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El ministro del miedo

OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- Hay ministerios para todo. Para buscar petr贸leo inexistente, para crear empleo destruy茅ndolo, para bajar los impuestos subi茅ndolos, para hacer de los enfermos una mercanc铆a y vend茅rsela al mejor postor. Hay incluso un ministro para meter miedo y llamar a gritos al t铆o del saco, al coco que asusta para que ponga a los ni帽os malos de cara a la pared, a rezar tres rosarios con los brazos en cruz y a castigar con la ceguera a los que se meten las manos en los bolsillos para tocar lo que no se debe tocar hasta que el santo matrimonio no permita entregarlo a una novia blanca y radiante despu茅s de cantarle bendita sea tu pureza.

Ha ardido Par铆s. Se le ha quemado la sangre de la alegr铆a. Alguien levant贸 las compuertas de la sonrisa y empez贸 a inundarse Francia entera, el mundo entero con un dolor 谩spero, amargo, como membrillos verdes. Muertos con ata煤des llenos de carne irreverente e iron铆a pintada en la madera. Era casi (que nadie me malinterprete) un entierro hermoso. Sonaron las paletadas de tierra y de nuevo germin贸 la alegr铆a.

Acudi贸 a Par铆s la gente importante. Jefes de estado y primeros ministros. Traje oscuro, corbata negra y un luto impostado. Un poco rid铆cula la comitiva enlazada por el brazo con Merkel, mariano Rajoy y el primer ministro griego. Un triunvirato siniestro, adulador de la emperatriz de los recortes, las exigencias y los campos de concentraci贸n con el hambre dentro.

Defend铆an la libertad de expresi贸n. Unos fan谩ticos le hab铆an roto la nuca a la libertad. Y ellos, defensores de los derechos humanos, de las libertades, del estado de bienestar, sacaban pecho frente a las metralletas y proclamaban con su presencia que la defender铆an porque ella vertebra la democracia y la define. Adem谩s estaban en Francia donde la igualdad, la fraternidad y la libertad son la trinidad laica que hace del pa铆s una identidad revolucionaria. Pero a uno se le antoja farsa y no testimonio de realidad sentida, defendida y propiciada. Miraba uno los rostros contradictorios de esos mandatarios y no pod铆a por menos que blasfemar de los que aseguraban que estaban honrando los derechos humanos que hab铆a costado vidas y la realidad de sus pa铆ses donde se proh铆be absolutamente esa libertad o se equipara un acto noble a un acto de terrorismo. Un escrache es asimilable a un acto terrorista. Sin comentarios.

Esos mandatarios hac铆an c谩lculos y llegaban a la conclusi贸n de que era el momento de comprar miedo porque cotizaba a la baja. Hay que aprovechar las oportunidades del mercado. Europa se estremece. Las puertas, las ventanas se cierran en se帽al de luto, pero sobre todo en se帽al de miedo. Todo est谩 a media asta, menos las intenciones de los primeros ministros que andan justificando lo contrario de lo que dicen defender. Les crece una palabra bendita: seguridad. Es la piedra filosofal. Al miedo se le combate con seguridad. Y maquinaban el precio de la seguridad que resulta ser la falta de libertad. Surge entonces la disyuntiva: o seguridad o libertad Y en una jerarqu铆a de vivencias la elecci贸n est谩 clara, sobre todo porque los gobiernos y en concreto los ministros del miedo, parten de una elecci贸n: la seguridad. Y gritan que el pueblo (pobre pueblo) prefiere la seguridad aunque se menoscabe la libertad. Entonces surgen los c贸digos penales, las leyes de seguridad ciudadana. C贸digos y leyes que obedecen a un supuesto prejuicio porque ellos saben que la ciudadan铆a elegir谩 la seguridad, aunque sea a costa de la libertad. No preguntan. Lo dan por supuesto. Y se da por supuesto que nadie exigir谩 disfrutar de ambas coordenadas de manera simult谩nea. Nadie estar谩 tan fuera de s铆 como para exigir de un gobierno la garant铆a absoluta de la libertad junto a la garant铆a de la seguridad.

Por eso son necesarias las restricciones al derecho de huelga, la posibilidad de escuchas telef贸nicas sin autorizaci贸n judicial, la conversi贸n en delito una actuaci贸n de escrache que adem谩s pasa a equivaler a un acto terrorista, la supuesta desobediencia a la autoridad dictada por la propia polic铆a y no por un juez, la supervisi贸n de las redes sociales, la censura sobre lo que uno lee o escribe y as铆 una serie de amputaciones de la libertad.

All铆 estuvieron, en la hermosa ciudad luz, en la cuna revolucionaria que instaur贸 derechos inalienables. All铆 estuvieron condenando a quienes se opusieron de forma b谩rbara y mortal a la libertad de existir con la alegr铆a en el alma. All铆 estaban rindi茅ndole culto mientras imaginaban la manera de coartarla bajo la farisaica y c铆nica capa de la seguridad.

No estamos seguros. Pero sobre todo somos un poco menos libres. Nada ha valido la pena. Los se帽ores importantes que se enjugaban las l谩grimas con un pa帽uelo impoluto han utilizado ese mismo pa帽uelo para taparnos la boca.

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