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Aborto negro


OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- A punto de tocar la vida. A punto de la tierra nueva, vetada, nunca prometida. Pero a punto. Abierto el vientre del mar. Dolor de bistur铆 porque eran muchos los hijos. Parto negro porque el hambre es siempre negra, y el abandono, y la desesperanza. De par en par las ingles de la espuma, para parir con gritos, con esfuerzo supremo de expirar, de empujar. Mar cansado de esfuerzo.

Nac铆an vivos. No s茅 si balas, si cuchillas, si indiferencia, si odio. ¿Por qu茅 murieron? La muerte no es una explicaci贸n. La muerte es consecuencia. Y ah铆 estaba el orden, la defensa de fronteras, el desprecio del hombre por el hombre, como un Hobbes enaltecido por negativa evoluci贸n. Ha llevado tiempo planificar el hambre, el desprecio, como para que en minutos se nos cuelen cientos de seres a los que se ha adjudicado la categor铆a de despose铆dos, destinatarios del asco. Y nosotros, los de los valores cristianos de occidente, tenemos armas suficientes para repeler su nacimiento, para exigirle al mar que aborte porque ya somos bastantes, porque somos raza pura, porque los ricos tenemos derecho a ser ricos como otros tienen la obligaci贸n de ser pobres, porque nos duchamos y nos molesta el mal olor, porque es preferible el chanel al sudor salado de la miseria, porque nuestros ojos prefieren la belleza estilizada de una dieta, a seres que escalan muros llenos de cuchillas que desgarran y manchan nuestra elegancia de sangre.

Ah铆 est谩 Gallard贸n, sosteniendo a Fern谩ndez-opus-ministro del orden. El mar anda violando nuestras tierras. Nos ha tumbado en la arena y pretende disfrutar el gozo de la invasi贸n. Y en esos casos, dice Gallard贸n-Rouco, es l铆cito abortar. Nadie sabes por qu茅 es l铆cito en esos casos, pero es as铆. Misterio tal vez de una providencia extra帽a que habla en la oscuridad con el ministro y le dicta leyes incomprensibles..

Gallard贸n ama la vida. No es como otros, radicales de izquierda, crucificadores profesionales, que no admiten a dios a los pies de la cama ayudando con almas en serie a cuerpos que disfrutan la plenitud del amor. Dios se incorpora al quehacer org谩smico y aporta un alma con alas de 谩ngeles blancos, sobre todo blancos. Y ah铆 est谩 el ser humano, la persona, cigoto con derechos incorporados de serie que no tienen dependientes, ancianos, ni esos negros que nos violan. Zigoto sagrado por encima de todo. Y supervisando, como un antidisturbio de Fern谩ndez, Gallard贸n.

Pero Gallard贸n no tiene nada que ver con las fronteras. Las fronteras se visten de verde, de balas, de gases, de cuchillas. Y entonces parecen abortos espont谩neos. Y pueden morir sin que nadie traiga unos pa帽os calientes para recoger la sangre. Se encarga de todo el mar auxiliado por las 贸rdenes que blindan las fronteras, porque el capitalismo adjudica la propiedad del mundo a unos cuantos, s贸lo a unos cuantos. Gallard贸n pone cara de l谩stima cristiana, de dolor vaticano. Pero 茅l sabe que esos pueden morir porque ni son espa帽oles, ni son cristianos, ni votan cada cuatro a帽os. El ama la vida y adora a los zigotos. Pero los de la playa no son as铆. Son fruto de una violaci贸n de las leyes, de una propiedad con derechos muy superiores al simple cuerpo femenino destinado al goce del hombre y a la maternidad por designio divino. En estos casos es l铆cito abortar. El hambre no puede invadir la riqueza de los que estamos acostumbrados a vivir bien.

Y cuando mueren quince, cuarenta, cien, nos ponemos corbata de luto hip贸crita, guardamos cinco minutos de silencio y culpamos a sus pa铆ses por ser pobres, porque hasta ser pobre es un delito, una falta de iniciativa, un fruto de la desgana por vivir. Ellos aspiraban a limpiar servicios Roca, a cuidar viejos que no tienen donde apoyar la vida, a empujar sillas de paraplejias. Pero tampoco estos tienen derecho a que los limpie nadie, ni a apoyarse en nadie, ni a que nadie los empuje. Por eso pueden morirse en las aguar verdes del mar, en la arena suave de las playas. Por eso pueden ser abortados sin que nadie le ponga un ramillete de l谩grimas sobre el anonimato de sus tumbas.

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