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Perú. Radicales y los otros

OPINIÓN de Raúl Wiener, Perú.- Carlos Meléndez es el único columnista de la gran concentración que está contento con el resultado de Cajamarca. Mientras que para Aldo M ha comenzado el apocalipsis y vamos a irnos de cabeza a la recesión por culpa de los “electarados” que se han creído el cuento de las lagunitas y ahí se acaba todo el asunto, Meléndez después de varias notas reciente embellecedoras del “fujimorismo democrático” que podrían tomarse como un ablandamiento del terreno para las siguientes elecciones, ha salido ahora ha descubrir el potencial social de la izquierda en movimientos de base, como los campesinos de Cajamarca.

Cuán sincero sea su entusiasmo, no lo sé. Pero lo que si es manifiesto en su intención es contraponer a la izquierda urbana y limeña, que según él no pronuncia una frase completa sin mencionar a Paniagua, con la antiextractivista. Una ya fue y la otra está empezando a ser. Este sería el mejor balance de las elecciones en Lima y la sierra norte. Casi como que la izquierda debería estar satisfecha de representar los radicalismos provincianos y hasta ahí nomás. Pero veamos un detalle: el movimiento cajamarquino reconoce la dirección de uno de los partidos más emblemáticos de izquierda y al que muchos ven de lo menos actualizado.

Otros procesos responden a lógicas y conducciones diferentes. En Puno, Aduviri es un radicalismo anti-Estado, por fuera de la izquierda histórica, que nadie sabe hasta dónde podrá ir. En Junín, Vladimir Cerrón tiene su partido regional que aspira a nacional y que no ha mostrado mayor interés en conectarse con la “otra izquierda”. Podría seguirse con las provincias o distritos donde los resultados trasuntan exigencias sociales y ambientales fuertes. Y la conclusión es que aún estamos muy lejos de una corriente frente a los daños de la gran minería a nivel nacional. Tenemos expresiones regionales o locales, y nada más.

Pero aún si se diera la confluencia con la que sueñan algunos de los duros (algunos no tanto), la pregunta que quedaría es saber si por esa vía se puede buscar una solución de poder. Como no se trata para nada de “fregar por fregar”, como pretende Alditus, que parece que lo que ha fregado es el cerebro, sino exigencias de distinto tipo y en distinto grado de desarrollo. Si en Cajamarca es claro que la población no quiere Conga, lo mismo que en Islay rechazan el proyecto Tía María o en Cañaris no aceptan ni oir hablar de minas, en otros lugares lo que se plantea el pueblo es un trato distinto con la inversión: mayor canon e inversiones, medidas ambientales, mayor control de la gestión, participación de las organizaciones en las decisiones, etc.

El tema de Meléndez es, sin embargo, si una opción de izquierda puede ser solo eso. O si lo que para él es un foso infinito entre distintos sectores, es en realidad una de las brechas que se deben cerrar después del 5 de octubre, para hacer política nacional.




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