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El centro no existe

OPINIÓN de Javier Madrazo.- La celebración de generales el próximo 20 de Diciembre ha contribuido, una vez más, a poner blanco sobre negro un déficit democrático en España, que evidencia la incapacidad de las formaciones políticas para presentarse ante la ciudadanía con programas reales que tengan la voluntad de cumplir y un posicionamiento ideológico firme.

Desde el mismo día en el que el presidente del Gobierno anunció la fecha de los comicios generales, los cuatros partidos políticos con mayores opciones —PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos— se han lanzado a ocupar un mismo espacio, el centro, en la convicción de que sólo así lograrán sumar más votos y situarse como opción preferida por un mayor número de personas.

Consultores y estrategas coinciden en afirmar que las elecciones se ganan desde el centro, y puede que tengan razón. Argumentan que aproximadamente el 40 por ciento de la sociedad formaría parte de este amplio colectivo, integrado por más mujeres que hombres, con un nivel formativo medio-alto, un tramo de edad situado entre los 35 y los 55 años, y mayoritariamente con empleo, aunque no siempre estable y bien remunerado. Son personas que se sienten alejadas de las posiciones de extrema izquierda y extrema derecha, que cuando tienen que definirse, en una escala de 0 a 10, apuestan por el 5, el 4 o el 6. Concretamente, según el CIS, en este espectro ideológico estaría representado el 41 por ciento de la población.

Así se explica que el PP se defina como centro derecha, el PSOE como centro izquierda, Ciudadanos como centro-centro y Podemos esté intentando acercarse tanto al centro, que ha terminado por alejarse de sus orígenes, abandonando los círculos y el debate participativo, que tanta ilusión generaron hace ahora exactamente un año. Estas cuatros formaciones políticas, que hacen grandes esfuerzos día a día para diferenciarse unas de las otras en sus comparecencias públicas ante los medios de comunicación, después, en la práctica, modulan sus discursos para convencer a las mismas personas, empleando para ello argumentos similares, en los que sólo caben ligeros matices. 
 
Las ideologías se alejan de los orígenes 

Sin duda alguna, nos adentramos de este modo en un círculo vicioso, en el que las ideologías o mueren o se debilitan hasta perder su razón de ser. Nunca como ahora las ideas y posiciones claras y firmes han sido más necesarias. Ser de centro es legítimo, como lo es sentirse de derechas, pero ser de izquierdas y reconocerlo debería ser, además, un motivo de orgullo, máxime cuando el empobrecimiento de la ciudadanía, la privatización de servicios públicos como la educación y la sanidad, o las altas cota de desempleo desmoronan cualquier atisbo de recuperación creíble, más allá de cifras macroeconómicas sin ninguna incidencia en la vida de las personas. 
 
Todo ello sin mencionar la corrupción o el deterioro de un sistema que se llama democrático, pero niega la voz a las minorías y se muestra incapaz de escuchar las demandas de la sociedad. La campaña electoral constituye una buena oportunidad para exigir a las formaciones políticas que actúen con honradez y transparencia. Debemos instarles a que nos cuenten la verdad y pedirles que asuman sus compromisos por escrito y públicamente. No podemos resignarnos a líderes y mensajes prefabricados, que sólo quieren arañar votos, vengan de donde vengan, para que después gobiernen como quieran y con quien quieran. El centro sólo es una metáfora para justificar decisiones que imponen el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea de Angela Merkel. Que no nos engañen. 

Podemos debería ser plenamente consciente de ello y no sumarse a una estrategia que le aleja de la nueva política, que aspiran a capitalizar, y le acerca, por el contrario, a todo aquello que habían denunciado hasta que la carrera por el poder se convirtió en su hoja de ruta prioritaria. La formación liderada por Pablo Iglesias ha dado por buenas medidas que lesionan la democracia y la participación política, como es la exclusión de Izquierda Unida de los debates electorales. Debo reconocer que me esta decisión me ha decepcionado más incluso que su presencia en la mesa convocada por el Gobierno de Mariano Rajoy para defender el llamado pacto antiterrorista contra el yihadismo, suscrito tras los terribles atentados perpetrados en París. 
 
Es posible que esté equivocado y todo valga para ganar puntos en las encuestas y votos en las urnas; es posible también que me haya quedado anclado en el pasado y crea aún en las ideologías, aunque unos y otros se esfuercen por darlas por enterradas. No me gustan quienes se protegen bajo el paraguas del centro porque al final dan todo lo malo por bueno o, cuando menos, por necesario. Las élites políticas son las que más cómodas se sienten en este escenario. Saben que no se cuestionan los cimientos del modelo que urdieron en la transición. La campaña electoral pondrá, en evidencia, una vez más, que las ideas se supeditan a los mensajes, que éstos sólo buscan titulares, y los candidatos a presidente, todos hombres, por cierto, intentan convencernos de que en el centro está la verdad.




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