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La virgen del tricornio

OPINIÓN de Rafael Fernando Navarro.- Demasiadas cosas, como entonces. Como cuando éramos católicos, apostólicos y romanos por decreto de El Pardo, Como cuando los Obispos revoloteaban sus capas moradas por las Cortes. Como cuando el brazo de santa Teresa se fue a vivir con el generalísimo. Algunos no saben que hace años España sufrió un trombo porque se acumularon los asesinados en la femoral y se le paró la sangre al caudillo y le chorreó su propia muerte. El equipo médico habitual desentubó a España y se llenaron los pulmones de libertad. Se nos cayeron las fronteras y conseguimos ser un país libre como los demás y nos hicimos europeos, nosotros que éramos sólo unos encargados de destruir las hordas judeomasónicas.

Demasiadas cosas como entonces. Las “criadas” tenían que describirle a la señora el color de la casulla para certificar su asistencia a la misa del pueblo. Misa de siete porque los pobres no tienen derecho a dormir más ni siquiera las fiestas de guardar. Y los del campo se vestían de pana y boina limpia para ir a la parroquia y que los viera el señorito de corbata y mocasines. Paseíto a las doce, velo ellas, vestidito con lazo las niñas y pantaloncito azul marino los chavales manchados de pelotas de trapo.

Algunos tenemos canas en la sangre. Una tarde cualquiera te sientas a tomar café y piensas. Piensas este país nuestro. Europa. Autonomías. Manifestaciones porque los enfermos son mercancía, porque los viejos estorban, porque los dependientes no son competitivos, porque a la universidad hay que ir en coche deportivo, porque resurgen las casas de socorro, porque el INEM es un inmenso hospicio. Cuántas cosas como entonces. Con una ley de seguridad ciudadana que amordaza, con un Gallardón-cid-campeador salvador de cigotos, un abismo que deja claro quién es rico y quién pobre, con unos trabajadores sin derechos, con una corrupción que ahoga, con la mentira institucionalizada, con una ciudadanía que ha vuelto a su puesto de simples súbditos.

Demasiadas cosas como entonces. Cuando Franco vetaba obispos y se terminaba nombrando a los que levantaban el brazo fascista. Cuando Zamora albergaba una cárcel para curas obreros que exigían libertad sindical, derecho a manifestarse, derechos salariales para los oficios más humildes. Como entonces, cuando vivíamos de las rentas sanguinolentas de la santa cruzada que venció al comunismo, que llenó las tapias de los cementerios de sangre madrugadora, de Lorcas, Migueles, que desterró a los existencialistas ateos por ateos y expulsó cabezas que exigían pensar con autonomía. Y como entonces los obispos eran legisladores de conciencias, dictando la bondad o maldad, proclamando la ceguera como consecuencia de la masturbación o la perversión de una mujer abierta para disfrutar, sólo disfrutar, de la ternura del sexo.

Y ahora el ministro-opus-interior condecorando vírgenes y obligando a las fuerzas de seguridad a desfilar, prietas las filas, rindiendo honores a la imagen como cuando entonces. Y marchas militares y saludo marcial, taconazo firme y cabeza erguida como cuando entonces. Y aplauden Macarena y Triana dando la bienvenida a la nueva condecorada. Y deseándole que algún día albergue a sus pies un Queipo de Llano, el que dejó bien claro que sus hombres eran tan machos que se follarían a toda mujer que se resistiera antes de arrancarle la melena morena de verde luna. Y la Iglesia los perdonaría porque ella también sabe que los machos son machos y es lógico que forniquen (los obispos no se atreven a decir follar) y porque en realidad la mujer no sirve para otra cosa que para abrir las piernas y planchar camisas y lavar baberos como dijo Pilar Primo de Rivera.

Y ahora como entonces, un grupo de guardias civiles se marcha a Lourdes en peregrinación. Capellán al frente. Gastos a cuenta del contribuyente. Es una iniciativa ejemplar de Jorge Fernández inspirado por Escrivá de Balaguer. Peregrinan enrolados en el santo rosario y sus misterios. Y pedirán por los descarriados españoles que proclaman la laicicidad del estado, la independencia de las conciencias, de la investigación científica, de las células madre, de las honduras genéticas. Porque como Lourdes no solucione esa dedicación científica, se van a condenar todos y España debe ser cristiana o no será España. Y los acompaña Santa Teresa porque el ministro-opus-dei sabe que ella ampara la reforma laboral como un día bendijo las decisiones de un golpista. Y Fátima Báñez se encargará en retaguardia de brindar con el capote que nos entrega la Blanca Paloma. Ella no va a Lourdes porque está empeñada en crear empleo y no da abasto a sacar gente del paro.

Ahí está la virgen del tricornio. Bendiciendo a Rajoy para que disfrute una noche de amor Merkel. Y a Gallardón, expoliador de unas mujeres que incluso se creen que tienen derecho sobre su cuerpo, sobre el hermoso planeta de su vientre, sobre la fuente fecunda de su sexo. Pero Gallardón, cruzado santo por la gracia de Dios, defenderá lo indefendible porque es un delegado de la Conferencia Episcopal.

Nuestra señora del tricornio. Cuántas cosas como entonces.





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