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Grupos de consumo: lo que se mueve en Europa

OPINI脫N de Esther Vivas.- ¿Qu茅 comemos? ¿De d贸nde viene? ¿C贸mo se ha elaborado? Son preguntas que cada vez se formulan m谩s consumidores. A lo largo de toda Europa, encontramos d铆a a d铆a m谩s iniciativas que apuestan por otro modelo de producci贸n, distribuci贸n y consumo de alimentos. Algunas m谩s consolidadas y otras menos, todas tienen en com煤n la voluntad de repropiarse de la alimentaci贸n.

En pa铆ses como Francia e Italia es donde encontramos las experiencias m谩s consolidadas. En el primero, desde hace a帽os se han desarrollado redes de solidaridad entre productores y consumidores a trav茅s de las AMAP (Asociaciones por el Mantenimiento de la Agricultura Campesina). Unas iniciativas que parten de un “contrato solidario” entre un grupo de consumidores y un o varios campesinos locales y ecol贸gicos, en base el cual los primeros pagan por adelantado el total de su consumo por un per铆odo determinado de tiempo y el campesino les provee cada semana de los productos de su huerta. Desde la creaci贸n de la primera AMAP, en abril del 2001, 茅stas se han multiplicado por todo el pa铆s sumando a d铆a de hoy 1.600 grupos, que representan un total de 200 mil consumidores.

En Italia, desde la d茅cada de los 90, encontramos los GAS (Grupos de Compra Solidaria). Se trata de grupos de consumidores que se organizan de manera espont谩nea para comprar a uno o a varios campesinos y artesanos a partir de unos criterios de consumo solidario, donde priorizan la adquisici贸n de productos locales, justos y ecol贸gicos. En la actualidad, se calcula que existen 900 grupos en toda Italia, coordinados a trav茅s de la red GAS, que fue creada en el a帽o 1997.

Aqu铆, en el Estado espa帽ol, los grupos y cooperativas de consumo agroecol贸gico han proliferado por doquier en los 煤ltimos tiempos. Se trata de colectivos que agrupan a gente de un mismo barrio o ciudad con el objetivo de llevar a cabo un consumo alternativo, ecol贸gico, de temporada, solidario con el mundo rural, relocalizando la alimentaci贸n y estableciendo unas relaciones directas con el campesino. Estos n煤cleos se constituyen en general en las grandes ciudades, donde hay una mayor distancia entre la ciudad y el campo. Las primeras experiencias se remontan a finales de los a帽os 80 y principios de los 90, con n煤cleos en Andaluc铆a, Catalunya, Pamplona y Valencia. Hoy, resulta dif铆cil se帽alar su n煤mero exacto, debido al car谩cter auto-organizado y al margen de circuitos “oficiales”, pero solo en Catalunya se estima que hay alrededor de 160 colectivos.

En Gran Breta帽a, estas iniciativas reciben el apelativo de CSA (Agricultura Sostenida por la Comunidad). Como su nombre indica, consisten en grupos de consumidores que apoyan a los campesinos a partir de una compra sin intermediarios, proporcion谩ndoles una estabilidad financiera, a cambio de que estos les sirvan de forma regular frutas y verduras, leche, carne, etc. En 2011, exist铆an unos 80 grupos, que daban de comer a unas 12.500 personas. La mayor parte tomaron impulso a finales de la d茅cada de los 2000, aunque algunas de ellas llevaban ya m谩s de diez a帽os trabajando.

En otros pa铆ses de Europa encontramos tambi茅n experiencias destacadas. Es el caso de Les Jardins de Cocagne en Suiza, una cooperativa de productores y consumidores de verduras ecol贸gicas, fundada en 1978, y que agrupa a m谩s de 400 hogares. En B茅lgica, estas iniciativas se han desarrollado m谩s recientemente, a lo largo de los a帽os 2006 y 2007, sobretodo en Bruselas, donde en la actualidad encontramos a unas 200 unidades de consumo que reciben de forma regular fruta y verdura fresca a trav茅s de los GASAP (Grupo de Compra Solidaria a la Agricultura Campesina).

En Grecia, la crisis, y la p茅rdida de poder adquisitivo, dio lugar a la emergencia de pr谩cticas para el auto-abastecimiento alimentario al margen de los canales convencionales, a partir del apoyo mutuo y estableciendo una relaci贸n directa con el campesinado. As铆, surgi贸 el conocido como Movimiento de la patata, que facilitaba la venta directa de dichos productos en las ciudades, permitiendo unos mayores ingresos a los productores y abaratando el precio a los consumidores. De las patatas, se pas贸 a otros alimentos, en un ejercicio complementario a los grupos de consumo agroecol贸gicos ya existentes en el pa铆s.

Todas estas pr谩cticas ponen de relieve que es posible otro modelo de distribuci贸n y consumo de alimentos mediante una relaci贸n directa con el campesino y en base a unos criterios de justicia ambiental y social. Unas experiencias que se han venido multiplicando en toda Europa en los 煤ltimos a帽os, as铆 como otras que apuntan en la misma direcci贸n: mercados campesinos, distribuci贸n directa, huertos urbanos, redes de intercambio, cocina comprometida, comedores escolares ecol贸gicos.

Producir y alimentarnos de otro modo es posible. Todas estas iniciativas nos lo demuestran d铆a a d铆a.




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