OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- Cuando este a帽o se acercaba la Noche Buena, los medios de comunicaci贸n alimentaban la curiosidad de los ciudadanos en torno al primer discurso de Felipe VI como rey. Durante muchos a帽os hab铆amos sentido la voz gutural de Juan Carlos I. Ahora la prensa escrita, la radio, las diversas cadenas de televisi贸n apostaban por ser los videntes que adivinaban los temas preferidos por el nuevo monarca. Y sobre todo animaban a percibir entre l铆neas alusiones a su hermana Cristina como candidata a un banquillo ante el juez Castro. Entre l铆neas, se aseguraba, porque era evidente que no iba a mostrar sus regocijo o su pena al ver a la esposa de Urdangar铆n sentados ante la justicia hasta que la muerte, o la c谩rcel, los separe.
Las redes sociales y la calle en general se mostraban indiferentes, o en el mejor de los casos, esc茅pticos, ante las palabras del rey reci茅n nacido como rey (me refiero al Palacio de la Zarzuela, no al portal de Bel茅n). El pueblo est谩 cansado de palabras. Pesan sobre las espaldas promesas, an谩lisis, aseveraciones vac铆as de contenido. Pero entre el hambre de muchos est贸magos vac铆os y el caviar de otros se colaba el sonido de la televisi贸n.
Dicen que tard贸 dos minutos en arremeter contra la corrupci贸n. Es un tema que ocupa el segundo lugar entre las preocupaciones de los ciudadanos, despu茅s del paro. Un 63% viven preocupados por ella y de esa preocupaci贸n se desprende el alejamiento de una gran mayor铆a de la pol铆tica y la condena de los pol铆ticos medidos todos de forma injusta por el mismo rasero. Todos son iguales. Todos son corruptos y en consecuencia es lo mismo que gobiernen unos que otros. Y el rey exigi贸 una voluntad decidida para extirpar de ra铆z esa corrupci贸n.
Habl贸 a continuaci贸n de Catalu帽a, del amor que todos sentimos por esa herida sangrante en el costado noreste de la pen铆nsula. El amor infinito hacia esa comunidad de todos, incluso de los que en su d铆a pidieron el boicot de sus productos y montaron mesas por todo el pa铆s para demostrar precisamente un desamor, un despecho, un rechazo. Son los mismos que hoy cortejan a esa pr贸spera regi贸n y que desean llevarla por la cintura y besar sus labios pisando la espuma mediterr谩nea. El amor es voluble. Va y viene como las olas del mar. Y aquellos que la maltrataron, retiran las denuncias de la comisar铆a y juran amor eterno.
Felipe VI deb铆a sentirse cansado al final de su discurso, cuando abord贸 la preocupaci贸n primera de los espa帽oles: el paro. Y cuando decimos paro, decimos desesperaci贸n, hambre, desahucios, imposibilidad de pagar medicamentos, necesidad de vivir separadas las parejas, comer a costa de los quinientos euros de pensi贸n de los abuelos, emigraci贸n, juventud sin futuro, angustia hasta el suicidio. Pero el rey deb铆a estar ya cansado y pronto pas贸 a hablar de la econom铆a.
La econom铆a va bien. Somos el asombro del mundo. Vamos ganando por m谩s de medio cuerpo en esa h铆pica europea. La crisis es historia. Nadie lo hubiera pensado hace dos a帽os. Pero Rajoy es el milagro econ贸mico, como en su momento lo fue Aznar o la mism铆sima Alemania de posguerra. Y ah铆 est谩n las pruebas: una mejor sanidad, m谩s universal, una mejor educaci贸n, una grandiosa creaci贸n de empleo, un estado de bienestar infinitamente m谩s brillante que el que le dej贸 la maldita herencia recibida
Si los discursos del rey los escribe el gobierno de turno o al menos los supervisa para que Zarzuela no clave un rej贸n a Moncloa, uno se pregunta por qu茅 ese discurso no lo lee el presidente del gobierno o en su defecto Rafael Hernando, ese portavoz equilibrado, sereno, gran orador como lo denomina Eduardo Inda. Aunque en realidad quien ser铆a un defensor puro, limpio e imparcial ser铆a Marhuenda.
Pero lo que realmente me preocupa es que si los discursos del rey los escribe o supervisa el gobierno, las palabras reales de este a帽o pertenecen al g茅nero del cinismo m谩s absoluto. Que el gobierno sustentado por un partido hundido hasta el cuello en la corrupci贸n hable de la urgencia de erradicarla mientras pone zancadillas a la investigaci贸n judicial, mientras nos miente sobre B谩rcenas y destruye discos duros de ordenador, mientras el fantasma de Aguirre est谩 ahogada por la p煤nica y aspira al mismo tiempo a la alcald铆a de Madrid, mientras miente sobre su conocimiento de alcaldes a los que afirma no conocer y posteriormente tiene que reconocer que fue ella quien los puso como candidatos, mientras se niegan a investigar a Rato y sus aventuras en Bankia, a uno le suena a cinismo.
Balduino de B茅lgica renunci贸 al trono durante un d铆a para no tener que firmar una ley sobre el aborto. Felipe VI deber铆a haber renunciado a la jefatura del estado por un d铆a para no ser c贸mplice del m谩s putrefacto cinismo.
Demasiado pedir. En las mismas exigencias sobre la corrupci贸n se esconde el cinismo de consentirlas como un estilo de gobernar. Nadie tiene las manos limpias, ni siquiera en Navidad.