OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- Ni siquiera llega a la plenitud er贸tica matem谩tico-sexual. No alcanza esa hondura. Se queda en un sesenta y tres. Pero es una cifra lo suficientemente alta como para que estemos preocupados por la supervivencia de una democracia que es responsabilidad de todos.
Seg煤n la encuesta del CIS esa es la cifra de espa帽oles preocupados por la corrupci贸n en nuestro pa铆s. Hubo tiempos para el terrorismo. En cualquier esquina se escond铆a una ametralladora. Todos nosotros ten铆amos nucas de cristal para balas que se alimentaban de sangre.
Ahora figura en primer lugar el paro. Y cuando digo paro digo hambre, angustia, desesperaci贸n, v茅rtigo. Digo ni帽os con est贸magos vac铆os, viejos sin la alegr铆a de la jubilaci贸n estirando quinientos euros para repartir c茅ntimos de sopa entre siete de familia. Digo alba帽iles sin andamio, taxistas sin volante, agricultores sin migas y tocino a media ma帽ana.
El paro viene siendo desde hace tiempo ese atraco a la alegr铆a, a las ganas de vivir, a veces incluso al gozo de ser padres. Porque no hay ganas de besos, de caricias, de encuentros en plenitud. Porque maldita la hora del amor, la luz de las estrellas, la luna que nos enamor贸 una noche y que hoy se llama Mar铆a, Paco o Rafa. Maldita la hora en que los pusimos en el mundo par no poder regalarles un caballo de cart贸n, un bal贸n o ese sue帽o que nos dejaron en la carta m谩s hermosa cuando 茅l era un Melchor de nieve y ella un emperatriz con lunas en el pecho. Eran sus reyes magos, su navidad, la belleza encerrada en cuatro letras: Pap谩-Mam谩.
Y detr谩s de esa frustraci贸n vital de la falta de trabajo, de la conciencia de esclavitud que algunos quieren imponer, de la indignidad chantajista de trabajar doce horas y percibir un sueldo minimizado de cuatro y a la que pretenden que se est茅 agradecido porque m谩s corn谩s da el hambre, la visi贸n en tres dimensiones de la corrupci贸n que crea una abismo de separaci贸n cada vez mayor entre pobres que no pueden serlo m谩s y ricos que siempre aspiran a alcanzar mayores metas de riqueza. Y la visi贸n de que los segundo la alcanzan a costa de los primeros.
La corrupci贸n maldita de la palabra, de la promesa hecha por quien sabe que no va a cumplirla porque su meta es un cambio del orden social, con un liberalismo a cuestas que proclama que hay que entregar a los poderosos la riqueza de la tierra para que la administren, para que se sirvan de ella y dejen migajas, s贸lo migajas suficientes para que el obrero mantenga su capacidad productiva sin que se le suba a la cabeza su destino de creador del mundo. Los pobres s贸lo tienen un derecho y hay que ayudarlos a que los desarrollen. Es el derecho a ser para siempre pobres.
Y esta visi贸n del mundo, de la historia, de los valores es lo que conduce inevitablemente a la corrupci贸n econ贸mica. Se roba porque se tiene derecho, oportunidad, conciencia clara de impunidad. Porque no se roban unas naranjas, porque no se esconde debajo de la falda o el pantal贸n un chorizo, porque no se disimulan unos yogures en el sujetador para que el rubio mame la vida como mama la teta hermosa de la madre. Esos no son corruptos. Son ladrones y deben pagarlo con c谩rcel, con antecedentes policiales que adviertan de su perversi贸n cuando vayan a solicitar un trabajo.
Los corruptos son una categor铆a respetable. Desfalcan bancos como presidentes honorables que desayunan con ministros y con el Ibex treinta y tantos en el Palace. Se auto indemnizan con millones porque sus m茅ritos alcanzan la gloria de Bernini, porque los gemelos, las corbatas, los trajes, los coches con conductor. Estos no son ladrones. Son corruptos respetables, porque tienen carrera, porque un ministerio, una empresa importante, el Fondo Monetario Internacional, la presidencia de…los m茅ritos por…la vinculaci贸n con…
Pero los pobres no son ciegos. Y el sesenta y tres por ciento es consciente de que tanta miseria, tanta hambre, tanto cajero-dormitorio, tanto desahucio, tanta cola de est贸magos vac铆os, tanta verg眉enza de pedir una limosna en el banco de alimentos. Y nace la angustia, y crece la desesperanza, el hermetismo de un futuro degollado. Y puede crecer el odio, y azuzar la necesidad de la propia dignidad, y aullar la falta de derechos, la carencia de sanidad, de docencia, de desilusi贸n de viejos frustrados, de muchachos sin esperanza. Y no quiero imaginar las consecuencias. No animo a nada, no hago apolog铆a de nada, no incito a nada. S贸lo soy consciente de que las circunstancias frecuentemente desembocan en un delta peligroso donde no importa lo que a muchos les suceda porque no ser谩 peor de lo que les est谩 sucediendo.
Muchos logros se nos pueden romper entre las manos.