OPINI脫N de Laia Facet.- Una de cada cinco mujeres
Somos d铆a a d铆a testigos de como la crisis que sufrimos est谩 trayendo consigo situaciones y condiciones brutales para las mujeres. Entre ellas, una brecha salarial en aumento, una mayor feminizaci贸n de la pobreza y una mayor precarizaci贸n laboral; mayores cargas de cuidados y una escalada de las violencias machistas. En lo que llevamos de a帽o se cuantifican 97 asesinatos a mujeres por parte de hombres, seg煤nfeminicidio.net. Podemos hablar, por tanto, de un auge de los asesinatos as铆 como, de todo el abanico de violencias machistas que no se queda en las fronteras del Estado sino que se dan a escala global.
Se calcula que en el conjunto de Europa 25 millones de mujeres sufrieron violencia machista en el 2014 /1y que en ese mismo a帽o m谩s de 1600 mujeres fueron asesinadas en Am茅rica Latina y el Caribe /2. Estas cifras son m谩s alarmantes si tenemos en cuenta que muchos de los casos son invisibilizados y silenciados, por lo que no suelen formar parte de esas estad铆sticas. Este auge debe hacernos entender el car谩cter sist茅mico y estructural de nuestra opresi贸n, as铆 como de las violencias machistas, y tambi茅n debe hacer que nos preguntemos de qu茅 modo se relaciona con las crecientes desigualdades globales.
Una de cada cinco mujeres declaran haber sufrido violencia f铆sica en el Estado Espa帽ol a lo largo de su vida por el hecho de ser mujeres. Una de cada cinco de nosotras hemos sufrido empujones, golpes, nos han arrojado objetos, hemos sufrido ara帽azos, contusiones y otras situaciones de violencia. ¿Pero, y las que no lo declaran? ¿Qu茅 pasa con todas aquellas mujeres que no se atreven o no lo consideran violencia machista? Los datos son realmente inquietantes, pues resulta que el 12’4% de las mujeres que han sufrido violencia f铆sica lo han contado por primera vez a la persona que realizaba la encuesta.
Y es que, al golpe le preceden muchas otras situaciones: de aislamiento, de control, de ataques a la autoestima, etc. Todo un proceso que hace que las mujeres que son agredidas f铆sicamente o que viven situaciones de violencias psicol贸gicas hayan visto minada su seguridad y hayan visto cercenados sus lazos sociales.
La violencia no nace, se hace
Pese a que la Macroencuesta del CIS /3 no analice cu谩les son las condiciones de vida de las mujeres que sufren violencias; por ejemplo, si est谩n trabajando o no, qu茅 niveles adquisitivos tienen, cu谩ntas personas tienen a su cargo, etc. Hay algunas pistas evidentes. Las situaciones de dependencia econ贸mica obstaculizan y alargan las situaciones de violencias y alimentan las inseguridades. Los procesos judiciales que viven cientos de mujeres que se atreven a dar el paso por esa v铆a son macabramente kafkianos. Estos procesos ejercen una doble o triple violencia machista hacia las mujeres, poniendo en cuesti贸n y en duda sus versiones, generando el mito de las falsas denuncias, as铆 como respuestas insuficientes. Toda una serie de experiencias que hacen que a las mujeres nos sea completamente hostil tomar v铆as judiciales para hacer frente a nuestra situaci贸n.
Por no hablar de la opresi贸n espec铆fica que viven las mujeres migrantes. Ellas, adem谩s de carecer de muchos de los lazos sociales y familiares que las otras podemos llegar a tener, al ser migrantes sufren una puesta en cuesti贸n por parte de la administraci贸n much铆simo mayor. La semana del 25N sal铆a un articulo que relataba el caso de una migrante quien al pedir ayuda en una comisar铆a la terminaban por procesar por no tener los papeles “en regla”. Represi贸n, racismo y machismo ca铆an brutalmente encima de la espalda de esta mujer, como de otras much铆simas en nuestra sociedad.
Pero no s贸lo vivimos violencia en el 谩mbito dom茅stico. Una de las batallas de los movimientos feministas ha sido precisamente la visibilizaci贸n de las violencias fuera del hogar y de ese plural ya que identificamos que no s贸lo hay un tipo de violencia machista. Ejemplo de ese plural son las violencias de car谩cter simb贸lico que tienen relaci贸n con desigualdades estructurales y hostilidades diversas que nos afectan desde muy peque帽as. Seguramente no hay mayor y m谩s generalizada violencia machista para las j贸venes que una cultura y producci贸n cultural basada en la cosificaci贸n e idealizaci贸n de los cuerpos. Seg煤n la Cruz Roja entre los factores de riesgo de sufrir trastorno de la alimentaci贸n est谩n el “ser adolescente” y “ser mujer”/4. ¿El factor de riesgo es ser mujer adolescente? Esta situaci贸n no surge de golpe cuando una adolescente se enfrenta al espejo de su habitaci贸n. El factor de riesgo es el hecho de bombardearnos con c谩nones y estereotipos que generan rechazo y frustraci贸n hacia nosotras mismas y nuestros cuerpos cuando se salen de la norma. El factor de riesgo es una sociedad que nos odia y que nos trata como a objetos, y ense帽a a los hombres a tratarnos as铆 y a valorarnos seg煤n estos estereotipos.
Las feministas no utilizamos el t茅rmino violencias machistas por capricho. Durante mucho tiempo se ha hablado de violencia dom茅stica para hacer referencia a la violencia que sufren las mujeres en el 谩mbito privado, el hogar, pero nosotras hablamos de violencias machistas para visibilizar un problema que nos afecta a todas las mujeres, en cualquier parte del mundo y en cualquier 谩mbito de nuestras vidas por el hecho de ser mujeres. Se ha tratado de esconder el machismo en lo privado reforzando as铆 la dificultad de entenderlo m谩s all谩 de fen贸menos puntuales e individuales y obstaculizando la construcci贸n de lazos de solidaridad y redes de apoyo entre nosotras. Una de las consecuencias de esta despolitizaci贸n e invisibilizaci贸n es que nuestra situaci贸n dif铆cilmente es tratada como una cuesti贸n p煤blica y colectiva, pese a afectar al conjunto de la sociedad.
El feminismo est谩 en la calle y en la pol铆tica
Este mes de noviembre hemos vivido dos grandes jornadas de movilizaciones por parte del movimiento feminista. El 7N los distintos colectivos y coordinadoras d谩bamos un ejemplo de autoorganizaci贸n lanzando una de las mayores convocatorias del per铆odo en el centro del estado, movilizando cientos de autobuses y miles de personas de todos lados. La elaboraci贸n que ha estado haciendo el movimiento feminista, consignas, lemas, manifiestos, etc tiende a apuntar a esa batalla de visibilizaci贸n de los machismos y entender las violencias como un entramado que impregna nuestro d铆a a d铆a, su car谩cter transversal. Esta voluntad transversal se da tambi茅n en muchas de las respuestas pol铆ticas que estamos viendo en los 煤ltimos meses.
Ejemplo de esta labor es que en el ayuntamiento de Barcelona se haya aprobado una unidad de transversalidad y as铆 revierta en algunas de las propuestas como las que presentaban hace unos d铆as la actual concejala de Feminismos, ciclos de vida y LGTBI, Laura P茅rez, junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para el primer paquete de medidas para aplacar la violencia machista en la ciudad. Uno de los elementos clave que contiene esta paquete de medidas es la prevenci贸n de las violencias. Precisamente, una estrategia de prevenci贸n permite ir a las violencias plurales que apunt谩bamos m谩s arriba y de una forma transversal. Una estrategia que vaya a centros educativos y laborales, barrios, y que verse sobre cuestiones de comunicaci贸n y discurso, construcci贸n de referentes e identidades tratando de poner una luz violeta en todos los rincones que habitamos.
Sin embargo, estamos en una carrera a contrarreloj, y con las resaca del 7N, amanecimos los d铆as siguientes con m谩s asesinatos de mujeres que nos cayeron como un chaparr贸n. Y con ello, el 25N salimos de nuevo en convocatorias por toda la geograf铆a. Tambi茅n en Brasil se han dado en el mes de Noviembre grandes convocatorias por el aborto y el curso pasado ve铆amos las calles de Buenos Aires llenas de feminismos. En el Estado, las movilizaciones han sido masivas, siendo esto complicado en un a帽o fuertemente marcado por las contiendas electorales. Cabe destacar que las nuevas candidaturas y partidos han estado haciendo mucha elaboraci贸n en cuestiones de feminismos y de violencias.
El machismo no terminar 谩 en una legislatura
Hace unos d铆as Podemos presentaba una propuesta de pacto contra las violencias machistas. Parece interesante mirar concretamente las medidas que se proponen. Entre ellas es un acierto la prioridad del 谩mbito municipal como nivel donde hacer frente a las violencias. La necesidad de dotar de recursos y de personal formado espec铆ficamente para atender a las mujeres en situaciones de riesgo es primordial, sobre todo cuando vamos a las estad铆sticas y vemos que entre los sitios que m谩s acuden las mujeres est谩n los servicios sociales y servicios sanitarios. Ante la desconfianza, los miedos y el aislamiento hay que construir las herramientas m谩s cercanas posibles. Otra de las medidas es la garant铆a habitacional, que es una medida transitoria de primera orden, ya que es inhumano que mujeres que est谩n en estas situaciones deban volver a dormir al lado de sus agresores. Pero, repetimos: transitoria. El objetivo debe ser que las mujeres –todas ellas– tengan las condiciones materiales para poder dotarse de plena independencia econ贸mica. Y es que la mejor prevenci贸n es que las mujeres seamos independientes de modelos econ贸mico-familiares coercitivos y restrictivos de nuestras libertades.
Este pacto, no obstante, se le presenta a partidos como el PP, quien ha legislado sistem谩ticamente en contra de los derechos de las mujeres. O al PSOE quien termin贸 desmembrando el ministerio espec铆fico, que ya era de por s铆 insuficiente. O a un partido como Ciudadanos, quien usaba el mito de las denuncias falsas como arma arrojadiza hace pocos d铆as en una entrevista o propone quitar el agravante espec铆fico para las violencias de g茅nero. Debemos ser conscientes que se prev茅 una correlaci贸n de fuerzas de la izquierda bastante d茅bil a escala estatal en el Congreso y en esa situaci贸n se da el peligro de maquillar a partidos austericidas aprobando medidas a las que no se les vaya a dar prioridad, como ya pas贸 con CiU en Catalunya con la “Llei integral contra la viol猫ncia de g猫nere” de 2008.
Pero no es s贸lo una cuesti贸n de correlaci贸n de fuerzas entre partidos. Es cierto que el gobierno del PP ha promovido pol铆ticas de recortes que han revertido de forma directa o indirecta en peores condiciones de vida para las mujeres y que hay que hacer frente a esta situaci贸n dram谩tica. La gesti贸n de la austeridad conlleva este tipo de pr谩cticas pol铆ticas. Podemos aprovechar la contienda electoral para las generales para reflexionar sobre el papel del estado, de los partidos y del movimiento en las violencias machistas. Sin pretender dar una respuesta concluyente a esta cuesti贸n s铆 parece interesante plantear algunas cuestiones.
Escrib铆a la activista y escritora H茅l猫ne Cixous, hace ya algunas d茅cadas: “no hay sitio para tu destino en nuestras cuestiones de Estado”. Efectivamente, estas instituciones y este estado, nos son ajenas y hostiles. No es nuestro espacio para el empoderamiento y, de hecho, es un espacio del que somos estructuralmente expulsadas. Podemos servirnos de ellas, utilizarlas, e incluso estar de alguna manera en el Estado y usarlo para hacer avances importantes, pero no definitivos. Cualquier movimiento emancipador ha conocido los limites del estado, una estructura dise帽ada, a fin de cuentas, para la desposesi贸n en beneficio de una 茅lite y m谩s limitantes aun si de lo que se trata es de acabar el machismo. Un machismo que comprendemos como condicionante de nuestras relaciones sociales, enzarzado en la familia, en la escuela, en nuestros trabajos e incluso en nuestro ocio. Es necesario un revulsivo social y no un pacto de Estado formal, para terminar de una vez por todas con las violencias machistas. Es evidente que la batalla contra el machismo no terminar谩 en una legislatura y a煤n as铆, resulta gratificante que hayamos conseguido entre todas poner las violencias en el debate; sea el debate electoral, el debate de las pol铆ticas municipales o el debate de opini贸n.
Y en todo esto, ¿qu茅 nos permite el movimiento feminista en esta batalla a tantos niveles? Evidentemente much铆simas cosas, una de ellas es esa autonom铆a relativa de los movimientos que permiten esa mirada desde fuera, ese control a la pol铆tica institucional, as铆 como, la posibilidad y necesidad de se帽alar con el dedo. Pero lo que resulta fundamental es el empoderamiento. El empoderamiento que supone ocupar un espacio p煤blico y hacerlo nuestro cuando nos concentramos o manifestamos, frente a la inseguridad de evitar las calles de nuestros barrios. El empoderamiento de gritar juntas y leer p煤blicamente la defensa de nuestros derechos frente al silenciamiento y amordazamiento constante que vivimos. El empoderamiento de reconocernos como iguales entre nosotras y la seguridad de saber que hay mujeres organiz谩ndose a contracorriente del aislamiento al que se nos intenta condenar. El movimiento feminista nos permite construir experiencias colectivas e individuales para entender que hay otras maneras de ser mujer, hay otras maneras de habitar el mundo y otras formas de construirnos fuera de las relaciones del poder patriarcal.
Notas
1/ Macroencuesta de la Agencia Europea de Derechos Humanos
2/ Observatorio de Igualdad de G茅nero de Am茅rica Latina y el Caribe de la CEPAL
3/ http://www.msssi.gob.es/gabinetePre...
4/ http://www.cruzroja.es/crj/docs/salud/manual/005.pdf
**Laia Facet, militante de Revolta Global-Anticapitalistas y miembro de Podem. Vientosur.info
Somos d铆a a d铆a testigos de como la crisis que sufrimos est谩 trayendo consigo situaciones y condiciones brutales para las mujeres. Entre ellas, una brecha salarial en aumento, una mayor feminizaci贸n de la pobreza y una mayor precarizaci贸n laboral; mayores cargas de cuidados y una escalada de las violencias machistas. En lo que llevamos de a帽o se cuantifican 97 asesinatos a mujeres por parte de hombres, seg煤nfeminicidio.net. Podemos hablar, por tanto, de un auge de los asesinatos as铆 como, de todo el abanico de violencias machistas que no se queda en las fronteras del Estado sino que se dan a escala global.
Se calcula que en el conjunto de Europa 25 millones de mujeres sufrieron violencia machista en el 2014 /1y que en ese mismo a帽o m谩s de 1600 mujeres fueron asesinadas en Am茅rica Latina y el Caribe /2. Estas cifras son m谩s alarmantes si tenemos en cuenta que muchos de los casos son invisibilizados y silenciados, por lo que no suelen formar parte de esas estad铆sticas. Este auge debe hacernos entender el car谩cter sist茅mico y estructural de nuestra opresi贸n, as铆 como de las violencias machistas, y tambi茅n debe hacer que nos preguntemos de qu茅 modo se relaciona con las crecientes desigualdades globales.
Una de cada cinco mujeres declaran haber sufrido violencia f铆sica en el Estado Espa帽ol a lo largo de su vida por el hecho de ser mujeres. Una de cada cinco de nosotras hemos sufrido empujones, golpes, nos han arrojado objetos, hemos sufrido ara帽azos, contusiones y otras situaciones de violencia. ¿Pero, y las que no lo declaran? ¿Qu茅 pasa con todas aquellas mujeres que no se atreven o no lo consideran violencia machista? Los datos son realmente inquietantes, pues resulta que el 12’4% de las mujeres que han sufrido violencia f铆sica lo han contado por primera vez a la persona que realizaba la encuesta.
Y es que, al golpe le preceden muchas otras situaciones: de aislamiento, de control, de ataques a la autoestima, etc. Todo un proceso que hace que las mujeres que son agredidas f铆sicamente o que viven situaciones de violencias psicol贸gicas hayan visto minada su seguridad y hayan visto cercenados sus lazos sociales.
La violencia no nace, se hace
Pese a que la Macroencuesta del CIS /3 no analice cu谩les son las condiciones de vida de las mujeres que sufren violencias; por ejemplo, si est谩n trabajando o no, qu茅 niveles adquisitivos tienen, cu谩ntas personas tienen a su cargo, etc. Hay algunas pistas evidentes. Las situaciones de dependencia econ贸mica obstaculizan y alargan las situaciones de violencias y alimentan las inseguridades. Los procesos judiciales que viven cientos de mujeres que se atreven a dar el paso por esa v铆a son macabramente kafkianos. Estos procesos ejercen una doble o triple violencia machista hacia las mujeres, poniendo en cuesti贸n y en duda sus versiones, generando el mito de las falsas denuncias, as铆 como respuestas insuficientes. Toda una serie de experiencias que hacen que a las mujeres nos sea completamente hostil tomar v铆as judiciales para hacer frente a nuestra situaci贸n.
Por no hablar de la opresi贸n espec铆fica que viven las mujeres migrantes. Ellas, adem谩s de carecer de muchos de los lazos sociales y familiares que las otras podemos llegar a tener, al ser migrantes sufren una puesta en cuesti贸n por parte de la administraci贸n much铆simo mayor. La semana del 25N sal铆a un articulo que relataba el caso de una migrante quien al pedir ayuda en una comisar铆a la terminaban por procesar por no tener los papeles “en regla”. Represi贸n, racismo y machismo ca铆an brutalmente encima de la espalda de esta mujer, como de otras much铆simas en nuestra sociedad.
Pero no s贸lo vivimos violencia en el 谩mbito dom茅stico. Una de las batallas de los movimientos feministas ha sido precisamente la visibilizaci贸n de las violencias fuera del hogar y de ese plural ya que identificamos que no s贸lo hay un tipo de violencia machista. Ejemplo de ese plural son las violencias de car谩cter simb贸lico que tienen relaci贸n con desigualdades estructurales y hostilidades diversas que nos afectan desde muy peque帽as. Seguramente no hay mayor y m谩s generalizada violencia machista para las j贸venes que una cultura y producci贸n cultural basada en la cosificaci贸n e idealizaci贸n de los cuerpos. Seg煤n la Cruz Roja entre los factores de riesgo de sufrir trastorno de la alimentaci贸n est谩n el “ser adolescente” y “ser mujer”/4. ¿El factor de riesgo es ser mujer adolescente? Esta situaci贸n no surge de golpe cuando una adolescente se enfrenta al espejo de su habitaci贸n. El factor de riesgo es el hecho de bombardearnos con c谩nones y estereotipos que generan rechazo y frustraci贸n hacia nosotras mismas y nuestros cuerpos cuando se salen de la norma. El factor de riesgo es una sociedad que nos odia y que nos trata como a objetos, y ense帽a a los hombres a tratarnos as铆 y a valorarnos seg煤n estos estereotipos.
Las feministas no utilizamos el t茅rmino violencias machistas por capricho. Durante mucho tiempo se ha hablado de violencia dom茅stica para hacer referencia a la violencia que sufren las mujeres en el 谩mbito privado, el hogar, pero nosotras hablamos de violencias machistas para visibilizar un problema que nos afecta a todas las mujeres, en cualquier parte del mundo y en cualquier 谩mbito de nuestras vidas por el hecho de ser mujeres. Se ha tratado de esconder el machismo en lo privado reforzando as铆 la dificultad de entenderlo m谩s all谩 de fen贸menos puntuales e individuales y obstaculizando la construcci贸n de lazos de solidaridad y redes de apoyo entre nosotras. Una de las consecuencias de esta despolitizaci贸n e invisibilizaci贸n es que nuestra situaci贸n dif铆cilmente es tratada como una cuesti贸n p煤blica y colectiva, pese a afectar al conjunto de la sociedad.
El feminismo est谩 en la calle y en la pol铆tica
Este mes de noviembre hemos vivido dos grandes jornadas de movilizaciones por parte del movimiento feminista. El 7N los distintos colectivos y coordinadoras d谩bamos un ejemplo de autoorganizaci贸n lanzando una de las mayores convocatorias del per铆odo en el centro del estado, movilizando cientos de autobuses y miles de personas de todos lados. La elaboraci贸n que ha estado haciendo el movimiento feminista, consignas, lemas, manifiestos, etc tiende a apuntar a esa batalla de visibilizaci贸n de los machismos y entender las violencias como un entramado que impregna nuestro d铆a a d铆a, su car谩cter transversal. Esta voluntad transversal se da tambi茅n en muchas de las respuestas pol铆ticas que estamos viendo en los 煤ltimos meses.
Ejemplo de esta labor es que en el ayuntamiento de Barcelona se haya aprobado una unidad de transversalidad y as铆 revierta en algunas de las propuestas como las que presentaban hace unos d铆as la actual concejala de Feminismos, ciclos de vida y LGTBI, Laura P茅rez, junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para el primer paquete de medidas para aplacar la violencia machista en la ciudad. Uno de los elementos clave que contiene esta paquete de medidas es la prevenci贸n de las violencias. Precisamente, una estrategia de prevenci贸n permite ir a las violencias plurales que apunt谩bamos m谩s arriba y de una forma transversal. Una estrategia que vaya a centros educativos y laborales, barrios, y que verse sobre cuestiones de comunicaci贸n y discurso, construcci贸n de referentes e identidades tratando de poner una luz violeta en todos los rincones que habitamos.
Sin embargo, estamos en una carrera a contrarreloj, y con las resaca del 7N, amanecimos los d铆as siguientes con m谩s asesinatos de mujeres que nos cayeron como un chaparr贸n. Y con ello, el 25N salimos de nuevo en convocatorias por toda la geograf铆a. Tambi茅n en Brasil se han dado en el mes de Noviembre grandes convocatorias por el aborto y el curso pasado ve铆amos las calles de Buenos Aires llenas de feminismos. En el Estado, las movilizaciones han sido masivas, siendo esto complicado en un a帽o fuertemente marcado por las contiendas electorales. Cabe destacar que las nuevas candidaturas y partidos han estado haciendo mucha elaboraci贸n en cuestiones de feminismos y de violencias.
El machismo no terminar 谩 en una legislatura
Hace unos d铆as Podemos presentaba una propuesta de pacto contra las violencias machistas. Parece interesante mirar concretamente las medidas que se proponen. Entre ellas es un acierto la prioridad del 谩mbito municipal como nivel donde hacer frente a las violencias. La necesidad de dotar de recursos y de personal formado espec铆ficamente para atender a las mujeres en situaciones de riesgo es primordial, sobre todo cuando vamos a las estad铆sticas y vemos que entre los sitios que m谩s acuden las mujeres est谩n los servicios sociales y servicios sanitarios. Ante la desconfianza, los miedos y el aislamiento hay que construir las herramientas m谩s cercanas posibles. Otra de las medidas es la garant铆a habitacional, que es una medida transitoria de primera orden, ya que es inhumano que mujeres que est谩n en estas situaciones deban volver a dormir al lado de sus agresores. Pero, repetimos: transitoria. El objetivo debe ser que las mujeres –todas ellas– tengan las condiciones materiales para poder dotarse de plena independencia econ贸mica. Y es que la mejor prevenci贸n es que las mujeres seamos independientes de modelos econ贸mico-familiares coercitivos y restrictivos de nuestras libertades.
Este pacto, no obstante, se le presenta a partidos como el PP, quien ha legislado sistem谩ticamente en contra de los derechos de las mujeres. O al PSOE quien termin贸 desmembrando el ministerio espec铆fico, que ya era de por s铆 insuficiente. O a un partido como Ciudadanos, quien usaba el mito de las denuncias falsas como arma arrojadiza hace pocos d铆as en una entrevista o propone quitar el agravante espec铆fico para las violencias de g茅nero. Debemos ser conscientes que se prev茅 una correlaci贸n de fuerzas de la izquierda bastante d茅bil a escala estatal en el Congreso y en esa situaci贸n se da el peligro de maquillar a partidos austericidas aprobando medidas a las que no se les vaya a dar prioridad, como ya pas贸 con CiU en Catalunya con la “Llei integral contra la viol猫ncia de g猫nere” de 2008.
Pero no es s贸lo una cuesti贸n de correlaci贸n de fuerzas entre partidos. Es cierto que el gobierno del PP ha promovido pol铆ticas de recortes que han revertido de forma directa o indirecta en peores condiciones de vida para las mujeres y que hay que hacer frente a esta situaci贸n dram谩tica. La gesti贸n de la austeridad conlleva este tipo de pr谩cticas pol铆ticas. Podemos aprovechar la contienda electoral para las generales para reflexionar sobre el papel del estado, de los partidos y del movimiento en las violencias machistas. Sin pretender dar una respuesta concluyente a esta cuesti贸n s铆 parece interesante plantear algunas cuestiones.
Escrib铆a la activista y escritora H茅l猫ne Cixous, hace ya algunas d茅cadas: “no hay sitio para tu destino en nuestras cuestiones de Estado”. Efectivamente, estas instituciones y este estado, nos son ajenas y hostiles. No es nuestro espacio para el empoderamiento y, de hecho, es un espacio del que somos estructuralmente expulsadas. Podemos servirnos de ellas, utilizarlas, e incluso estar de alguna manera en el Estado y usarlo para hacer avances importantes, pero no definitivos. Cualquier movimiento emancipador ha conocido los limites del estado, una estructura dise帽ada, a fin de cuentas, para la desposesi贸n en beneficio de una 茅lite y m谩s limitantes aun si de lo que se trata es de acabar el machismo. Un machismo que comprendemos como condicionante de nuestras relaciones sociales, enzarzado en la familia, en la escuela, en nuestros trabajos e incluso en nuestro ocio. Es necesario un revulsivo social y no un pacto de Estado formal, para terminar de una vez por todas con las violencias machistas. Es evidente que la batalla contra el machismo no terminar谩 en una legislatura y a煤n as铆, resulta gratificante que hayamos conseguido entre todas poner las violencias en el debate; sea el debate electoral, el debate de las pol铆ticas municipales o el debate de opini贸n.
Y en todo esto, ¿qu茅 nos permite el movimiento feminista en esta batalla a tantos niveles? Evidentemente much铆simas cosas, una de ellas es esa autonom铆a relativa de los movimientos que permiten esa mirada desde fuera, ese control a la pol铆tica institucional, as铆 como, la posibilidad y necesidad de se帽alar con el dedo. Pero lo que resulta fundamental es el empoderamiento. El empoderamiento que supone ocupar un espacio p煤blico y hacerlo nuestro cuando nos concentramos o manifestamos, frente a la inseguridad de evitar las calles de nuestros barrios. El empoderamiento de gritar juntas y leer p煤blicamente la defensa de nuestros derechos frente al silenciamiento y amordazamiento constante que vivimos. El empoderamiento de reconocernos como iguales entre nosotras y la seguridad de saber que hay mujeres organiz谩ndose a contracorriente del aislamiento al que se nos intenta condenar. El movimiento feminista nos permite construir experiencias colectivas e individuales para entender que hay otras maneras de ser mujer, hay otras maneras de habitar el mundo y otras formas de construirnos fuera de las relaciones del poder patriarcal.
Notas
1/ Macroencuesta de la Agencia Europea de Derechos Humanos
2/ Observatorio de Igualdad de G茅nero de Am茅rica Latina y el Caribe de la CEPAL
3/ http://www.msssi.gob.es/gabinetePre...
4/ http://www.cruzroja.es/crj/docs/salud/manual/005.pdf
**Laia Facet, militante de Revolta Global-Anticapitalistas y miembro de Podem. Vientosur.info