OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- Hab铆amos vivido con el miedo en las venas. Las dictaduras lo convierten en un elemento indispensable. Un miedo l configurado por el instinto de conservaci贸n. El dictador coloca en la nuca del alma una pistola con el tambor cargado y no hay posibilidad de salvar el cr谩neo, porque esa pistola es un bosque de balas. No queda hueco para la esperanza y uno siente a cada momento la frialdad del ca帽贸n que roza las sienes y se deslumbra con el brillo de la culata. La dictadura es un mapa de miedos.
Confieso que sufr铆 ese miedo. Circunstancias de aquel tiempo aceleraron con frecuencia el pulso y agitaron la respiraci贸n y se produjeron jadeos y gemidos por el orgasmo f煤nebre que produce la piel de la muerte. S贸lo me sent铆 libre, sin miedo, con la llegada de la democracia, cuando los fusiles s贸lo disparaban claveles perfumado de loewe. Entonces empec茅, como tantos y tantos, a disfrutar de los cerezos en flor.
Con treinta y tantos a帽os, ya no deber铆amos hablar de joven democracia. Su hermosa madurez deber铆a invitarnos a sentir una pasi贸n indomable por su piel y una necesidad de besar su silueta frutal con sabor a tiempo nuevo, fecundo, capaz de engendrar la alegr铆a de vivirla.
Pero entonces aparecen los partidos pol铆ticos, indispensables para que la libertad de elecci贸n consume la libertad interior y dignificante de la ciudadan铆a. Y la vocaci贸n de servicio (¿o de s贸lo poder?) que llevan dentro hace que la competici贸n por alcanzar el gobierno se revista de promesas incumplidas a posteriori con el consiguiente desenga帽o de un amor fracasado. Pero ya es tarde para el despecho y para irse con otra. El poder del elegido condena las protestas, promulga leyes mordazas y los polit贸logos pegados al poder exigen aguantar cuatro a帽os. Las manifestaciones, las huelgas, las protestas, son conspiraciones de una extrema radical como Caritas o las ONG preocupadas por el hambre, la dependencia, las ayudas a familias sin ingresos o los enfermos sin sanidad. Pero hay que aguantar porque el poder obtenido en las urnas se siente con el derecho a decir que esa realidad es falsa y que somos un pa铆s potente entre los potentes, y que la creaci贸n de empleo es espectacular, y que el estado de bienestar es mucho m谩s bienestar, y que se han suprimido los desahucios porque el techo cobija la dignidad humana y que…Pero nada de los ya conseguido puede igualar el horizonte hacia el que caminamos si usted nos da su voto incondicional, porque entonces plantaremos cara a la Merkel, presionaremos a Europa porque somos el Cid, tendr谩 que rendirse la toyka porque vive en nosotros el guerrero del antifaz. Y Mariano se viste de Roberto Alc谩zar y Pedr铆n porque por h茅roes acumulados que no quede.
Pero en el interior de ciertos partidos brota el miedo. Miedo a la memoria de los votantes que recuerden enga帽os anteriores, promesas conscientemente hechas a sabiendas de la imposibilidad de su cumplimiento, proyectos fiscales que contaban ya con recortes en todos los 贸rdenes, tres millones de empleos con una reforma laboral prevista que rebajar铆a al obrero a la categor铆a de esclavo… Y si el electorado tiene memoria, el miedo les crece en los adentros. Entonces, esos artesanos del enga帽o que perfilan la actitud debida que deben realizarse en los m铆tines, llegan a la conclusi贸n que debe trasladarse el miedo propio a las venas de los que eligen. Y distorsionan el pasado para llegar a decir que la historia lo arrincona todo menos a los grandes partidos. Y que los que aparecen en escena por primera vez son puros figurantes a los que hay que eliminar una vez acabada la escena principal y a los que no hay nada que agradecerles y les basta con un bocadillo de mortadela.
Los nuevos partidos –se argumenta- no tienen experiencia de gobierno, como si los que han estado vigentes hasta ahora hubieran nacido en cuna de ordeno y mando y fueran los herederos l贸gicos de una sangre parecida a la azul de los monarcas. Por esa falta de experiencia y por un pasado radical, subversivo, antisistema, nunca pueden erigirse en mandatarios del pa铆s. Esperanza Aguirre, esa grotesca sexagenaria capaz de enfrentarse a su propio partido, llega a afirmar que si elegimos a algunos de esos principiantes no volveremos a tener una votaciones limpias porque su esfuerzo va dirigido a la destrucci贸n de las libertades y de la democracia. Ellos –partido popular, por ejemplo- descendiente de un firmante de penas de muerte, son los dem贸cratas de toda la vida.
Y de esta forma se traslada el miedo propio a la sociedad si 茅sta elige en libertad a alguien que no sean esos dem贸cratas de siempre. Yo o la nada. Lo que represento o el abismo. Fuera de m铆 no hay salvaci贸n, como dicen las religiones. El estado soy yo, con la soberbia que encierra esta mitoman铆a repugnante. S贸lo unos pocos –los de siempre- tienen derecho a hacer pol铆tica. Con lo cual la democracia pasa a ser una aristocracia, porque en los genes de unos elegidos va la hechura de la historia.
Hay una salvaci贸n excluyente. A los que no la acepten, se los lleva el hombre del saco.