OPINI脫N de Ram贸n Cotarelo/ Palinuro.- Para que haya justicia, como sabe todo el mundo, debe ser impartida por jueces libres, independientes e imparciales que, como dec铆a un militar del ej茅rcito espa帽ol, "nada tengan que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad". Esos tres requisitos son de distinto calado. En cuanto seres humanos dotados de raciocinio, autonom铆a y libre albedr铆o, la libertad se les presupone. Nadie atender铆a a un juez que estuviera encadenado. Eso es obvio y vale tambi茅n para el otro tipo de libertad, el moral. Los seres humanos somos libres. Lo somos incluso cuando decimos o hacemos el mal, pretextando que est谩bamos coaccionados. Fuimos libres y elegimos ceder a la coacci贸n. Salvo los reducidos a cautiverio f铆sico, los jueces son siempre libres. Libres de hacer justicia o hacer injusticia. Es cosa de su conciencia.
Los otros requisitos son m谩s tornasolados. Dos de los jueces que, gracias a los equilibrios y normas de distribuci贸n y reparto de tareas, entender谩n de los casos de la G眉rtel y los papeles de B谩rcenas, que afectan directamente al partido del gobierno, esto es, Enrique L贸pez y Concepci贸n Espejel ofrecen motivos fundados para poner en cuesti贸n su imparcialidad. Dos de las acusaciones particulares, el PSOE y la Asociaci贸n de Abogados Dem贸cratas de Europa (ADADE) est谩n elaborando los escritos de recusaci贸n. Tanto L贸pez como Espejel han dado suficientes muestras de familiaridad y hasta intimidad con los gobernantes. No es solamente que el PP los propusiera en su d铆a para vocal铆as del Consejo General del Poder Judicial, pues eso en s铆 mismo no es significativo. Es l贸gico que estas designaciones que la ley reserva a los partidos se hagan con criterios de proximidad ideol贸gica, pero eso no tiene por qu茅 afectar a la imparcialidad de los nombrados. Y, sin embargo, en los dos casos, dicha imparcialidad es muy cuestionable porque los dos han dado sobradas muestras de cercan铆a, frecuencia de trato y simpat铆a con los gobernantes de la derecha. Espejel no se ha recatado en admitir su gran amistad con Cospedal, quien la condecor贸. En cuanto a L贸pez, ser铆a un desagradecido si no reconociera los esfuerzos cicl贸peos que estuvo haciendo el PP para favorecerlo con un puesto en el Tribunal Constitucional incluso cuando no reun铆a los requisitos. Ser铆a muy desleal por su parte no ser agradecido.
Podr铆a decirse que, habiendo sido como hayan sido las previas relaciones entre los magistrados en cuesti贸n y los gobernantes, llegado el momento de hacer justicia, a los jueces les ocurre lo que a a Thomas Beckett frente a Enrique II: muy amigos y compadres, pero, cuando se trata de la dignidad de la Iglesia y el inter茅s de la Corona, ya no hay amistad ni compadreo que valgan. Y, llegado el momento, Beckett paga con su vida por su independencia. Siendo los nuestros tiempos m谩s suaves, es poco probable que los magistrados pagaran con sus cabezas por sus actos, as铆 que no hay raz贸n para que estos no sean intachables. Y, si la hay, tendr谩n efecto las recusaciones de las partes.
A decir verdad, la turbulenta historia del juez L贸pez despierta preocupaci贸n no ya solo debido a su imparcialidad sino tambi茅n a su independencia. Su intensa actividad de colaboraci贸n con la Fundaci贸n FAES, el think tank de la extrema derecha neoliberal, que posiblemente haya sido remunerada, plantea, efectivamente, una seria objeci贸n al comportamiento de un juez que no solamente mantiene relaciones de amistad con el pr铆ncipe sino que se ha encomendado a su magnificencia.
Este es igualmente el problema que se plantea con ese presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc铆a, que cobra un plus de 1.300 euros al mes directamente del gobierno andaluz en concepto de dietas o vi谩ticos o algo as铆. En principio, no es absurdo que un funcionario del Estado reciba un complemento de ese Estado del cual, por lo dem谩s, tambi茅n recibe el sueldo. Y no se olvide que la Junta de Andaluc铆a es, a todos los efectos, el Estado en Andaluc铆a. Por supuesto, tampoco es lo mismo que el magistrado cobre del Estado que de un partido v铆a Fundaci贸n, si cobr贸. Pero aun as铆 no parece bien y precisamente porque no parece bien, la medida se tom贸 mediante acuerdo secreto. Por algo ser铆a.
Los jueces son uno de los estamentos peor valorados por la opini贸n p煤blica, escasamente por encima de los pol铆ticos, que ya es decir. Y con casos como los considerados es poco probable que mejoren su posici贸n. Sobre todo frente a una opini贸n p煤blica que contempla desmoralizada c贸mo los jueces que se atienen a su deber en conciencia y se enfrentan al pr铆ncipe, acaban expulsados de la carrera.
Y sin jueces justos no hay democracia.
Los otros requisitos son m谩s tornasolados. Dos de los jueces que, gracias a los equilibrios y normas de distribuci贸n y reparto de tareas, entender谩n de los casos de la G眉rtel y los papeles de B谩rcenas, que afectan directamente al partido del gobierno, esto es, Enrique L贸pez y Concepci贸n Espejel ofrecen motivos fundados para poner en cuesti贸n su imparcialidad. Dos de las acusaciones particulares, el PSOE y la Asociaci贸n de Abogados Dem贸cratas de Europa (ADADE) est谩n elaborando los escritos de recusaci贸n. Tanto L贸pez como Espejel han dado suficientes muestras de familiaridad y hasta intimidad con los gobernantes. No es solamente que el PP los propusiera en su d铆a para vocal铆as del Consejo General del Poder Judicial, pues eso en s铆 mismo no es significativo. Es l贸gico que estas designaciones que la ley reserva a los partidos se hagan con criterios de proximidad ideol贸gica, pero eso no tiene por qu茅 afectar a la imparcialidad de los nombrados. Y, sin embargo, en los dos casos, dicha imparcialidad es muy cuestionable porque los dos han dado sobradas muestras de cercan铆a, frecuencia de trato y simpat铆a con los gobernantes de la derecha. Espejel no se ha recatado en admitir su gran amistad con Cospedal, quien la condecor贸. En cuanto a L贸pez, ser铆a un desagradecido si no reconociera los esfuerzos cicl贸peos que estuvo haciendo el PP para favorecerlo con un puesto en el Tribunal Constitucional incluso cuando no reun铆a los requisitos. Ser铆a muy desleal por su parte no ser agradecido.
Podr铆a decirse que, habiendo sido como hayan sido las previas relaciones entre los magistrados en cuesti贸n y los gobernantes, llegado el momento de hacer justicia, a los jueces les ocurre lo que a a Thomas Beckett frente a Enrique II: muy amigos y compadres, pero, cuando se trata de la dignidad de la Iglesia y el inter茅s de la Corona, ya no hay amistad ni compadreo que valgan. Y, llegado el momento, Beckett paga con su vida por su independencia. Siendo los nuestros tiempos m谩s suaves, es poco probable que los magistrados pagaran con sus cabezas por sus actos, as铆 que no hay raz贸n para que estos no sean intachables. Y, si la hay, tendr谩n efecto las recusaciones de las partes.
A decir verdad, la turbulenta historia del juez L贸pez despierta preocupaci贸n no ya solo debido a su imparcialidad sino tambi茅n a su independencia. Su intensa actividad de colaboraci贸n con la Fundaci贸n FAES, el think tank de la extrema derecha neoliberal, que posiblemente haya sido remunerada, plantea, efectivamente, una seria objeci贸n al comportamiento de un juez que no solamente mantiene relaciones de amistad con el pr铆ncipe sino que se ha encomendado a su magnificencia.
Este es igualmente el problema que se plantea con ese presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc铆a, que cobra un plus de 1.300 euros al mes directamente del gobierno andaluz en concepto de dietas o vi谩ticos o algo as铆. En principio, no es absurdo que un funcionario del Estado reciba un complemento de ese Estado del cual, por lo dem谩s, tambi茅n recibe el sueldo. Y no se olvide que la Junta de Andaluc铆a es, a todos los efectos, el Estado en Andaluc铆a. Por supuesto, tampoco es lo mismo que el magistrado cobre del Estado que de un partido v铆a Fundaci贸n, si cobr贸. Pero aun as铆 no parece bien y precisamente porque no parece bien, la medida se tom贸 mediante acuerdo secreto. Por algo ser铆a.
Los jueces son uno de los estamentos peor valorados por la opini贸n p煤blica, escasamente por encima de los pol铆ticos, que ya es decir. Y con casos como los considerados es poco probable que mejoren su posici贸n. Sobre todo frente a una opini贸n p煤blica que contempla desmoralizada c贸mo los jueces que se atienen a su deber en conciencia y se enfrentan al pr铆ncipe, acaban expulsados de la carrera.
Y sin jueces justos no hay democracia.