Frente a ese programa que nos lleva a trabajar como negros o como chinos, Rajoy prometió convertirnos en hombres de cielo episcopal como compendio de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Se lo pidió una señora en la campaña electoral, tal y como él lo contaba: “Mariano, haznos felices” Y Mariano, con voz de mitin, hizo una promesa, no sólo a la señora que imploraba, sino a todos nosotros: Si gano las elecciones haré felices a los españoles. Claro que Mariano no contaba con todas las penas y las desgracias que Zapatero tenía guardadas en los cajones, porque durante ocho años no había hecho otra cosa que coleccionar miserias guardándolas en el palacio de La Moncloa. Zapatero sufría el síndrome de Diógenes y había ido almacenando tristezas recogidas en los basureros del mundo.
Mariano sufrió en sus carnes la putrefacción colocada en los anaqueles del Estado. Zapatero no había hecho nada por los derechos de las pensiones, de los trabajadores, de los enfermos, de los estudiantes, de los homosexuales, de las mujeres, de los dependientes. Y a Mariano le pesaba tanta destrucción, tanta miseria, tanta infelicidad. Llevó a cabo de forma inmediata una continua subida de impuestos, promulgó una reforma laboral para que los trabajadores pudieran ser despedidos sin apenas derechos y al mismo tiempo sirviera para crear empleo (tiene su mérito hacer una reforma para crear empleo y conseguir con el mismo articulado legal fabricar parados de forma simultánea), instituyó el copago sanitario para que los más pobres tuvieran un acceso más fácil a la muerte, bajó los sueldos, las pensiones, expulsó de la sanidad a todos los tatuados con el nombre de ilegales, desterró de la universidad a los que no pudieran ir en un coche último modelo, devolvió a los jubilados la categoría de viejos, suprimió las ayudas a los dependientes porque no son productivos reprimió las protestas, se adueñó del cuerpo y de la maternidad de la mujer, fundó una justicia sólo para quien pudiera pagarla, se desinteresó de la justicia universal y abrió fronteras a la impunidad.
Llegó el debate sobre el estado de la nación. Y Mariano, primogénito de Aznar-primero-de-Irak, Cid Campeador de las Castillas, nos lo dijo bien claro: “España va a ser Alemania” Ya no tendremos que ser chinos, ni aterrizar en Laponia. Este nacional-católico bajo cuyo mandato Gallardón ejerce de Rouco y Fernández-ministro-interior condecora vírgenes, nos promete convertirnos en alemanes. Acaba así con los nacionalismos separatistas. No seremos catalanes, ni gallegos, ni vascos. Se acabaron las sevillanas, las jotas, las muñeiras, el Fino San Patricio, las Fallas o la Virgen del Pilar que no quiere ser francesa. Alemanes. España será como Alemania.
Millones de parados, de familias donde no entra un euro, abuelos alimentando a hijos y nietos, dependientes abandonados a su impotencia, enfermos que tienen que elegir entre el broncodilatador o la sopa de ajo, millones sin esperanza, sin futuro, si alegría de vivir, desahuciados que se tiran por los balcones, que prefieren el ataúd a las estrellas, emigrantes licenciados para servir cervezas a borrachos rojos de burbujas…Esta es la Alemania que nos regala Rajoy, la Alemania-meta a la que aspirar…
Tengo toda la vergüenza política alojada en el costado.