OPINI脫N de Pura Mar铆a Garc铆a.- Siete y media de una ma帽ana: la de hoy.
Aunque en la p谩gina oficial del ministerio de Fomento, imagino que con el criterio de (in)utilidad que caracteriza al gobierno, sus menesteres y ministerios, aparece la important铆sima informaci贸n de que, el seg煤n c谩lculos del Observatorio Astron贸mico Nacional, el oto帽o de 2014 comenz贸 el martes 23 de septiembre a las 4h 29m hora peninsular, las calles de nuestras ciudades rezuman oto帽o desde hace a帽os. Los mismos a帽os que lleva atenazando nuestra existencia esa garra invisible llamada eufem铆sticamente con un nombre femenino, ¿c贸mo no?: la crisis.
Es un oto帽o de portones cerrados, de escaparates llenos de grafitis y vac铆os de maniqu铆es, llenos de una nada desordenada y contagiosa que se esconde, cuando puede, debajo de carteles con la forma impersonal de la desesperanza: SE VENDE, SE ALQUILA, SE TRASPASA, se huye, se sobrevive, se intenta no mirar atr谩s sin poder tampoco mirar hacia delante.
En uno de los bares que salpican la calle mostrando un falso espejismo de normalidad, apoyados en la barra, esperan sin esperar nada, hombres con la mirada baja, frente a carajillos de ron barato, frente un d铆a nuevo que todo lo tiene de igual al anterior. La radio escupe, y este es el verbo, el resumen del nuevo cap铆tulo de las que llaman tarjetas fantasma.
Cuando se destap贸 este en茅simo acto de irrespeto y terrorismo sibilino, delitos nada sibilinos y reincidentes, nos apresuramos, en los primeros instantes de shock, a denominar el nuevo-sempiterno caso de corrupci贸n con un t茅rmino ingl茅s. Imagino que tenemos tan imbuida la estupidez consumista y el aborregamiento que nos dejamos llevar entonces por la creencia de que lo de fuera es glamouroso y quisimos adornar una verg眉enza, otra m谩s, d谩ndole una denominaci贸n rimbombante y aparatosa. Les llamamos tarjetas black y nos frotamos los ojos y nos pellizcamos para ver si aquello, lo black, era real.
Dec铆a antes que la crisis es una garra invisible. Nunca antes algo invisible es, a la vez, algo que tiene tantos nombres y apellidos, siluetas con traje y cargo que viven, todas, en un extra帽o limbo que en nada se parece a nuestro intento de vida, de vivir. Los mismos son los mismos. Situados en la zona VIP donde interseccionan los que son, los que tienen, los que sostienen la m谩xima SIEMPRE vigente de tanto tienes tanto vales, hoy rectificada con la de tanto robas, tanto eres. En ese limbo donde no existe un solo d铆a de preguntarse c贸mo autoenga帽arse con una nevera semivac铆a o un trabajo perdido para siempre, habitan los Blesas, los Ratos, los unos y los otros. Y les va bien, les fue bien y me temo les seguir谩 yendo bien aunque ahora parezca que tiemblan, solo un poco, mientras se aferran a sus sillas con un No considero que el tema, aunque importante, sea motivo de mi dimisi贸n. Lo har茅 si los accionistas/los empresarios/ los etc me lo piden. Pero esos etc nunca lo pedir谩n, est谩n comprados con las mismas tarjetas, en una red p铆cara y sin l铆mite, que se premedita con una proporci贸n directamente inversa a la cualidad de “positivas” de las medidas que premeditan los fantasmas que hay tras las tarjetas 铆dem para hundirnos y carro帽ear.
Eran tarjetas black. Hoy son tarjetas fantasmas, guardadas en las billeteras fantasmas de delincuentes fantasmas. Eufemismos, como el eufemismo de no llamarles por su nombre: delincuentes. Eufemismo el evitar pensar que si Rato y c铆a tuvieran ojos m谩srasgados (Blesa los ha tenido siempre) podr铆an adjudicarse la categor铆a que con cierta alegr铆a otorgamos a las mafias chinas. Mafia fantasma, fantasmas que, sin embargo, no llevan los grilletes y la bola de hierro de los cl谩sicos fantasmas. Nada es un lastre para ellos.
Ni ellos se libran de las clasificaciones, los rankings y las tribus. Los hab铆a de oro y de plata, seg煤n el tipo de tarjeta y el l铆mite con el que se ilimitaban los robos, en cash o en talonario.
La radio escup铆a esta ma帽ana, hace unas horas, los 煤ltimos descubrimientos sobre los fantasmas con tarjeta:
no eran tarjetas de representaci贸n, esas declaran los movimientos, sino un sueldo extra, un B desmesurado que ten铆a, como agravante, que lo era a costa de la profundidad del agujero de la banca en el que nos han colocado s铆 o s铆 por sus delincuentes narices;
uno de los exconsejeros de Caja Madrid ha admitido que sab铆an perfectamente que las tarjetas no tributaban y que, en realidad, eran exactamente igual que un sobre, pero hecho de pl谩stico que jam谩s caducaba; las cuentas finales no se pueden determinar a fecha de hoy, pero se calcula que entre 2003 y 2010 los fantasmas habr铆an robado y estafado ( a esa Hacienda que tan espabilada es cuando nos mira las pobres cuentas pobres a usted y a m铆) unos 15,5 millones de euros;
los miembros del ‘plata’ de las tarjetas de Caja Madrid eran en 2003 los 20 representantes del consejo de administraci贸n, los 11 de la comisi贸n de control, y 1 consejero nombrado por la Asamblea de Madrid, un n煤mero fue variando con los a帽os; el l铆mite de las tarjetas plata oscilaba entre los 2.500 euros y los 3.000 al mes, y estaban vinculadas a una cuenta com煤n con un ‘bote’ de 93.600 euros mensuales. Es decir, 1.123.200 euros al a帽o a su disposici贸n que figuraban en la cuenta “gastos de 贸rganos de Gobierno”;
Hacienda detect贸 durante varios ejercicios, anteriores a 2007, que muchos de esos importes no pod铆an ser deducidos por Caja Madrid como gastos de representaci贸n en el impuesto de sociedades porque eran injustificables, y sancion贸 a la entidad aunque nunca se lleg贸 a la ra铆z del problema y la entidad sigui贸 con esa pr谩ctica tan productiva;
A 21 miembros de la comisi贸n ejecutiva de Caja Madrid, entre otros Rodrigo Rato, Miguel Blesa, o Ildefonso S谩nchez Barcoj, y a los directivos les toc贸 una tarjeta fantasma oro, adem谩s de la correspondiente tarjeta de empresa de gastos de representaci贸n que ten铆an por su cara bonita. Su VISA ‘Business Oro’ carec铆a de l铆mite de gasto, pod铆an sacar en efectivo 600 o 1.000 euros diarios, gastos que escapaban al control de la Agencia Tributaria ya que Caja Madrid cargaba sus gastos a una cuenta de fallos inform谩ticos, a un error o cuenta de quebrantos que los ojos interesados de Hacienda nunca vio.
La radio escupe el (pen)煤ltimo cap铆tulo del en茅simo delito de los fantasmas que se parapetan en sus cargos. Ellos, los hombres con mirada baja que est谩n junto a m铆 en el bar siguen frente a un carajillo de ron barato, esperando sin esperanza. El oto帽o de comercios y corazones cerrados y en ruinas avanza por estas calles por las que jam谩s transitar谩n los fantasmas con tarjetas fantasmas.