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. A lo mejor es democracia

OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.- La democracia es una plaza grande. Cabe en ella todo el que quiera meter el hombro y hacer de la historia un lugar habitable. Llevamos treinta y tantos a帽os disfrutando de su habitabilidad y sufriendo de la responsabilidad que conlleva. No es c贸moda la democracia. Implica una aceptaci贸n del otro en cuanto otro. Exige apertura suficiente para creer en los dem谩s y en su voluntad de entrega, de preocupaci贸n, de compromiso con la aventura de la comunidad.

La democracia es una consecuencia de la libertad. O su causa, seg煤n se mire. Pero sobre todo es por definici贸n una despreocupaci贸n por el miedo. Quien convive en el espacio de la democracia es siempre alguien dispuesto a implicarse, nunca un enemigo con ideas de muerte escondidas. La democracia no presupone la carencia de errores, pero descarta siempre el miedo. Miedo y democracia son t茅rminos excluyentes. Las dictaduras viven del miedo, las democracias, de la m谩s limpia esperanza como elemento activo de construcci贸n c铆vica.

Fue por las europeas. Accedieron a Europa nuevos partidos. Algunos quisieron reducir esa aparici贸n a la supresi贸n simple y simplista de la corbata, el traje Emidio Tucci o el lowe. No aceptaron el empuje de ideas nuevas, de renovaci贸n ideol贸gica, de ampliaci贸n democr谩tica. Enquistados en viejos esquemas, los viejos partidos decid铆an anclarse en sus antiguas preocupaciones con los argumentos consabidos. Les faltaba esp铆ritu creador y decisi贸n para encarar nuevos problemas. Prefer铆an hacer del parlamento una rutina consistente en echarse en cara los errores pasados y vivir manchados con las perversiones incrustadas en la historia de cada uno.

Pero la comunidad ten铆a necesidad de nuevas soluciones porque nuevos eran los problemas a los que se enfrentaba. Europa ten铆a delante cientos de inmigrantes muertos y amortajados en la espuma del mar. Los que sobreviv铆an necesitaban soluciones de legalidad porque para Europa no era importante la miseria en la que la propia Europa les hab铆a sumido, sino papeles que certificaran una legalidad inventada y que les permit铆a ser pobres en las coordenadas donde viven mayor n煤mero de ricos. Por su parte, Europa ten铆a hambre, sus ciudadanos perd铆an libertades, se quedaban sin serenidad en sus puestos de trabajo porque no se buscaba mano de obra digna sino esclavos sometidos al l谩tigo caprichoso de las empresas. Muchos ten铆an que refugiar sus est贸magos en casa de los padres jubilados. Un gran n煤mero se quedaba sin vivienda porque hab铆a que saciar el est贸mago insaciable de los bancos. Los enfermos ya no eran pacientes sino mercanc铆a entregada al mejor postor. Crec铆a el n煤mero de millonarios a costa del crecimiento exponencial del n煤mero de pobres. Eran nuevos problemas. Pero los partidos se refugiaban en la crisis (nadie le llamaba estafa) y contemplaban esos problemas como consecuencias l贸gicas derivadas de esa crisis y en consecuencia resultaban inevitables. Conclusi贸n: la ciudadan铆a se fue alejando de esos partidos, necesitaron vomitarlos porque la izquierda se apart贸 de los pobres y la derecha se adhiri贸 al poder de los ricos. Y por tanto la inmensa mayor铆a se sinti贸 abandonada. No se desentendieron de la pol铆tica. Se apartaron de los pol铆ticos por ineficaces, traidores y alentadores de la pobreza.

Fue por las europeas. Vinieron despu茅s las auton贸micas y las municipales. Los votos buscaron a quienes se presentaban como savia nueva. Y triunfaron. Accedieron a presidentes de autonom铆as y sillones de alcald铆as. Un nuevo estilo emerg铆a entre los muros sacrosantos de los despachos oficiales. Camisas remangadas, pantalones vaqueros, coches oficiales aparcados o vendidos, parafernalia desplaz谩ndose en bicicleta, presidente con ca帽a y humilde pincho de tortilla en la barra de una bar. Quer铆an impedir los desahucios, que los ni帽os comieran tres veces al d铆a, que todos disfrutaran de gas y luz cuando el fr铆o se instala en los huesos, que los enfermos no sufrieran la muerte por falta de medicaci贸n, que los abuelos sean abuelos y no desecho laboral, que las playas sean propiedad de la totalidad y no de unos pocos.

Los grandes se reunieron y acordaron inyectar miedo. Esos alcaldes y presidentes esconden intenciones destructoras de la democracia, del pa铆s, de la constituci贸n, de la econom铆a. Aman a los terrorista porque ellos son terroristas de Isis dispuestos a degollar las instituciones, son delegados de reg铆menes totalitarios y aspiran a implantarlos en la piel de toro, radicales (prostituyendo la hermosa palabra radical) llenos de odio que nos quieren llevar a una guerra civil e implantar una dictadura pol铆tica y econ贸mica, que desean aislar a Espa帽a del concierto de las naciones, quemar conventos, violar monjas, fusilar a curas al amanecer.

Miedo. Mucho miedo. Ellos, los grandes partidos, son los 煤nicos salva patrias, los exclusivos poseedores de la historia, los dem贸cratas de toda la vida, los garantes del empleo, el estado de bienestar, el avance ordenado del quehacer hist贸rico.

La ciudadan铆a exige cambios. No los aceptan los de siempre. No quieren ver que a lo mejor son cosas de la democracia.

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