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Los errores de las tesis del decrecimiento econ贸mico


OPINI脫N de Vicen莽 Navarro.- Una caracter铆stica de los movimientos ecologistas en Europa es su enorme diversidad ideol贸gica, lo cual se considera como una de sus fortalezas, cuando, a mi entender, podr铆a ser una de sus debilidades. Un n煤mero considerable de ellos muestra una sensibilidad maltusiana, que asume que los recursos naturales, como por ejemplo, los recursos energ茅ticos, son fijos, constantes y limitados, concluyendo con ello que el crecimiento econ贸mico es intr铆nsecamente negativo, pues consume unos recursos limitados que se ir谩n agotando con el tiempo, creando una crisis global (ver mi art铆culo “El movimiento ecologista y la defensa del decrecimiento”, P煤blico, 29.08.13). Estos movimientos han sido muy influenciados por Paul Ehrlich, el fundador del ecologismo conservador.

En Europa, sin embargo, parece desconocerse el movimiento ecologista de claras ra铆ces socialistas (que lider贸 Barry Commoner, al que considero uno de los personajes m谩s l煤cidos que ha tenido el movimiento ecologista a nivel mundial). Barry Commoner alert贸 de las consecuencias reaccionarias que el maltusianismo puede tener. Y una de ellas es el movimiento a favor del decrecimiento, aun cuando, incluso ah铆, depende de lo que se utilice para definir decrecimiento. El decrecimiento no es un concepto que pueda definirse sin conocer qu茅 es lo que est谩 creciendo o decreciendo. No es lo mismo, por ejemplo, crecer a base del consumo de energ铆a no renovable, que crecer a base del consumo de energ铆a renovable. Y no es lo mismo crecer produciendo armas que crecer produciendo los f谩rmacos que curan el c谩ncer. El hecho de que haya una u otra forma de crecimiento es una variable pol铆tica, es decir, depende de las relaciones de poder existentes en un pa铆s y de qu茅 clases y grupos sociales controlan la producci贸n y distribuci贸n de, por ejemplo, la energ铆a. Barry Commoner sol铆a mostrar c贸mo en Estados de EEUU en los que hab铆a habido gran consumo de energ铆a contaminante no renovable, este consumo hab铆a variado a consumo de energ铆a renovable, creando con ello incluso m谩s crecimiento econ贸mico. El punto de debate no es, pues, crecimiento o no crecimiento, sino qu茅 tipo de crecimiento, lo que es consecuencia de qui茅n controla tal crecimiento. Este es el punto clave. Como se帽al贸 Commoner, las fuentes de energ铆a han ido variando hist贸ricamente y ello no ha sido resultado de cambios tecnol贸gicos (como por regla general se explica), sino de cambios pol铆ticos. Utilizar una forma u otra de energ铆a es un proceso determinado pol铆ticamente.

El desconocimiento de la historia del socialismo

Esta es la realidad ignorada por los maltusianos, que desconocen tambi茅n el enorme debate que ha tenido lugar sobre este tema en la historia del socialismo. En los primeros albores de las revoluciones socialistas, se crey贸 que el socialismo era la lucha por la distribuci贸n de la riqueza creada por los medios de producci贸n, a los cuales se los supon铆a intr铆nsecamente positivos, meros instrumentos del progreso. Fue m谩s tarde que se cuestion贸 este supuesto (que alcanz贸 su m谩ximo exponente en la Uni贸n Sovi茅tica), pues estos medios de producci贸n reflejaban tambi茅n los valores de los que los hab铆an dise帽ado. Una f谩brica de autom贸viles, por ejemplo, refleja unos valores que determinan c贸mo, cu谩ndo y d贸nde se realiza la producci贸n de bienes y servicios en esa empresa. Y estos valores eran los dominantes en la sociedad capitalista que hab铆a creado dichos medios. La protesta frente a esta interpretaci贸n del socialismo qued贸 expresada en el famoso eslogan de que “el socialismo no es capitalismo mejor distribuido”. Mi libro (conocido en el mundo anglosaj贸n) cr铆tico del productivismo en la Uni贸n Sovi茅tica, Social Security in the USSR, Lexington Books, 1977, critic贸 este productivismo, prediciendo, por cierto, el colapso del sistema sovi茅tico. El libro fue prohibido en la Uni贸n Sovi茅tica, consider谩ndoseme como persona non grata.

Uno de los puntos que subray茅 en aquel libro era que el socialismo ten铆a que cambiar no solo la distribuci贸n de los recursos, sino la forma y tipo de producci贸n. Y para que ello ocurriera era fundamental cambiar las relaciones de poder en el mundo de la producci贸n (con la democratizaci贸n de la producci贸n, que es distinto a su estatalizaci贸n) y cambiar el motor del sistema, de manera que el af谩n de lucro se sustituyera por el af谩n de servicio a las necesidades humanas, definidos democr谩ticamente. Este fue uno de los debates m谩s vivos que ha habido dentro de la sensibilidad transformadora socialista. Los debates sobre el significado de la revoluci贸n cultural china, por ejemplo, con la victoria en aquel pa铆s de los sectores capitalistas dentro del Estado chino, condujeron a la China actual, en donde el af谩n de lucro y el tipo de producci贸n que condiciona han dominado aquel proceso, creando unas enormes desigualdades a la vez que crisis ecol贸gicas.

Es obvio que un gran n煤mero de proponentes de las teor铆as del decrecimiento desconocen esta historia. As铆, cuando Florent Marcellesi (“La crisis econ贸mica es tambi茅n una crisis ecol贸gica”, P煤blico, 09.10.13) se帽ala que el socialismo y el capitalismo son igual de insensibles a la necesidad de cambiar el tipo de producci贸n y consumo, est谩 ignorando estas discusiones dentro del socialismo. Es m谩s, me pone a m铆 una etiqueta err贸nea, estereotipando lo que seg煤n 茅l un socialista es y/o piensa. Me critica por pertenecer a la visi贸n productivista del socialismo, visi贸n que precisamente he criticado mucho antes y m谩s intensamente que 茅l. Marcellesi escribe “Vicen莽 Navarro afirma por ejemplo que ‘si los salarios fueran m谩s altos, si la carga impositiva fuera m谩s progresiva, si los recursos p煤blicos fueran m谩s extensos y si el capital estuviera en manos m谩s p煤blicas (de tipo cooperativo) en lugar de privadas con af谩n de lucro, tales crisis social y ecol贸gica (y econ贸mica y financiera) no existir铆an’”. Esta frase est谩 extra铆da de un art铆culo m铆o que se帽alaba c贸mo salir de la crisis. Florent Marcellesi indica que ello no es suficiente para prevenir el supuesto agotamiento energ茅tico, y por lo tanto las crisis econ贸micas y ecol贸gicas, pues a帽ade que “incluso si redistribuy茅ramos de forma equitativa las rentas entre capital y trabajo, y todos los medios de producci贸n estuviesen en manos de los trabajadores, la humanidad seguir铆a necesitando los 1,5 planetas que consume hoy en d铆a”.

Para llegar a esta conclusi贸n (de que el cambio del proyecto capitalista a uno socialista no resuelve el problema, pues los dos, el capitalismo y el socialismo, creen en el crecimiento econ贸mico que agotar谩 los recursos), Marcellesi asume err贸neamente que yo estoy reduciendo el proyecto transformador (mi propuesta de c贸mo salir de la crisis) a una mera redistribuci贸n de los recursos, sin cambiar ni el tipo ni la forma de los medios de producci贸n, ignorando no solo mis escritos, sino tambi茅n la extensa bibliograf铆a cient铆fica sobre la transformaci贸n del capitalismo al socialismo, cosa que ocurre con gran frecuencia entre ecologistas conservadores que, como he dicho antes, desconocen los intensos debates sobre los temas tratados derivados de otras sensibilidades pol铆ticas y de otros tiempos. Es obvio que Florent Marcellesi desconoce la historia del socialismo, y me pone en la casilla err贸nea (en la casilla productivista, a fin de poder llegar a sus conclusiones). Como he indicado, he sido una de las voces m谩s insistentes en cambiar el tipo de producci贸n en el proyecto de transformaci贸n socialista, y no se da cuenta de que la frase a la cual 茅l hace referencia, sintetizando mi postura, tiene los dos elementos –democracia y cambio del motor del sistema- que rompen con el determinismo productivista que err贸neamente me atribuye. No es mi objetivo polemizar con tal autor y ahora figura pol铆tica, sino responder a cr铆ticas al socialismo basadas en un desconocimiento de su historia.

El determinismo energ茅tico no puede sustituir al determinismo pol铆tico

Otro punto que considero importante esclarecer es que los cambios de producci贸n pueden ya ocurrir dentro del capitalismo. El socialismo no es un sistema econ贸mico-pol铆tico que toma lugar el a帽o A, d铆a D, con la toma del Palacio de Invierno, sino que se hace y deshace diariamente ya en el capitalismo. Y es ah铆 donde todo el movimiento a favor del decrecimiento parece ignorar un hecho bastante elemental, y es, como he indicado anteriormente, que el problema no es el crecimiento, sino el tipo de crecimiento. De nuevo, Barry Commoner mostr贸 c贸mo la utilizaci贸n de nuevas tecnolog铆as (cuya producci贸n tambi茅n determina el crecimiento econ贸mico) ha permitido poder utilizar r铆os en EEUU que eran antes totalmente inhabitables. Y, una vez m谩s, Barry Commoner muestra tambi茅n como han aparecido muchas formas de energ铆a, que son renovables, que sustituyen a las m谩s tradicionales no renovables, y que tambi茅n determinan el crecimiento. El problema no es que no haya formas de energ铆a alternativa, sino que estas est谩n controladas por los mismos propietarios que las no renovables. En un momento de enormes crisis, con crecimiento casi cero, que est谩 creando un gran drama humano, las voces a favor del decrecimiento parecen anunciar que ello es bueno, pues as铆 salvamos el planeta. No se dan cuenta de que est谩n haciendo el juego al mundo del capital responsable de las crisis econ贸mica y ecol贸gica.

Por 煤ltimo, varias aclaraciones a bastantes afirmaciones sorprendentes que se est谩n haciendo por portavoces maltusianos sin ninguna evidencia que las avale. No es cierto que el encarecimiento del petr贸leo y de las materias primas se deba a su escasez. Y tampoco es cierto que la crisis hipotecaria se debiera al crecimiento del precio del petr贸leo. La crisis financiera ha sido muy estudiada y no puede atribu铆rsela al crecimiento del precio del petr贸leo y a la inflaci贸n que cre贸. Y tampoco es cierto que la crisis profunda de los pa铆ses del sur de Europa se deba a la falta de energ铆a. Este determinismo energ茅tico (que la energ铆a es la que condiciona todo lo dem谩s) ignora que son las relaciones de poder, derivadas de la propiedad de la producci贸n y distribuci贸n de bienes y servicios, las que configuran la crisis actual (ver mi art铆culo “El conflicto capital-trabajo en las crisis actuales”, El Viejo Topo, octubre 2013). El hecho de que dichos pa铆ses est茅n en crisis se debe al enorme poder que el capital tiene en ellos a costa del mundo del trabajo, poder que se manifiesta en el tipo de producci贸n (incluida la de la energ铆a que se utiliza y consume). La soluci贸n pasa por un cambio en estas relaciones de poder, con la democratizaci贸n del Estado, que originar铆a no solo una nueva redistribuci贸n, sino una nueva producci贸n. Y es en esta estrategia, donde el socialismo y el movimiento ecologista progresista pueden aliarse e incluso converger. Es una l谩stima que los escritos de Paul Ehrlich, que reflejan la visi贸n conservadora maltusiana del ecologismo (y que parad贸jicamente recibi贸 un premio de la Generalitat de Catalunya durante la 茅poca del tripartito), sean conocidos, mientras que los de Barry Commoner, el fundador del movimiento ecologista progresista en EEUU, apenas sean conocidos en nuestro pa铆s. Es un indicador m谩s del conservadurismo que existe en la vida intelectual y pol铆tica del pa铆s.


* vnavarro.org

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