los viajes de trabajo mencionados; claro, con gran publicidad se anunciaban sus clases, todos se beneficiaban: las alumnas y alumnos recibían las enseñanzas gratuitas, las tiendas vendían sus telas y la prima Pepita, además de digna paga, se realizaba profesionalmente.

Pepita fue hija de Mateo Rentería Meneses y de Cristina Espinosa, a la sazón hermano de mi padre, el médico y poeta Fortino; Mateo fue mi padrino y más importante, rescató para la familia al primo y tío, el insigne poeta y periodista prerrevolucionario, Fernando Celada Miranda.

Pepita fue hermana de Martín, el reconocido escultor en papel “Mexica”, cuyas esculturas de tamaño natural han sido apreciadas en varias partes del mundo; su hermano menor, Fernando fue el creador y director de la estudiantina “Familia Rentería”, que integraron los sobrinos.

Mujer de carácter firme y espíritu delicado, también hizo famosos sus pasteles, en los cuales resaltaban, además del sabor, la filigrana de las figuras de dulce que eran la admiración de propios y extraños.

Cuando aún adolescente y cuando empezábamos a despertar a la vocación periodística, Pepita nos dio clases de mecanografía, puesto que mi padre apuntaba: sería inconcebible que un periodista no supiera escribir en máquina, claro, desconocía que el insigne Andrés Henestrosa llevó a cabo su estupenda producción en forma manuscrita, obvio, no intentamos ni en mínima parte comparación alguna con el gran oaxaqueño.

Hoy a poco menos de un día de su partida física, quiero recordar a la Prima, como “La Niña Pepita”, como la designaban de cariño familiares y amigos. Quiero recordarla cuando al fallecimiento de su padre, asume el mando de su numerosa familia. Quiero recordarla como madre amantísima de todos, aunque no tuvo hijos biológicos.

Quiero recordar a la prima hermana, Pepita, hoy que ya navega en el éter eterno, culta y creadora, siempre bondadosa en lo material, pero sobre todo en lo sentimental, que es la aportación más apreciada de los seres de sublime espíritu.




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