Por Eduardo P茅rsico, Argentina.-
Una comunicaci贸n de persona a persona
El lenguaje en el hombre se desarroll贸 seg煤n se aproximara a sus semejantes y usara m谩s imitaciones de la naturaleza para comunicarse, m谩s cuando por el a帽o 1492 seg煤n el reino de Espa帽a sus navegantes ‘descubrieron Am茅rica’, sabemos que quienes aqu铆 habitaban no difundieron la noticia gestualmente o con se帽ales de humo; lo hicieron con ideas y palabras consolidadas por su reiteraci贸n. Y de choza a choza o margen de un r铆o al monte o la monta帽a, los naturales de aqu铆 se anunciar铆an la aparici贸n de esos nav铆os con su propio lenguaje. M谩s luego, la forzada adopci贸n del castellano en el territorio latinoamericano corresponde a una constante hist贸rica donde el Poder se impone sobre la particularidad de cada pueblo; algo ya aceptado por Napole贸n Bonaparte al asegurar que ‘un idioma es un dialecto con un ej茅rcito detr谩s’. As铆 que toda comarca suele demostrarse con alg煤n perfil particular y nosotros en la Argentina, ese juego de identidad result贸 ser el lunfardo, un c贸digo entre dos para que no se entere un tercero.
Y el escritor Nicol谩s Olivari, (La Musa de la Mala Pata) que al ser preguntado si 茅l hablaba lunfardo contest贸 ‘vea, yo nac铆 en Villa Luro en el a帽o 1900, cuando aquello era un suburbio. Frecuent茅 el trato de obreros, ex presidiarios, prostitutas y atorrantes, mis vecinos, y no tuve tiempo de aprender eso’. Una respuesta de Olivari que recuper贸 Jorge Calvetti y otros atribuyen a Roberto Arlt, (Los Siete Locos, Los Lanzallamas, El Amor Brujo), aunque por tratarse de dos escritores fundacionales de las letras de Buenos Aires, esa autor铆a atrae menos que la respuesta. Y el mismo Roberto Arlt habl贸 de este modo dialectal al polemizar con unos acad茅micos por 1940: ‘esto demuestra lo absurdo de enchalecar en una gram谩tica can贸nica las ideas cambiantes de los pueblos… y as铆 esa gram谩tica tendr铆an que haberla respetado nuestros tatarabuelos; y en progresi贸n llegar铆amos a concluir que de respetar ese idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de hoy, de la radio y la ametralladora, hablar铆amos el idioma de las cavernas´. Textual.
Si lo 茅tico de cualquier escriba es no subvertir o quitar eficacia comunicativa a la palabra, el lunfardo pudo comenzar como una lengua de la gente de mal vivir; pero esa definici贸n ir铆a perdiendo su secreto delictual al convertirse en un gui帽o de comprensi贸n popular ajeno a sus primeros cultores. En el siglo veintiuno nadie discute que si este l茅xico surgi贸 entre pocos para despistar a los dem谩s: ´el argot lunfardo constituye un habla r谩pida, espont谩nea que brota de una manera natural... en vocablos y expresiones que acuden f谩cil y prestamente a la lengua’, dice Mario E.Teruggi en Panorama del Lunfardo, Sudamericana, 1979. Y por ese rumbo y ya en los aciagos d铆as de la d茅cada del ’70, que entre los argentinos se abr铆an y cerraban ef铆meras contrase帽as al hablar y Humberto Costantini, quien recreara cierto lenguaje coloquial en su libro En la Noche, supo ver que entre perseguidos y perseguidores exist铆an tantos c贸digos como grupos. Y ah铆 se aprecia ‘c贸digo entre dos’ que bien es extensivo a otra actividad o profesi贸n con jerga propia. En tanto el habla de un pueblo es un sistema de signos diferentes a otros de la misma especie, y al obtener principios y gram谩ticas eso construye al fin un idioma. Un corpus donde cada lengua tiene fisonom铆a, giros y particularidad, y por eso y sin idolatrar nuestros queribles modismos, en Argentina hablamos castellano, en acuerdo a su gram谩tica nos entendemos con el mundo, y ese asunto por ahora no lo pensamos cambiar.
Lenguaje, identidad y cultura
El lenguaje nos diferencia entre Civilizaci贸n, - el amplio mapa de toda nuestra manifestaci贸n- y Cultura, eso que sintetiza la est茅tica peculiar de cada grupo comunitario. La Civilizaci贸n cristaliza y estratifica el lenguaje, en tanto la Cultura lo desaliena y hasta lo modifica con expresiones ‘contraculturales’. No pocas variaciones est茅ticas de la contracultura fueron luego estimadas como cl谩sicas, y el lunfardo como arista cultural de los argentinos, ocup贸 un p谩rrafo en Radiograf铆a de la Pampa, 1933, de Ezequiel Mart铆nez Estrada: ‘psicol贸gicamente puede ocurrir a un idioma algo peor que subdivirse en dialectos y cristalizar su forma al tiempo que se limita y amputa. En el dialecto vive el alma local, el paisaje vern谩culo; en el idioma extenso o superficial la palabra desfallece y hasta reduce el n煤mero de sus t茅rminos’. Y sigue don Ezequiel: ‘la actitud desafiadora del compadre, el insulto, el neologismo de la jerga arrabalera son formas vengativas, afiladas y secretas de herir. Ese oculto rencor contra una lengua de filiaci贸n paternal puede conducir a dos formas de escribir y hablar. Hablar al rev茅s, al vesre, es una forma patol贸gica del odio cuanto no de la incapacidad. No pudiendo usarse otro idioma, desde帽谩ndoselo, en el trato social e 铆ntimo se invierten las s铆labas con lo que el idioma, siendo el mismo, resulta ser lo inverso’. Hasta aqu铆 Mart铆nez Estrada, un precursor de la psicolog铆a social en Argentina, y m谩s luego aparece de Juan Jos茅 Hern谩ndez Arregui en ¿Qu茅 es el Ser Nacional?, de 1963, quien anota la acci贸n regularizadora del grupo ‘porque la cultura est谩 litografiada en su lengua las variaciones idiom谩ticas se ejercen desde el pueblo’. Y para avalar esto, ya Plat贸n sab铆a que el pueblo es un excelente maestro y su lenguaje es el hecho social m谩s definitivo.
Los primeros estudiosos del tema
Quienes en principio se ocuparon de la lunfardesca no coincidieron; algunos la estimaron una jerga gremial del delito y otros corrieron ese l铆mite hacia ‘un jercicio comunicativo’. Benigno Baldomero Lugones fue el primero en llamarla ‘lunfardo’ en un par de art铆culos publicados en el diario La Naci贸n por 1876; luego por 1896 Antonio Dellepiane lo calific贸 ‘el idioma del delito’ y Alvaro Yunque m谩s tarde habl贸 de ‘un lenguaje arrabalero’. Por 1927, Jorge Luis Borges dijo en El Idioma de los Argentinos ‘el lunfardo es un vocabulario gremial como tantos otros, es la tecnolog铆a de la furca y de la ganz煤a’; y para Juan S. Piaggio eso mismo era un ‘l茅xico con argentinismos del pueblo bajo’. Igualmente, en g茅nesis ese vocabulario fue delictual y de bajo fondo, y el mismo Dellepiane, abogado de tendencia lombrosiana, entendi贸 que ‘el lunfardo existe con su intenci贸n burlona, caricaturesca y su activa movilidad de cambio’. Y es innegable que lo din谩mico valoriza cada comunicaci贸n humana y por cuanto la movilidad del lenguaje es constante, hoy ning煤n pueblo del mundo conversa en lengua muerta.
Muchas veces se dieron como vocablos de la lunfard铆a t茅rminos que sirvieron al rebusque ocasional para decir sin que se entere un tercero, pero al no durar las horas de vuelo para entrar al imaginario popular, desaparecieron. Mina, bul铆n, bac谩n o mishiadura, por ejemplo, perviven en el hablar argentino con leves cambios de acepci贸n, en cuanto toda voz lunfarda debe transitar antes de convertirse en cl谩sica, o sea, 煤til para dar clase. A cada forma comunicativa la sostiene su reiteraci贸n, todo lenguaje oculto al fin se pierde y el uso de cada vocablo vale a su decantaci贸n en solera, para degustar luego seg煤n sea ya un vino placentero. ‘Ropagrosa’, modo del uniforme del vigilante extensivo a su portador, se us贸 en los a帽os treinta y sucumbi贸 al cambiar el ropaje policial. El t茅rmino ‘palo’ que por 1990 equival铆a a un mill贸n de pesos, - o ‘palo verde’, d贸lares- por el asalto financiero contra el pa铆s argentino del a帽o 2001, en pocos d铆as perdi贸 su valor expresivo. Otros vocablos como ‘tuca’ al pucho de marihuana o ‘tuquera’ al canuto de aspirarlo, en poco tiempo fenecieron; y esto nos remite a un reportaje que Paco Urondo le hiciera por 1970 a Julio Cort谩zar, de paso por Buenos Aires. Entonces a Cort谩zar le llam贸 la atenci贸n escuchar la palabra ‘yeite’ porque al irse 茅l se dec铆a ‘guiye’, que en ambos casos es asunto f谩cil y beneficioso. tampoco conoc铆a la palabra ‘luca’ para decir mil pesos; pero pese a que esos avatares ocurran, al habitante de Buenos Aires una mina sigue siendo una mina un bul铆n es un bul铆n; y sin esas dos definiciones lo nuestro no ser铆a vida…
Y seg煤n otro lenguaje codificado
Cada lenguaje codificado convoca a una complicidad de condici贸n y origen, y el lunfardo de los argentinos, - ir贸nico, procaz o corrosivo- siempre sugiere una humorada compinche. Algo extra帽o a los guardianes del idioma que lo ir铆an aceptando al comprender su contexto tem谩tico y dejaron calificarlo s贸lo un argot meramente delincuencial, en tanto n principio Benigno Baldomero Lugones, con dos art铆culos publicados en La Naci贸n de Buenos Aires por 1879, hizo una descripci贸n del mundo criminal y amerit贸 hablar sobre lunfardos y ladrones en un sentido m谩s amplio. Algo que bien lo apreciaron un siglo m谩s tarde Francisco Laplaza y Miguel Angel Lafuente, al mencionar que siendo escribiente policial, ese Lugones recuper贸 una an贸nima cuarteta. ‘Estando en el bol铆n polizando se present贸 el mayorengo, a portarlo en cana vengo. Su mina lo ha delatado’; cuya acepci贸n ser铆a ‘estando en su habitaci贸n durmiendo se present贸 el comisario: a llevarlo preso porque su mujer lo hab铆a delatado’. Y aqu铆 salvo el mayorengo, en desuso hace tiempo por Comisario, bul铆n, (bol铆n); apoliyando, (polizando), cana y mina persisten en el siglo veintiuno.
Luego de ese Lugones y en ya en 1884, el abogado penalista Antonio Dellepiane presenta El Idioma del Delito, trabajo donde agrega un diccionario de unas cuatrocientas palabras lunfas, sin apreciar que ese c贸digo no ser铆a s贸lo un recurso carcelario y s铆 una jerga dialectal tan literaria como la gauchesca; esa otra forma de comunicaci贸n entonces mejor calificada. Pero el muy certero Jos茅 Gobello escribi贸 por 1965: ‘el lunfardo literario, que corresponde llamar lenguaje lunfardesco, es patrimonio de escritores que jam谩s ejercieron la profesi贸n del delito’, y al reeditarse El Idioma del Delito de Dellepiane en 1967, Juan Cicco prolog贸 ‘el lunfardo, jerga privada de la mala vida porte帽a cuando este autor la descifrara era un tecnicismo profesional que obligaba rastrearlo en sus avatares morfol贸gicos y sem谩nticos; dificultad que desapareci贸 cuando el lunfardo dominara el habla cotidiana y familiar’. Dos buenas opiniones ante la importancia de esta jerga en inquilinatos y conventillos cargados de inmigrantes con lenguas diversas, donde muchos divertidos giros lunfardescos sirvieron para fraternizar. Y no muy al margen, si advertimos el hist贸rico proceder delictual de la clase alta en Argentina’ el lunfardo deber铆a ser su obligado hablar cotidiano y no as铆 entre los laburantes comunes, menos impunes y protegidos por la Ley…
A fines del siglo pasado y entre el proletariado con mayor铆a de inmigrantes italianos j贸venes y fuera del mercado laboral precapitalista, se registr贸 la mayor estad铆stica delictual. Un efecto enarbolado por el burdo criterio de Juli谩n Martel en su libro La Bolsa, por 1910, retomado el escritor Juan Jos茅 Sebreli en Buenos Aires Vida Cotidiana y Alienaci贸n, de 1965, quien con su habitual adolescencia revulsiva pontific贸 ‘el lunfardo devino en el lenguaje com煤n del sector desasimilado que intenta la destrucci贸n simb贸lica de la sociedad organizada, mediante la destrucci贸n de su lenguaje’. Ignorando ese autor que el pobrer铆o que 茅l menciona, jam谩s so帽贸 destruir la sociedad organizada y as铆 los hijos de esos desasimilados, ser铆an los obreros y empleados que por sentirse iguales y sin destruir ning煤n r茅gimen participaron de la movilidad social m谩s 贸ptima y leg铆tima del pa铆s hasta entonces. La producida de 1945 a 1955 con un protagonismo popular que a煤n molesta a los ex贸ticos y medievales ‘due帽os del destino nacional’ de los argentinos. .
Excesos, identidades y generaciones
Por carecer de estructura idiom谩tica, prosodia, sintaxis y otras casquivanas de diccionario, el lunfardo no es 煤til para conversar ni ser escrito. Aunque se rebusquen etimolog铆as o t茅rminos transitorios, en lunfardo es imposible conjugar un verbo y eso lo acerca a otras jergas cercanas: el Chab贸n de los argentinos al igual que Cara entre los brasile帽os y Huev贸n a los chilenos, significa torpe, desma帽ado o desconfiable, aunque seg煤n contexto o entonaci贸n eso mismo cambia de lo cordial a lo insultante o al rev茅s. ‘No llevemos las afecciones de las ideas al accidente de las palabras’, dijo el venezolano Andres Bello (1781-1865) en su Gram谩tica de la Lengua Castellana; un error que repetir铆an muchos temerarios al relatar en lunfardo unos pastiches s贸lo vistos por amigos del autor. De modo arbitrario el lunfardo deja de ‘vestir’ al castellano y algunos letristas tangueros con torpes invenciones mostraron bien debute y posta, (inmejorable), que ninguna expresi贸n popular tiene buen albergue en laboratorios de trasnoche. Escribas seducidos por ese duende coloquial y met谩foras del re铆smo popular, que exigen conocerse previamente, supieron malversar letras del tango con lunfard铆as deformadoras del Imaginario Colectivo y la entretela de los argentinos...
Tango y lunfardo son dos perfiles de nuestra identidad. No 煤nicos pero rastro a seguir seg煤n lo hiciera Ricardo Rojas en su libro Eurindia, al concebir a la nacionalidad como una s铆ntesis psicol贸gica, un yo metaf铆sico que se hace carne en un pueblo y que halla su lenguaje en los s铆mbolos de la cultura. Una valiosa definici贸n de qui茅nes somos.
Al desarrollo del lunfardo fueron vitales las multitudes llegadas a Buenos Aires desde 1860 a 1920. Alrededor de 1870 viv铆an en la ciudad 95.000 nativos y 93.000 extranjeros de distinto origen que en 1895 superaron a los nativos, y por 1920 volvieron a un nativo por cada extranjero. As铆 no era esperable que las herencias espa帽olas y gauchescas de los argentinos; agredidas por un proyecto agropecuario que exclu铆a a los sectores sin tierra propia, y Alfredo Mascia, en Pol铆tica y Tango dice que entonces el Compadre, habitante del orillaje respetable por macho y guapo con resabios del culto hisp谩nico, era expulsado de su sitial por el progreso indetenible. Pronto ese prestigio tuvo imitadores en el Compadrito, un sustituto que sin la proyecci贸n del compadre otrora due帽o de voluntades pol铆ticas y casi solitario, que tan bien mentara Jorge Luis Borges en su poema El Tango; ‘aunque la daga hostil o esa otra daga, el tiempo, los perdieron en el fango, hoy, m谩s all谩 del tiempo y de la aciaga muerte, esos muertos viven en el tango’…
Ya entonces Argentina, pa铆s inmigratorio con el grupo latino mayoritario en n煤mero, aunque la sociedad se dispuso integrar a todos con una instancia pol铆tica donde sin mencionar el efecto y la causa, el Estado se mostr贸 muy eficaz. Al menos en la asimilaci贸n de las migraciones al darles puntos de fusi贸n a semejante avalancha muticultural: la escuela p煤blica lacia gratuita y obligatoria, m谩s el matrimonio civil, jugaron a favor de una identidad nacional que subyace en la imaginaci贸n popular. El Estado instituy贸 obligatoria la escuela p煤blica y como una consecuencia acaso no buscada por ese mismo Poder, floreci贸 en lectores y una industria cultural que fijar铆a muchas pautas de nuestra conducta social.
En De la Colonia a la Inmigraci贸n, el tan preciso don Ra煤l Puigb贸 nos ilustr贸 que la participaci贸n de los extranjeros fue muy alta en materia econ贸mica y a煤n social a trav茅s del matrimonio, y result贸 casi nula en la participaci贸n pol铆tica. Donde por tanta diversidad cada grupo pretend铆a imponer su caracter铆stica, con m谩s las diferencias entre viejos y j贸venes del mismo origen donde los descendientes quer铆an acriollarse con h谩bitos de la nueva tierra y sus improntas de modernidad. Hasta existieron diferencias entre inmigrados de la misma regi贸n y hasta alguna confrontaci贸n generacional silenciada, en tanto el contacto entre los iguales en edad pero distintos h谩bitos y origen, gener贸 expresiones para compartir y compa帽erear, si cabe el vocablo. Pronto los hijos de inmigrantes afirmar铆an su modo verbal generalizador y comprensivo, con asimilaci贸n entre 1900 y 1930 cuando hijos y nietos de la inmigraci贸n
coincidieron en cierto arquetipo transgresor y punto de fusi贸n de las identidades. En ese caldero de latinos y eslavos con musulmanes cat贸licos y jud铆os, el habla gener贸 la expresi贸n unificadora de civilizaciones diversas, y si el lenguaje es un transformador de la realidad, durante la primera mitad del siglo veinte, en Buenos Aires el hablar lunfardo result贸 un recurso desalienante y aglutinador del gent铆o de los conventillos, y librarlos en algo de tantos precintos idiom谩ticos que entorpec铆an la integraci贸n. Apenas eso…
La preeminencia italiana
En el per铆odo de 1900 a 1930, la cuarta parte de la poblaci贸n de Buenos Aires y sus alrededores eran italianos nativos y sus descendientes, y por debajo exist铆a otro quince por ciento de la suma de andaluces, gallegos, catalanes, vascos y dem谩s llegados de Espa帽a por esos a帽os. La colonia italiana pronto se manifest贸 en los h谩bitos locales y por ah铆 el novelista Francisco A. Sicardi, a principios del siglo dijo que ‘los inmigrantes italianos tambi茅n daban algunos hu茅spedes al presidio y vocablos al cal贸 del bajo fondo’. Un perfil de los italianos tan 煤til para rastrear los rumbos de la comarca m谩s arrimada al R铆o de la Plata y esa matriz italiana tantas voces lunfardas, y aunque existieran muchos t茅rminos con otra fuente, veamos: si al lunfardo se lo vincula al desarrollo del tango como dos andariveles hacia una misma identidad, paralelo a eso vemos la marca indeleble del cupl茅 en los primeros tangos, incluyendo La Morocha de Angel Villoldo. Y un fino poeta como Julio F茅lix Royano, (El Mata; Animal de Presa; Mururoa; Lunes de Dios) supo recordarnos a unos napolitanos y calabreses de su ni帽ez en Lan煤s y que 茅l, hijo de gallegos, advirti贸 que el t茅rmino ‘lunfardo’ en su concepci贸n de ladr贸n y malviviente, les ven铆a de ‘lombardo’. El corte a la 煤ltima s铆laba de los napolitanos a la palabra, sonaba ‘Lum’ por ‘Lom’ y el parecido a F por B es una inflexi贸n propia italianos del sur. Y como el entretejido de las identidades no suele hilarse de un solo ovillo, Domingo Casadevall, en El Tema de la Mala Vida en el Teatro Nacional, (Editorial Kraft, 1957) despu茅s de enumerar unos t茅rminos portugueses sumados al habla, dice que el lenguaje orillero y lunfardo se fue bordando tambi茅n con voces populares usadas en la Espa帽a de los siglos XVI y XVII, y ofrece ejemplos como ‘gayola’, ‘punto’ y hasta ‘pinta’, con el similar sentido que hoy le damos. Adem谩s, sobre la Vida del Busc贸n, de Quevedo, escribi贸 el fil贸logo espa帽ol Am茅rico Castro que en el siglo XVI los p铆caros usaban una lengua propia ‘y de aqu铆 el habla revesada que consist铆a en dar la palabra del rev茅s y pronunciar greno por negro’. Algo que hoy, siglo veintiuno, los argentinos por negro cordialmente decimos grone. .
Asimilaciones y sincretismos culturales deciden los perfiles de cada nuevo estilo, y advierten sobre lo est茅ril estratificar o congelar las identidades en alg煤n tiempo. El nosotros somos as铆 para siempre hoy ni resuena ante una imbatible realidad que trae consigo la computaci贸n y otras brujer铆as…
Habitual recurso cotidiano
A trav茅s de generaciones el lunfardo logr贸 permanecer y se sum贸 a varias expresiones culturales que no ser铆an de uso exclusivo de los argentinos. Pero que su vigencia en cada per铆odo social de Argentina sostiene su sesgo humor铆stico, juvenil y caricaturesco es indiscutible. Su aporte a expresiones temporales lo hicieron un innegable fen贸meno cultural, y el ida y vuelta de lo lunfardesco a lo coloquial se aprecia en bien en el sainete, el m谩s popular g茅nero teatral costumbrista que junto al lenguaje del tango fijaron nuestra memoria colectiva. Muchos jergales de gente de mal vivir fueron escritos y cantados hasta adherirse al hablar cotidiano, pero el lunfardo salt贸 a ser un m茅todo de divulgaci贸n por la inclusi贸n de sus voces por saineteros y poetas no s贸lo por ese mango que te haga morfar, de Disc茅polo, sino por tantas l铆neas donde cualquier argentino encuentra algo que lo involucre. El tema de la pobreza en los inquilinatos y la inserci贸n entre inmigrantes y nativos, no dej贸 sainete sin un personaje compadrito o ‘cocoliche’ de expresarse en lunfardo; que siempre y en la trama sosten铆an la defensa familiar, la autoridad paterna y las buenas costumbres. Machietas mayoritarias en el teatro argentino en su auge de mayor concurrencia al espect谩culo, del veinte a fines del cuarenta, h谩bito que ironizara a su modo Jorge Luis Borges diciendo que muchos intelectuales concurr铆an el fin de semana a los teatros de la calle Corrientes para recibir una dosis de arrabal... Y sin embargo, seg煤n Luis Ordaz en Siete Sainetes Porte帽os est谩n el drama, la acuarela nost谩lgica, el equ铆voco por las distintas lenguas y un cierto trazo claroscuro y violento. As铆 Buenos Aires recibi贸 la materia prima del ‘cierto sainete de seres humanos’ confluyendo en sus calles y pueblos aleda帽os. Ricardo Rojas, quien entend铆a que el teatro era un arte incompleto sin el aliento popular, y que toda minor铆a culta puede alcanzar el goce de un teatro ex贸tico pero la mayor铆a sensitiva, exige un teatro propio que le represente el drama de su existencia. Algo que remata Tulio Carella: a los nuevos habitantes la tradici贸n le es insuficiente para decir y a despecho de ella, introduce cambios y elementos est茅ticos que alteran su fisonom铆a..
El sainete defini贸 el estilo argentino de vida con europeos que por ambici贸n m谩s desarrollada ir铆a desplazando al criollo, pero no faltar铆an en segunda escena las multitudes hambrientas, desesperadas y sin oficio que tambi茅n acu帽aron inflexiones para entenderse mejor con la palabra. Y muchos con un modo novedoso de caminar que exacerbado por el argentino nativo relevar铆a al compadre pampeano condenado por la modernidad; eso que devino en el compadrito que agregara su nueva expresi贸n visual a la comarca y la in茅dita jerga de comunicaci贸n, el lunfardo.
Las voces m谩s difundidas
En el glosario de voces en letras del tango y la poes铆a lunfardesca m谩s frecuentada, evitamos citas de indudable certeza de neolunfardos o con etimolog铆a cient铆fica, y poco abrevamos en el ‘lunfardo canero’, - salvo en letras de tango- por saberlo m谩s herm茅tico por c贸digos del encierro, y pesquisar esa vertiente hoy no agregar铆a demasiado. Las letras de tango m谩s apreciadas llegaron de Pascual Contursi y otros en adelante hasta 1950, y el material posterior ni arrima a los vates mayores que siguen en el favor popular. Nuestra elecci贸n de la poes铆a y en especial con el soneto lunfardo, obedeci贸 a la val铆a de tantos autores contempor谩neos que sin artilugios forzados, supieron secundar a los Versos Rantifusos, de Felipe Fern谩ndez, ‘Yacar茅’; Semos Hermanos, de Dante A.Linyera, La Crencha Engrasada de Carlos de la P煤a y el Chapaleando Barro, de Celedonio Flores en 1929. Y que desdijeron con libros de sugestivo nivel literario que el no versificar en esa jerga que se mandara Jorge Luis Borges, con sus palabras, sufrir铆a la desp贸tica imposici贸n del tiempo.
Y un chan chan como final de tango
El inicial cancionero popular de Buenos Aires, considera como su precursor a Angel Villoldo, el vocero de los compadritos, por autor de El Porte帽ito en 1903 y La Morocha en pero ‘percanta que me amuraste en lo mejor de mi vida’, primera estrofa de Mi Noche Triste escrita por Pascual Contursi y entonada Carlos Gardel por 1917, nos prodig贸 cierto tono lunfardesco y estilo de contarnos ‘ciertas cosas’. Ni el letrista Contursi o el mismo Gardel estimar铆an tanta resonancia posterior, pero si el protagonista hubiera recordado a su amor ausente diciendo ‘mujer que me abandonaste en plena felicidad’ o algo idiom谩ticamente m谩s pulcro, ese tango jam谩s hubiera sido la 铆ntima confesi贸n de un porte帽o. Y hoy, pese a los exacerbados machistas y dram谩ticas cantoras del tango, su toque lunfardesco sigue en el siglo veintiuno entre los argentinos, en tanto otros l茅xicos coloquiales como el slang de los yankis, el cockney londinense y la giria brasilera no arraigaron tantos vocablos populares por faltar en sus canciones esa otra literatura que los reiterasen Una consecuencia natural y divertida en el universo cultural de los argentinos, fertilizado por ese lenguaje referente que m谩s all谩 de ser un c贸digo entre dos para que no se entere un tercero, significa al fin sustancial para interpretarse y parecerse mejor. Y sin gardelear m谩s digamos que sin alarde de ‘culminar una exhaustiva investigaci贸n’, rebuscar cierto material de notorios autores y otros desconocidos, nos orienta a seguir creyendo que si algo ayuda a entendernos m谩s entre nosotros, vale la pena el intento.
*Eduardo P茅rsico naci贸 en Banfield y vive en Lan煤s, Buenos Aires Argentina.
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