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Para vivir con dignidad

OPINI脫N de Jos茅 Carlos Garc铆a Fajardo.- Cuando mil millones de seres humanos viven debajo del umbral de la pobreza, cada d铆a decenas de millares de personas mueren de hambre, desaparecen etnias, modos de vida, culturas, poniendo el patrimonio de la humanidad en peligro, cuando el clima se deteriora, no podemos resignarnos a hablar s贸lo de c贸mo atajar la crisis financiera.

Nuestro mundo requiere alternativas, no s贸lo regulaciones. No es l贸gico rehabilitar un sistema si no tratamos de transformarlo. Puesto que estamos ante un caso de conductas desorbitadas e incontroladas podemos transformar el crecimiento y el progreso adoptando otra actitud m谩s humana y solidaria en armon铆a con las exigencias de la naturaleza.

Esta crisis tiene consecuencias sociales que van m谩s all谩 del 谩mbito en que se han desarrollado. El desempleo, el consumo desaforado, la implacable agresi贸n a la naturaleza, la exclusi贸n de los m谩s pobres, la creciente vulnerabilidad de las clases medias y el incesante incremento de las v铆ctimas. No se trata s贸lo de un accidente en el recorrido del sistema ni de un abuso cometido por poderes econ贸micos. Se trata de los efectos de una l贸gica que atraviesa la historia econ贸mica de los 煤ltimos dos siglos.

Se ha confundido ser con tener, mientras se instalaba la falacia de que el motor del crecimiento pasaba por la acumulaci贸n del capital, de la cual se beneficiar铆a, a la larga, el resto de la humanidad. No ha sido as铆. Estas no son m谩s que las cimas emergentes de un oc茅ano de insolidaridad, de ciega explotaci贸n de la naturaleza y del trabajo de los seres humanos. Con todas las salvedades cabr铆a decir: bienvenida sea la crisis si con ella acometemos la transformaci贸n del sistema.

En este sentido, la burbuja financiera exacerbada por el desarrollo de nuevas tecnolog铆as de la informaci贸n y de las comunicaciones ha reventado los instrumentos que hab铆a idolatrado. La econom铆a financiera se ha vuelto cada vez m谩s virtual y los beneficios se han conseguido a costa de la explotaci贸n de riquezas naturales y de comunidades. La especulaci贸n se ha convertido en norma del sistema econ贸mico.

Un ejemplo lo podemos ver en la crisis alimentaria. Los precios no aumentaron s贸lo a causa de la explosi贸n demogr谩fica ni por un descenso en la producci贸n, sino por haber sometido la vida de las personas a la consecuci贸n de beneficios desorbitados.

Tambi茅n la crisis energ茅tica va m谩s all谩 de los desajustes de los precios del petr贸leo. 脡sta se帽ala el fin del ciclo de la energ铆a f贸sil barata, pues su mantenimiento llev贸 a una utilizaci贸n desorbitada de la energ铆a, en favor de un modo de crecimiento acelerado. La sobreexplotaci贸n de los recursos naturales y la liberalizaci贸n de los intercambios multiplicaron el transporte de las mercanc铆as y fomentaron los medios de movilidad individual, sin considerar las consecuencias clim谩ticas y sociales. La utilizaci贸n de derivados del petr贸leo como fertilizantes y pesticidas se generaliz贸 en el marco de una agricultura intensiva.

Ante esta crisis urge buscar soluciones que no se compadecen con mantener el nivel de beneficios, sin tomar en cuenta el medio ambiente ni las necesidades de la poblaci贸n. Pero eso no entra en el c谩lculo del modelo capitalista. Es el caso de los agro carburantes y sus consecuencias ecol贸gicas: destrucci贸n, por el monocultivo de la biodiversidad, de los suelos y de las aguas subterr谩neas, y sus consecuencias sociales: expulsi贸n de millones de campesinos que van a poblar los cinturones de miseria de las ciudades y a empeorar la presi贸n migratoria.

En este contexto podemos considerar la crisis social. El af谩n de tener m谩s que los dem谩s, la insensibilidad ante las extremas carencias de otros seres humanos, nuestros conciudadanos. Este conjunto de tropel铆as desemboca en una crisis de la civilizaci贸n, con el consiguiente agotamiento del planeta y la amenaza a millones de seres vivos. Nunca antes en la historia de la humanidad hab铆a sido tan posible la destrucci贸n f铆sica del planeta. De ah铆 la urgente necesidad de aportar propuestas alternativas que permitan una transformaci贸n radical de nuestras formas de vida. La pol铆tica que renuncia a la raz贸n y abandona la 茅tica siega las posibilidades de otro mundo posible, m谩s justo y solidario. La respuesta m谩s adecuada y razonable ser铆a acometer la implantaci贸n de una sociedad de sobriedad compartida. No necesitamos tanto para vivir con dignidad y sosiego. Y con la conciencia tranquila al comprobar que lo que no se comparte, se pierde.

Jos茅 Carlos Garc铆a Fajardo















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