OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- Espa帽a tiene una larga historia de cerebros ilustres en todos los 贸rdenes del saber. Literatos, cient铆ficos, investigadores, creadores de belleza. Somos un archivo de hondura, de penetraci贸n en el misterio de la existencia humana. Un pa铆s de talento en el quehacer humano.
Pero parece que de repente todo se nos ha venido abajo. Nuestros pol铆ticos nos han colocado frente a la estrechez intelectual, a la incapacidad de comprensi贸n de las cosas m谩s nimias. Los espa帽oles somos incapaces de entender algo tan elemental como que dos y dos son cuatro. Nuestro cerebro hist贸rico se ha derrumbado. Tenemos en la cabezas las ruinas de lo que fuimos, pero que ya no somos y nunca probablemente volveremos a ser. Las dictaduras se marcan como primer objetivo anular la capacidad de raciocinio, de discernimiento y pretenden que nos creamos libres al mismo tiempo que las cadenas nos hieren los tobillos del alma. Usted carece de libertad de pensamiento, de reuni贸n, de expresi贸n, pero usted es muy libre de optar intelectualmente por una u otra postura, puede usted reunirse y comer en familia por navidad y tiene la posibilidad inalienable de halagar al dictador. Y en esa din谩mica contradictoria y parad贸jica se desarroll贸 nuestro reciente per铆odo de sometimiento a la bota militar. No hab铆a que meterse en pol铆tica, dec铆a el oscuro habitante de El Pardo y por eso 茅l, tan militar, tan general, pensaba por todos nosotros y nos exoneraba de la pesada carga democr谩tica de decisi贸n. El pueblo no sabe lo que quiere y hay que darle lo que el dictador piensa sin opci贸n de r茅plica.
Fue por el setenta y cinco. Aflor贸 la democracia como una cosecha de libertad. Por fin la lucha, la sangre, las c谩rceles, los fusilamientos eran la tierra buena para que germinara la alegr铆a, para que todos experiment谩ramos la posibilidad de elegir camino sin grilletes, sin cadenas que nos fijaran en un presente putrefacto de uniformes sudados en la persecuci贸n de la libertad.
Y cuando por fin fuimos conscientes de nuestra capacidad de comprender la historia, de hacerla, de construir la tarea del quehacer pol铆tico y por tanto humano, llegaron ciertos pol铆ticos, dem贸cratas de toda la vida, a decirnos que la luz de nuestro cerebro era un oasis en el desierto, una falsedad creada para enga帽arnos a nosotros mismos. Nuestro cerebro sigue siendo una escombrera como durante la dictadura. S贸lo los pol铆ticos tienen capacidad de pensar por s铆 mismos. Y nos lo demuestran el alcalde de Valladolid, Floriano, Pons, Cospedal y otros muchos. No dicen lo que dicen. Somos los ciudadanos los que entendemos rematadamente mal lo que ellos pronuncian con una clarividencia deslumbrante. Los pol铆ticos saben que se dirigen a un pueblo cerebralmente disminuido y son conscientes del peligro que corren de ser malinterpretados.
Cuando dicen nuestros pol铆ticos que las mujeres carecen de derechos sobre su 煤tero o vagina, lo que est谩n diciendo en realidad es que hay que proteger y venerar el misterio de su maternidad. Cuando dicen que una minifalda justifica una violaci贸n, est谩n afirmando que a la mujer hay que protegerla amorosamente porque ella es piel para deleite del macho. Cuando un empresario reclama la desaparici贸n del salario m铆nimo interprofesional, lo que en realidad pide es un aumento de suelo para los trabajadores. Pero los oyentes nos empe帽amos en malinterpretar y en sacar fuera de contexto su deseo. Y cuando Montoro desmiente a Caritas y dice que no hay hambre, lo que en realidad ha dicho es que le duele el hambre de los ni帽os y que Caritas hace bien en denunciarlo. Y cuando el ministro de la sonrisa siniestra dice que los salarios han subido en Espa帽a nosotros sacamos la conclusi贸n de que ha dicho que los salarios crecen en Espa帽a. Pero no ha dicho eso, sino que lo que ha dicho es que los salarios bajan y por tanto nadie como 茅l para reconocer la realidad del pa铆s.
Los pol铆ticos y los empresarios dicen verdades como pu帽os. Lo que sucede es que nuestra ruindad social y personal convierte la veracidad de lo dicho en una blasfemia de lesa humanidad. Y en consecuencia la conversi贸n de los pol铆ticos en problema es fruto de una mala conciencia que saca de contexto todo lo que hacen y dicen. Rajoy no prometi贸 creaci贸n de empleo, Pons no habl贸 de tres millones de puestos de trabajo, Cospedal no sentenci贸 que nunca se sobrepasar铆an las l铆neas rojas de la sanidad, las pensiones, la discapacidad, la ense帽anza. Dijeron en la campa帽a electoral lo que en realidad han hecho. Fuimos los ciudadanos los que lo entendimos mal por culpa del empe帽o en sacar todo de contexto.
El contexto es el florero donde crece el centro de mesa que algunos pol铆ticos colocan como realidad de la democracia. Cuando rompemos ese jarr贸n, matamos la verdad y sufrimos la decepci贸n contrapuesta.
Que alguien me regale un contexto. Lo necesito con urgencia. Lo cuidar茅 como a mi propia vida.