Cuento de Eduardo Pérsico.-
… y esa noche apagaron la tele para conversar.
- Es sencillo Carina, yo me mudaré con mi marido y vos podrías mudarte con mi vieja. Te ahorrarías pagar alquiler y las dos se harían compañía - dijo la hija de Laura. Y Carina aceptó diciendo ‘con tu mamá nos apreciamos mucho’ y a otra cosa.
En el inicio de vivir en la misma casa, - Laura, cuarenta y cinco y madre de Lucía a los veinte, y Carina cinco años menor y dos veces separada- se harian muy amigas al coincidir en gustos de comida o series de televisión. Y cuando la muchacha comentara que se veía muy gorda, Laura la tranquilizó.
- Estás regia pero igual yo me ocuparé de vos.
Y además de agitarse con estiramientos y flexiones cada tarde, las dos se habituaron a cerrar la gimnasia besándose en la mejilla. Un gesto que repetirían al pasar por cualquier causa.
Luego de transcurridas unas cuantas semanas y Carina debía ir al cumpleaños de un sobrino, Laura le recortó el cabello y prometió darle sus masajes ‘milagrosos’, así que al salir de la ducha la muchacha se bajó el toallón y la otra, inclinada sobre su cuerpo además de masajearla la besaría muy suave en la boca dos o tres veces. A eso Carina más bien pretendió actuar un gesto de sorpresa y por la noche, ya en el sillón de tomar el ritual vaso de vino blanco, apagaron la tele para conversar.
- Yo fui pupila en un colegio - dijo Carina y Laura reiteró aquello de haberse casado muy joven y que al morir su marido ella se sintió envejecer.
- Al fin, la ternura entre mujeres es algo natural- se dirían de paso y al demorar ambas la mirada más de lo usual, sellaron ese acuerdo en el que Laura volviera a besarla y las dos se aflojaran entregadas a caricias más tiernas y profundas. Y en esa misma escena, al descubrirse las dos en un espejo casi adheridas mirándose a los ojos y luego Laura buscara besarla vientre abajo, Carina musitó un ‘por favor, me estás enloquciendo’. Pero claro, ya los sentidos actuaban sin retorno y de lo demás quien sabe…
Acaso Carina con su éxtasis y Laura con su íntima inquietud recién lograda por primera vez, se desvelarían con tibieza hasta la madrugada en un feliz territorio que anhelaran recorrer acaso sin saberlo.