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La desaparición de la izquierda peruana

OPINIÓN de Raúl Wiener, Perú.- Es verdad que la primera constatación que se puede hacer a partir de los resultados del 5 de octubre en Lima, es que el proyecto de Susana Villarán tuvo una profunda derrota. No hay forma de evadir esta conclusión. Y esto puede tener que ver con múltiples elementos que van desde problemas reales de gestión (decisiones audaces con ejecución deficiente; gerencias concentradas en personas de excesiva confianza pero no necesariamente las más capaces; mensajes contradictorios, como que no iría a la reelección y luego hacerlo; etc.,); oscilaciones en las políticas de alianza, que no marcaron una línea clara desde la elección, la revocatoria y la campaña del 2014, y que incluían las relaciones con la izquierda y los partidos de centro y centroderecha; errores en el diseño de la campaña en la que el “atrevimiento” perdió contenido y se convirtió casi en un desafío al sentimiento conservador y conformista que ya se expresaba en los electores.

A todo esto se le podrá agregar una anticampaña de prensa sistemática y apabullante que ha sido un ensayo de manipulación sobre lo que se puede hacer con la prensa concentrada con vistas al 2016. El manejo ha sido tan cínico que logró “naturalizar” o “sincerar”, vía una encuesta, la conciencia con que muchos electores estaban escogiendo a un candidato deshonesto del que esperaban lograr algunos beneficios concretos. A partir de aquí, efectivamente la contraposición en relación a corrupción-anticorrupción empezó a perder sentido. Lima está entrando por la ruta en que ya se metió hace tiempo la provincia constitucional del Callao donde el imperio de las mafias es casi absoluto. Unos tweet de García saludando la elección de Castañeda, Moreno y Sotomayor, y culpando al gobierno de la victoria de Santos, da un idea del bloque político que está madurando. Susana Villarán no pudo ser la alternativa a ello, por más que se lo propuso. Y que fue la única que se atrevió a hacerlo.

El balance desde la izquierda

Fuera de la alcaldesa, en esta elección hay un montón de muertos y heridos. Ahí están el PPC y Somos Perú que se creyeron los que se habían llevado la ganancia de la revocatoria del 2013 y ahora casi han desaparecido del único espacio de la política nacional donde tenían alguna vigencia, el fujimorismo que se quedó sin regiones y el APRA que murió en el otrora solido norte, y otros perdedores menores. Pero quién figura desde el 5 de octubre en la lista de desaparecidos es la izquierda que no puede explicar ninguna política coherente en las últimas elecciones. A pesar de la meritoria victoria de Santos, a la que Patria Roja le está sacando el máximo de brillo, como si hubiera sido lo único que hubiera sucedido, la verdad es que en el resto del país lo que se percibe es un enorme silencio. El mismo caso cajamarquino es como para meditar, porque la pregunta clave es si lo que ahí pasó refleja una tendencia con algún potencial nacional, o un disloque de algunas regiones en los que la lucha contra la actividad extractiva se mantiene terca, pero básicamente aislada. Santos ha crecido como líder regional, pero difícil creer que lo haya hecho como figura nacional.

Lo principal, sin embargo es que , en Cajamarca no hubo ningún frente amplio, rechazo a los candidatos naturales, elección interna con un militante un voto, etc. Fue simplemente el MAS, teniendo detrás a Patria Roja, el que decidió ir sólo a la batalla y el que no quiso entenderse con Tierra y Libertad, que luego de una etapa de repliegue definió otorgar su apoyo formal al candidato preso, cuando las encuestas ya decían que iba para ganador en primera vuelta. Pero si esa fue una táctica digamos victoriosa en un lugar, fue fallida o nula en otros lugares en los que la izquierda entró a la disputa con distintos membretes (Puno, Moquegua, Cusco y otros), y terminó desbordada por movimientos regionales más o menos radicales u oportunistas, ajenos al proceso de unificación que tan pomposamente se proclamó hace un año.

El tema de Lima es elocuente. Los partidos que en el 2010 acompañaron a Susana Villarán en lo que parecía una imposible disputa por la alcaldía de Lima (MAS-Patria Roja y Tierra y Libertad), que sabían que la candidata se situaba en el ala moderada y conciliadora, y a la que nunca le reclamaron que se sometiera a algún tipo de elección interna, fueron precisamente los que en el 2014 la abandonaron, en dos movimientos sucesivos, acusándola de buscar alianzas más allá de la izquierda y de creerse la candidata natural. ¿Por qué ese vuelco tan marcado de perspectivas de un período a otro? Algunos dicen que lo anterior fue la alianza de los que no estaban detrás de la candidatura de Humala, y eso los unió, pero no es verdad que Patria no quisiera ir con Gana Perú sino que falló en el intento, y es también cierto que en términos de elección presidencial Fuerza Social de Susana, Patria y TyL, reventaron de la peor forma por cálculos de cada uno respecto a lo que había que hacer en esa oportunidad.

Amplio, ¿cuán amplio?

A comienzos de año el Frente Amplio parecía existir en el entusiasmo de militantes de base de todo el país que llegaban para darle partida de nacimiento al nuevo experimento de unidad de la izquierda que se había puesto en marcha unos meses antes. Como siempre, se asumía que dado que las recientes actuaciones desunidas (tres candidaturas el 2006 y 1.4% como resultado; participación de un sector en el proyecto Humala y posterior ruptura), hacían inevitable pasar a una etapa de unidad para evitar nuevas derrotas. Este concepto a la defensiva, oscurecía el problema principal del encuentro de fundación del nuevo frente: no había una política clara para el período político inmediato que comprendía tanto las elecciones regionales y municipales, como las presidenciales del 2016.

Las respuestas a los desafíos de una derecha encorajinada, una prensa concentrada y un poder económico reclamando las contrarreformas que no consiguió con Fujimori, quedaron reducidas a respuestas orgánicas. La dirección la ejercen los partidos, los militantes individuales tendrán el derecho a voto, la inscripción será la de Tierra y Libertad que se cambiará de nombre, los acuerdos serán por consenso. La pobreza de estas ideas reflejaba una sola cosa: que los partidos seguirían decidiendo su política por cuenta propia e intentando llevarla a los consensos, que si no se conseguían no los obligaban, como en Cajamarca y otras regiones. En ese cuadro además qué podía significar un militante un voto, si es que tal cosa hubiera sido aceptada. ¿Un plebiscito sobre personas? Visto más allá, ¿hasta dónde podía llegar un desacuerdo? TyL, discrepó con la candidatura de Villarán y se fue con el registro que había puesto a “disposición de todos”, y empezó a circular por distintos lugares como si fuera un logo propio. Patria se puso al margen en Lima, el resto de partidos, cada uno hizo lo que creyó correcto al margen de todos los consensos.

Dos preguntas finales: si había una mejor candidatura que la de Villarán, no solo porque sirviese a fines izquierdistas propios: renovación, cambio generacional, decisión de las bases, sino porque pudiese disputar con cierto éxito una elección como la que se venía, ¿por qué Tierra y Libertad, que insiste en este punto, no peleó por ello o la sacó adelante con su inscripción, si además Susana se había corrido hacia la derecha y pactado con un partido corrupto? No lo hicieron porque no tenían confianza en sus propias propuestas y prefirieron el cómodo papel de esperar que pasara el cortejo de la alcaldesa derrotada para empezar sus balances sobre lo que debió hacerse y lo que tampoco hicieron.

Y, concluyendo, otra vez la pregunta, ¿qué es un frente amplio en las actuales circunstancias? ¿Una junta de izquierdistas marginales que de amplitud no tiene nada?, ¿un intento de unir a la izquierda para alianzas con otros sectores ante los riesgos principales de la coyuntura?, ¿algún tipo de ilusión de volver al año 2000, cuando todos parecían estar contra el autoritarismo corrupto, que es precisamente la ilusión que se diluyó en los siguientes 14 años? Mientras la izquierda no deje de hacerse trampas en su propio lenguaje, no sabrá de lo que está hablando. Y sin claridad es imposible que salga de su actual marasmo.




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