OPINI脫N de Joan del Alc脿zar.- A pocos d铆as de las elecciones del 20D, la campa帽a electoral lo contamina todo. Los medios de comunicaci贸n amplifican el ruido partidario, y cada competidor pol铆tico pugna por hacerse o铆r m谩s alto y m谩s contundentemente que sus adversarios. Combaten ensalzando lo propio y degradando lo ajeno, y algunos convierten su propuesta casi en una mercanc铆a que nos quieren vender como vulgares negociantes. Es, lamentablemente, lo habitual de una campa帽a electoral, aunque en estos tiempos se hayan agudizado las aristas m谩s cortantes, m谩s agresivas de la controversia partidaria y, adem谩s, por regla general, se le haya perdido el respeto al votante. Unos lo evidencian m谩s que otros, por supuesto; todos no son iguales, pero algunos se parecen demasiado. Por eso, entiendo, son tan importantes dos componentes del comportamiento pol铆tico que perciben los ciudadanos cuando, como ahora, a una semana de los comicios, se les pide el voto. Me refiero a la decencia y a la credibilidad que ostentan y merecen los distintos actores partidarios que compiten por el voto ciudadano.
Cuando digo decencia me refiero ―debe quedar claro― a la dignidad y a la honestidad en lo que se dice y lo que se hace. Cuando digo credibilidad, pienso en aquello que est谩 acreditado como cre铆ble y confiable. No seremos pocos los que coincidiremos en que nuestra pol铆tica partidaria est谩 aquejada de una patolog铆a v铆rica que se llama corrupci贸n, lo que ha llevado los niveles de decencia p煤blica a cotas baj铆simas; y que, paralelamente, y en buena medida 茅ste y otros factores han mermado de manera casi irreparable la credibilidad, tanto de los representantes pol铆ticos como la de sus formaciones partidarias. De nuevo hay que a帽adir una coda: a unos m谩s que a otros.
No obstante, de la misma manera que considero que la decencia y la credibilidad registran niveles 铆nfimos en materia pol铆tica y electoral, y de igual forma que creo que esta idea est谩 muy extendida y es compartida por la mayor铆a de los ciudadanos, me pregunto sobre el efecto electoral que tendr谩. Est谩 claro que la corrupci贸n vinculada de una u otra forma a la pol铆tica va a tener efectos electorales, como est谩 claro que la p茅rdida de credibilidad de algunos de los actores partidarios tambi茅n los tendr谩. Lo que me pregunto es si ser谩n los suficientes y deseables para mejorar nuestra calidad democr谩tica de una forma sensible; algo que el sistema pol铆tico necesita con urgencia.
Los expertos en comportamiento electoral nos explican c贸mo se vota, c贸mo cada elector decide su opci贸n partidaria y elije una papeleta que deposita en la urna. Sabemos que, en 煤ltima instancia, el votante no dedica horas intensas a realizar un an谩lisis sosegado de los programas electorales, sino que elige su opci贸n por razones que van desde una adscripci贸n pol铆tica simple [conservador, liberal, progresista] a una tradici贸n personal o familiar [una fidelidad a los de su linaje, por ejemplo]. Seg煤n parece, los mayores [m谩s all谩 de los 45 a帽os], siguen este patr贸n que podr铆amos considerar un modelo bastante ideologizado. No obstante, el votante m谩s joven [el menor de 45] vota de forma menos protocolizada y est谩 m谩s abierto a cambiar su voto en funci贸n de razones que van del inter茅s pragm谩tico a la simpat铆a por un l铆der o por unas siglas partidarias.
Las encuestas electorales nos advierten de una realidad que habr谩 que confirmar en la noche del 20D: que los partidos que han conformado el bipartidismo tradicional, son mucho m谩s fuertes entre los mayores, mientras que los emergentes lo son entre los j贸venes. Y eso en la misma medida que la Espa帽a interior de las peque帽as circunscripciones registrar谩 un voto mucho m谩s conservador que la Espa帽a perif茅rica m谩s Madrid, en la que ser谩 mayoritario un voto menos tradicional. No es el resultado de una casualidad que nuestros legisladores apostaran durante la Transici贸n por lo que un amigo ha definido con agudeza como una deliberada desviaci贸n del principio de igualdad. Para muestra un bot贸n, el que daba Alberto Penad茅s en el diario.es: “Catalu帽a elegir谩 47 diputados, con 5,5 millones de electores. En esas mismas elecciones, la suma de Castilla y Le贸n, Castilla-La Mancha, Arag贸n y La Rioja elegir谩n a 70, con 5 millones”. Es decir que una cosa ser谩n los votos, y otra c贸mo esos sufragios se convertir谩n en esca帽os.
En este escenario sesgado, ¿qu茅 papel jugar谩n la decencia y la credibilidad? ¿Qu茅 decidir谩n votar los ciudadanos? Los especialistas dicen que la propensi贸n a los atajos heur铆sticos ―el dar soluciones sencillas a los problemas complejos― juega siempre un papel notable en escenarios pol铆ticos como el que estamos viviendo.
El Partido Popular aparece ante los ojos de la ciudadan铆a [de la que quiere verlo] como una inmensa organizaci贸n metida en el chapapote de la corrupci贸n. Tanto los casos abiertos que son objeto de investigaci贸n policial o de procedimiento judicial, como las condenas firmes e incluso los ingresos en prisi贸n de dirigentes, se reparten geogr谩ficamente por todo el pa铆s. En las 煤ltimas horas un embajador del Reino de Espa帽a y un candidato a repetir como diputado han aparecido como los presuntos art铆fices de unas pr谩cticas corruptas amparadas por sus cargos. A las pocas horas de que Mariano Rajoy, con su habitual simpleza, declarara que todo le parec铆a muy normal en el comportamiento de estos dos cofrades, el PP hac铆a p煤blico un comunicado seg煤n el cual se abr铆a expediente informativo a los dos caballeros. Adem谩s de la corrupci贸n, el PP con Rajoy al frente, deja un pa铆s con menos poblaci贸n con trabajo, con menos afiliados a la Seguridad Social, con un Fondo de Reserva de las Pensiones del que se ha gastado 25.000 millones de euros y con una deuda sobre el PIB que ha pasado del 69 al 99 por ciento. ¿Cu谩nto le importa este cuadro a sus potenciales electores? Lo sabremos el pr贸ximo d铆a 20 por la noche.
El Partido Socialista vive horas de desasosiego. No hay m谩s que o铆r sus quejas y lamentos por el maltrato que, dicen, sufre su l铆der, Pedro S谩nchez, a manos de los medios de comunicaci贸n. Todos los atacan, todos los denigran, explican a propios y extra帽os. No les falta una cierta raz贸n, en mi opini贸n. Lo que ocurre es que eso est谩 pasando por dos razones de peso: que el escenario en el que antes compet铆a solo con el PP ahora compite con otros dos partidos, que son Ciudadanos y Podemos [y sus aliados]; mientras que el primero lo ataca por el flanco derecho el otro lo hace por el izquierdo, con el 煤nico y leg铆timo af谩n de restarle electores. No obstante, en mi opini贸n, el problema principal que sufren los socialistas no es 茅ste. El gran mal que los aqueja es su falta de credibilidad. La perdieron. Poco importa lo que digan, ofrezcan o prometan, porque su pasado reciente les condena ante muchos electores. En una medida incomparable al PP tambi茅n han tenido casos de corrupci贸n; pero adem谩s siguen empe帽ados en batallas internas a plena luz, siguen sin jubilar a viejas glorias que cada vez que hablan sube el pan, siguen sin saber gestionar la pluralidad de Espa帽a, y todav铆a se recuerda c贸mo Zapatero negaba tercamente que estuvi茅ramos en crisis para luego pactar la reforma del art铆culo 135 de la Constituci贸n con Rajoy, por tel茅fono. ¿Cu谩nto le importa este cuadro a sus potenciales electores? Lo sabremos el pr贸ximo d铆a 20 por la noche.
¿Se producir谩, finalmente, un vuelco electoral y pasaremos de un partido de simples a un partido de dobles en la pista central de la Carrera de San Jer贸nimo? En la noche del 20D podremos saberlo, y adem谩s podremos entender mejor qu茅 peso ha tenido la decencia y la credibilidad a la hora de decantar el voto de los ciudadanos.
Cuando digo decencia me refiero ―debe quedar claro― a la dignidad y a la honestidad en lo que se dice y lo que se hace. Cuando digo credibilidad, pienso en aquello que est谩 acreditado como cre铆ble y confiable. No seremos pocos los que coincidiremos en que nuestra pol铆tica partidaria est谩 aquejada de una patolog铆a v铆rica que se llama corrupci贸n, lo que ha llevado los niveles de decencia p煤blica a cotas baj铆simas; y que, paralelamente, y en buena medida 茅ste y otros factores han mermado de manera casi irreparable la credibilidad, tanto de los representantes pol铆ticos como la de sus formaciones partidarias. De nuevo hay que a帽adir una coda: a unos m谩s que a otros.
No obstante, de la misma manera que considero que la decencia y la credibilidad registran niveles 铆nfimos en materia pol铆tica y electoral, y de igual forma que creo que esta idea est谩 muy extendida y es compartida por la mayor铆a de los ciudadanos, me pregunto sobre el efecto electoral que tendr谩. Est谩 claro que la corrupci贸n vinculada de una u otra forma a la pol铆tica va a tener efectos electorales, como est谩 claro que la p茅rdida de credibilidad de algunos de los actores partidarios tambi茅n los tendr谩. Lo que me pregunto es si ser谩n los suficientes y deseables para mejorar nuestra calidad democr谩tica de una forma sensible; algo que el sistema pol铆tico necesita con urgencia.
Los expertos en comportamiento electoral nos explican c贸mo se vota, c贸mo cada elector decide su opci贸n partidaria y elije una papeleta que deposita en la urna. Sabemos que, en 煤ltima instancia, el votante no dedica horas intensas a realizar un an谩lisis sosegado de los programas electorales, sino que elige su opci贸n por razones que van desde una adscripci贸n pol铆tica simple [conservador, liberal, progresista] a una tradici贸n personal o familiar [una fidelidad a los de su linaje, por ejemplo]. Seg煤n parece, los mayores [m谩s all谩 de los 45 a帽os], siguen este patr贸n que podr铆amos considerar un modelo bastante ideologizado. No obstante, el votante m谩s joven [el menor de 45] vota de forma menos protocolizada y est谩 m谩s abierto a cambiar su voto en funci贸n de razones que van del inter茅s pragm谩tico a la simpat铆a por un l铆der o por unas siglas partidarias.
Las encuestas electorales nos advierten de una realidad que habr谩 que confirmar en la noche del 20D: que los partidos que han conformado el bipartidismo tradicional, son mucho m谩s fuertes entre los mayores, mientras que los emergentes lo son entre los j贸venes. Y eso en la misma medida que la Espa帽a interior de las peque帽as circunscripciones registrar谩 un voto mucho m谩s conservador que la Espa帽a perif茅rica m谩s Madrid, en la que ser谩 mayoritario un voto menos tradicional. No es el resultado de una casualidad que nuestros legisladores apostaran durante la Transici贸n por lo que un amigo ha definido con agudeza como una deliberada desviaci贸n del principio de igualdad. Para muestra un bot贸n, el que daba Alberto Penad茅s en el diario.es: “Catalu帽a elegir谩 47 diputados, con 5,5 millones de electores. En esas mismas elecciones, la suma de Castilla y Le贸n, Castilla-La Mancha, Arag贸n y La Rioja elegir谩n a 70, con 5 millones”. Es decir que una cosa ser谩n los votos, y otra c贸mo esos sufragios se convertir谩n en esca帽os.
En este escenario sesgado, ¿qu茅 papel jugar谩n la decencia y la credibilidad? ¿Qu茅 decidir谩n votar los ciudadanos? Los especialistas dicen que la propensi贸n a los atajos heur铆sticos ―el dar soluciones sencillas a los problemas complejos― juega siempre un papel notable en escenarios pol铆ticos como el que estamos viviendo.
El Partido Popular aparece ante los ojos de la ciudadan铆a [de la que quiere verlo] como una inmensa organizaci贸n metida en el chapapote de la corrupci贸n. Tanto los casos abiertos que son objeto de investigaci贸n policial o de procedimiento judicial, como las condenas firmes e incluso los ingresos en prisi贸n de dirigentes, se reparten geogr谩ficamente por todo el pa铆s. En las 煤ltimas horas un embajador del Reino de Espa帽a y un candidato a repetir como diputado han aparecido como los presuntos art铆fices de unas pr谩cticas corruptas amparadas por sus cargos. A las pocas horas de que Mariano Rajoy, con su habitual simpleza, declarara que todo le parec铆a muy normal en el comportamiento de estos dos cofrades, el PP hac铆a p煤blico un comunicado seg煤n el cual se abr铆a expediente informativo a los dos caballeros. Adem谩s de la corrupci贸n, el PP con Rajoy al frente, deja un pa铆s con menos poblaci贸n con trabajo, con menos afiliados a la Seguridad Social, con un Fondo de Reserva de las Pensiones del que se ha gastado 25.000 millones de euros y con una deuda sobre el PIB que ha pasado del 69 al 99 por ciento. ¿Cu谩nto le importa este cuadro a sus potenciales electores? Lo sabremos el pr贸ximo d铆a 20 por la noche.
El Partido Socialista vive horas de desasosiego. No hay m谩s que o铆r sus quejas y lamentos por el maltrato que, dicen, sufre su l铆der, Pedro S谩nchez, a manos de los medios de comunicaci贸n. Todos los atacan, todos los denigran, explican a propios y extra帽os. No les falta una cierta raz贸n, en mi opini贸n. Lo que ocurre es que eso est谩 pasando por dos razones de peso: que el escenario en el que antes compet铆a solo con el PP ahora compite con otros dos partidos, que son Ciudadanos y Podemos [y sus aliados]; mientras que el primero lo ataca por el flanco derecho el otro lo hace por el izquierdo, con el 煤nico y leg铆timo af谩n de restarle electores. No obstante, en mi opini贸n, el problema principal que sufren los socialistas no es 茅ste. El gran mal que los aqueja es su falta de credibilidad. La perdieron. Poco importa lo que digan, ofrezcan o prometan, porque su pasado reciente les condena ante muchos electores. En una medida incomparable al PP tambi茅n han tenido casos de corrupci贸n; pero adem谩s siguen empe帽ados en batallas internas a plena luz, siguen sin jubilar a viejas glorias que cada vez que hablan sube el pan, siguen sin saber gestionar la pluralidad de Espa帽a, y todav铆a se recuerda c贸mo Zapatero negaba tercamente que estuvi茅ramos en crisis para luego pactar la reforma del art铆culo 135 de la Constituci贸n con Rajoy, por tel茅fono. ¿Cu谩nto le importa este cuadro a sus potenciales electores? Lo sabremos el pr贸ximo d铆a 20 por la noche.
¿Se producir谩, finalmente, un vuelco electoral y pasaremos de un partido de simples a un partido de dobles en la pista central de la Carrera de San Jer贸nimo? En la noche del 20D podremos saberlo, y adem谩s podremos entender mejor qu茅 peso ha tenido la decencia y la credibilidad a la hora de decantar el voto de los ciudadanos.