OPINI脫N de Leonora Esquivel, M茅xico.- A ra铆z de la prohibici贸n del uso de animales en los circos del Distrito Federal, las reacciones de los empresarios circenses no se dejaron esperar. Y creo que llamarles empresarios es exagerado, pues la mayor铆a de los comentarios proven铆an de domadores y empleados probablemente.
Era com煤n leer comentarios de profundo desprecio hacia quienes hab铆amos promovido esta iniciativa, tild谩ndonos de “privilegiados econ贸micamente”, como si esto nos dejara sin derecho a defender causas que consideramos justas. Sin argumentos y s贸lo bas谩ndose en sus prejuicios insinuaban que seguramente 铆bamos al Circo Ringling o circos de Estados Unidos ¡C贸mo si el asunto fuera estar en contra de circos mexicanos pero apoyar a los internacionales! Repetimos hasta el cansancio que no estamos en contra del espect谩culo sino del uso de los animales en 茅l.
Cuando pretend铆an conmovernos con su “amor hacia sus animales” y se les respond铆a que precisamente por el bienestar de ellos se les pod铆a enviar a un santuario, respond铆an que esos lugares “se los robaban” o que eso no pasar铆a, pues antes “los animales se morir铆an de hambre”. No alcanzo a distinguir si esto puede ser una amenaza o su caballito de batalla de “as铆 como nosotros, los animales tienen que trabajar para ganarse el alimento”.
En muchas partes se les dijo que esta no era una guerra personal, sino que el objetivo era darles una mejor vida a los animales que tanto dicen querer. Aun as铆, ellos prefer铆an los insultos y el descr茅dito, insinuando que nosotros obten铆amos un beneficio personal y que nuestra intenci贸n era perjudicar a familias mexicanas.
A pesar de mostrarles estad铆sticas y encuestas hechas por medios de comunicaci贸n serios, algunos se empecinaban en decir que estaban ama帽adas y que eran mentiras. “Los ni帽os aman ver animales en los circos”, afirmaban como si fuera esto una verdad absoluta.
Lo lamentable aqu铆 me parece el nivel de la discusi贸n. Las condiciones m铆nimas para establecer un debate con un interlocutor es que ambas partes tengan un pensamiento ordenado, con nociones de l贸gica, contar con evidencia, centrarse en el tema o subtema a debatir y mostrar desapasionamiento en la discusi贸n. Esto no quiere decir defender con tibieza nuestro punto de vista, sino entender que no se trata de un asunto personal, es decir, tanto defensores de animales como circences representamos a una comunidad y hablamos en su nombre, por lo tanto, los insultos al individuo no aplican aqu铆 -y yo dir铆a en ning煤n lugar donde se discuta un tema con rigor.
Cuando los detractores de la iniciativa publicaban algo y un defensor publicaba evidencia para desmentirlos, montaban en c贸lera insultando y mezclando temas que no estaban a discusi贸n en ese momento y que ni siquiera eran pertinentes. “Est谩n en contra de los circos pero tienen perros y gatos en sus casas, lib茅renlos entonces”, dec铆an.
Esta discusi贸n puede servirnos para ver el baj铆simo nivel argumentativo de nuestra sociedad. Ese gremio representa a un alto porcentaje de ciudadanos en cuanto a su nivel educativo, y eso es preocupante. Muchos mexicanos no saben defender ideas y recurren a la violencia cuando ya no encuentran m谩s palabras o formas de expresar un pensamiento desordenado.
Activistas o no, tenemos la responsabilidad de prepararnos mejor y comprender que los debates son ejercicios sanos en una sociedad que intenta construir una democracia. No son pleitos de vecindad ni alardes para ver qui茅n tiene la 煤ltima palabra, son espacios para informar a una ciudadan铆a neutral o ignorante de un tema en concreto y ambas partes deber铆amos hacer lo mejor que est茅 en nuestras manos para ayudar a que aquellos se formen una opini贸n fundamentada.
Con la aprobaci贸n de esta iniciativa ganaron los animales, pero la batalla por la educaci贸n es una cuenta pendiente en nuestro pa铆s.