OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- El ministro Margallo se lo espet贸 al Papa Francisco en la audiencia que el pont铆fice ofreci贸 a los Reyes con motivo de las 煤ltimas canonizaciones: “Santidad, soy cat贸lico” Pareci贸 que esa proclamaci贸n p煤blica del ministro no impresion贸 al Papa. “Y lo peor –a帽adi贸 el chistoso ministro- es que he sido alumno de los jesuitas” Y tampoco el Papa se inmut贸.
Evidentemente yo no me llamo Francisco ni mucho menos soy el jefe de los cat贸licos. Pero no pude por menos que sentirme estupefacto (que dir铆a ese sublime talento que se apellida Marhuenda y que tambi茅n se llama Francisco). A m铆 me entr贸 un escalofr铆o al pensar que el ministro de asuntos exteriores era cat贸lico y que su educaci贸n estaba anclada en las ense帽anzas jesu铆ticas.
Cuando yo era ni帽o, todos 茅ramos cat贸licos. Para eso hab铆amos ganado una guerra contra el comunismo, ten铆amos un caudillo que hab铆a vencido a las hordas judeomas贸nicas, hab铆a fusilado a miles de hombres y mujeres que no confiaban en el Sagrado Coraz贸n, no estaban de acuerdo con que la Macarena luciera banda de Queipo, ni que fuera capitana general con mando en plaza. Y Franco, caudillo de Espa帽a por la gracia de Dios, contaba con la bendici贸n del episcopado en delegaci贸n sagrada de P铆o XII y era proclamado di谩cono de la santa madre iglesia y lo llevaban bajo palio porque tambi茅n Dios era de derechas.
Cuando yo era ni帽o, todos 茅ramos cat贸licos. Pero no todos 茅ramos ricos y s贸lo los ricos estudiaban en los jesuitas. De manera que ser cat贸lico no ten铆a m茅rito porque era imprescindible serlo como era imprescindible ser flecha y falangista y cara al sol y monta帽as nevadas y novios de la muerte. No encerraba ning煤n m茅rito. Estudiar en los jesuitas era otra cosa. Los ni帽os ricos com铆an carne, chocolate con leche y pescado tres veces por semana. Camisas a medida, trajes a medida, zapatos a medida. Todo era exacto, como si la vida se sostuviera sobre unas planillas cuadriculadas donde la caligraf铆a era esencial para ser buen alumno, educado en urbanidad, con cuchillos en su sitio, vasos y copas en su sitio, sentado en la silla correctamente y en su sitio. Ahora, en un estado aconfesional, Mariano Rajoy apela a que el pueblo est茅 como dios manda, que la econom铆a vaya como dios manda, y que la fiscalizaci贸n sea la que dios manda. Todo estaba en su sitio porque as铆 lo mandaba el due帽o de Espa帽a por la gracia de Dios. Pap谩 era militar, m茅dico, juez, farmac茅utico y el hijo estudiaba en los jesuitas. Todo un distintivo social de prestigio que se llevaba en la solapa para que los dem谩s ni帽os tomaran conciencia de aquella superioridad frente a la miseria de las alpargatas, la pelota de trapo y el pan con aceite.
Margallo era cat贸lico, como exig铆a el ideario del movimiento nacional. Y estudiaba en los jesuitas, como ordenaba la billetera de los progenitores.
Y ante el Papa, Margallo presumi贸 de algo que no ten铆a m茅rito –ser cat贸lico- y de estudiar con los descendientes de la Compa帽铆a de Jes煤s, cuyo 煤nico m茅rito era tener dinero. Por eso el Papa no se inmut贸. A m铆, sin embargo, me dio un escalofr铆o. Margallo pertenece a un gobierno que invoca a la Virgen del Roc铆o para salir de la crisis, que condecora a la virgen con la medalla del m茅rito policial, que procesiona con mantilla en el Corpus toledano, que acude a la canonizaci贸n de dos Papas con todo el boato de pa铆s confesional, cat贸lico-apost贸lico-romano.
Pues a ese gobierno pertenece el ministro Margallo. Seis millones de parados. Dependientes abandonados. Enfermos sin medicaci贸n. Viejos en las cunetas. Derechos laborales pisoteados. Ense帽anza restringida para billeteras, como entonces. Inmigrantes masacrados entre cuchillas que desgarran y fusiles que destrozan. Emigrantes formados sirviendo copas a Angela Merkel. Sanidad regalada al capital privado y conversi贸n de enfermos en mercanc铆a, mujeres reducidas a caprichos de entrepierna, ni帽os que se desmayan porque el hambre corroe los est贸magos, gente, como mineros de la angustia, rebuscando en contenedores, despidos a capricho, salario de esclavitud, el miedo como herramienta de chantaje, corrupci贸n de prosas incumplidas, prevaricaci贸n de afirmaciones hechas. ¿Seguimos?
La sociedad actual exige ser consecuente entre lo que se profesa y lo que se hace. ¿Es posible una Iglesia que condena la teolog铆a de la liberaci贸n que aboga por la defensa de los derechos humanos, por la predilecci贸n pr谩ctica por la justicia, por los pobres, por los abandonados de la tierra? Hay un gran n煤mero de cristianos disconformes con la praxis de la jerarqu铆a cat贸lica y el mensaje del que se hace portadora. ¿Cabe pensar en la posibilidad del catolicismo de un ministro que pertenece a un gobierno comprometido con s贸lo el becerro de oro pero sin escr煤pulos para pisotear a un pueblo?
Soy cat贸lico, solt贸 como carta de garant铆a, de orgullo, de rosa en la solapa, el ministro Margallo. Estudi茅 en los jesuitas, como los ni帽os ricos de entonces, que hac铆an entrar a los pobres por una puerta trasera para que quedara claro quien era quien. Soy cat贸lico y no obstante, participo en un gobierno que pisotea todos los derechos humanos.
El Papa volvi贸 la cabeza y pens贸 que se le estaba haciendo tarde para su caf茅 con leche.