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La corbata roja

Por Rafael Fernando Navarro.- El Padre Angel es un cura como miles de curas. El Padre Angel es viejo, como miles de curas viejos. El Padre Angel es pobre, como miles de curas pobres y miles de curas no tan pobres. Al Padre Angel le duele el hambre como a miles curas les duele el hambre y a miles sólo les preocupa el “pan espiritual” El padre Angel se preocupa de los cuerpos, como miles de curas, mientras miles de curas se preocupan sólo de las almas porque ellas no piden pan ni vaqueros ni alpargatas de esparto. El Padre Angel es como miles de curas y se distingue de miles de curas.

Pero del Padre Angel, aunque de modo absolutamente secundario, me llama la atención su eterna corbata roja. Botín-banquero también usaba una corbata roja color-uniforme. Pero no me llamaba la atención porque era un color-moneda, estilo-millón-yate-privado-avión-privado-miles-de-clientes-privados-de-supropia-propiedad. Color-usurpación-usura-desahucio-comisiones-intereses-de-avaro-sobre-números-descubiertos-de grasa pecuniaria.

El Padre Angel no lleva la corbata puesta. Se la colgó un día y ahí se quedó. Nunca anudado el nudo. No ahorca el cuello. Está caída sobre el pecho, como un adorno abandonado. Siempre la misma corbata roja. Hay miles de curas con corbatas. A juego con el traje de ese día, con los calcetines de ese día, con los zapatos de ese día. Acoplada al gaznate. Seda italiana, regalo de una dama ilustre de la parroquia que deja los domingos cincuenta céntimos en la boina del pobre de la puerta porque da lástima y ella tiene su corazón entregado al sagrado corazón en vos confío. Ella le impuso una corbata que compró en Florencia en su último viaje. Don José, un caballero de la adoración nocturna, le compró un estuche: corbata-calcetines-pañuelo. Y el cura se mira en el espejo, se ve guapo y se va a salvar almas. Después tomará café con un matrimonio ejemplar. Un café servido por una hermosa criada de pechos brillantes, culo espléndido y cofia a juego con los muslos que deja ver la minifalda.

Al Padre Angel le chirrían los estómagos vacíos, los niños con mocos, las gitanas siempre preñadas, los pobres borrachos con vino Don Simón, las putas de Montera, los homosexuales despreciados por la jerarquía. No gana para corbatas porque con una corbata paga el bocadillo de un chaval. Y porque mientras pierde el tiempo en hacerse el nudo, enseña a los pobres a que se rebelen contra su miseria porque la miseria no lleva al cielo sino a los infiernos de la indignidad. El Padre Angel piensa que Dios es un compañero del camino, un prójimo (próximo) que detesta las tiaras y las mitras y los pectorales de oro y piedras. Y no le gustan las corbatas a juego con los calcetines. El Padre Angel lleva una corbata con historia. Compañera de muchos años. La misma corbata. Por fidelidad a ella que ha visto morir de pena a un hombre en un cajero de Botín, el de la corbata roja-sin-méritos-para-ser-roja. La del Padre Angel es roja porque se lo ha ganado a pulso. Roja de pasión y entrega, de acogimiento, de mano tendida a los olvidados, a los desposeídos, a los que les mete en la cabeza que su pobreza es consecuencia del egoísmo, de la injusticia, porque el hombre es un lobo para el hombre. No voluntad de Dios. A Dios lo han convertido en un chiquero de cobardes los de las corbatas seda-italiana. Dios, piensa el Padre Angel, es un miura que cornea las ingles de la historia para que el calor de la sangre se reparta entre todos. “Esta es mi sangre, bebedla” en una cena común, donde todos tienen derecho al pan. Lo demás son anestesias idiotizantes, tranquilizantes de conciencias, lorazepan para calmar los nervios de la prima de riesgo, de las acciones, del déficit.

Miles de curas desfilando de la mano del poder. El Padre Angel enfrentado con él. El poder distingue a los empadronados de los no empadronados, a los de los papeles en regla y los sim papeles, a los legales y los ilegales. El Padre Angel sólo ve seres humanos. El Padre Angel sabe que riqueza y pobreza son frutos de la injusticia y contra las dos lucha porque el poderío de unos radica en la miseria del resto.

Las corbatas de seda se enfrentan a la corbata roja, colgada como un escapulario, del cuello del Padre Angel.




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