OPINI脫N de Carolina V谩squez Araya.- Los ataques en Estados Unidos contra ciudadanos afroamericanos son parte de todo un sistema moral caduco y peligroso.
Amparados en la segunda enmienda constitucional, la cual textualmente reza “Una bien regulada milicia es necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a tener y poseer armas no debe ser violado”, ciudadanos y residentes legales de ese pa铆s tienen en su poder cerca de 200 millones de armas de diverso calibre.
Pocos son los requisitos para hacerse con una pistola 9mm o un rifle de alto poder. De acuerdo con las afirmaciones del due帽o del negocio donde el joven coreano responsable de la matanza de Virginia se apertrech贸 de armas y municiones, “esto (la tragedia) no hubiera ocurrido si las armas estuvieran permitidas en el campus”. Es decir, el argumento de este experto descansa sobre las bondades de una poblaci贸n totalmente premunida de pertrechos de guerra, capaz de reaccionar a tiros ante cualquier amenaza.
El problema, sin embargo, tiene otras dimensiones. Y a pesar de que se podr铆a politizar el comentario y satanizar la cultura estadounidense a partir de los delirios belicistas de su ala republicana, no ser铆a justo con una buena parte de su poblaci贸n, cuya vocaci贸n de paz y democracia ha prevalecido en las 煤ltimas encuestas contra la guerra.
Para entender el fen贸meno, cuyas manifestaciones han dejado ya de ser casos aislados, es preciso medir el impacto en las nuevas generaciones de un sistema de vida hedonista, m谩s orientado a priorizar sus necesidades de consumo y de entretenimiento-basura que dar una atenci贸n preferencial al cultivo de la mente y del esp铆ritu.
A esto se suma -¡oh, colmo de la libertad empresarial!- una total falta de control en la creaci贸n, promoci贸n y comercializaci贸n de pel铆culas y videojuegos destinados a absorber la atenci贸n de ni帽os y adolescentes justamente en su etapa de formaci贸n de valores, y cuyo tema central son los m谩s sofisticados m茅todos de aniquilaci贸n de otros seres humanos, usando para ello toda clase de armas letales.
El derecho de poseer y portar armas de fuego ha sido defendido por los miembros de la poderosa Asociaci贸n Nacional del Rifle de Estados Unidos, pero estos se帽ores no est谩n solos. Su postura –y tambi茅n la vigencia de la Segunda Enmienda- cuenta con el apoyo de muchos ciudadanos que ven en esta actitud heredada de sus ancestros uno de sus derechos sagrados, una forma de libertad.
La libertad, as铆 como la democracia, es un concepto relativo y su significado se interpreta de muy distintas maneras. Pero este concepto filos贸fico ha sido tambi茅n la excusa esgrimida por muchos l铆deres para aniquilar a otras culturas, para dominar otros territorios, para adquirir otras riquezas y, de paso, para asesinar a quienes quedan atrapados en medio.
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