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Ignorando el terrorismo machista

OPINI脫N de Jes煤s Gonz谩lez Pazos.- Se debe empezar reconociendo que este texto se escribe desde una mezcla de visceralidad, enfado y el intento por mantener la raz贸n despejada tal y como siempre es necesario para el an谩lisis y la reflexi贸n. Aunque muchas veces en la vida, y 茅sta es una de esas, todo empuja a que sea lo visceral, lo irreflexivo lo que domine el an谩lisis.




Partimos de la constataci贸n de que el Estado no considera las violencias machistas como un asunto de m谩xima prioridad en sus pol铆ticas, manteni茅ndolas en la dimensi贸n de un problema, condenable s铆, pero limitado en el fondo a una cuesti贸n del 谩mbito privado, algo menor. Posible, por tanto, de solventar con declaraciones, concentraciones institucionales y alguna campa帽a en la televisi贸n a cargo de institutos diversos de la mujer. Acciones que se convierten en casi pura demagogia ante la dura evidencia del continuo aumento de las agresiones y asesinatos. En este sentido, el Estado considera que las violencias machistas son una cuesti贸n coyuntural, que tienen m谩s que ver con la individualidad retorcida y machista de determinados hombres, que con un problema que hunde sus ra铆ces en la sociedad y en el sistema dominante, en lo estructural por lo tanto. Lo que autom谩ticamente, adjudicar谩 a dicha sociedad un papel de simple, aunque indignada, espectadora pasiva ante un hecho lamentable, ante un incidente m谩s y al Estado le libra de su responsabilidad.

Sin embargo, como se suele decir popularmente la realidad es testaruda y hoy 茅sta nos demuestra que vivir en la ficci贸n del reduccionismo del problema a hechos aislados no es lo mejor, especialmente para las mujeres que siguen siendo agredidas o asesinadas de m煤ltiples formas. As铆, es un hecho innegable que las violencias machistas causan de media m谩s de una cincuentena de asesinatos de mujeres en el Estado espa帽ol anualmente. Adem谩s, habr铆a que sumar al c贸mputo de estas violencias, lo cual no suele hacerse nunca, a todas aquellas miles de mujeres que no son asesinadas, pero si golpeadas sistem谩ticamente d铆a s铆 y d铆a tambi茅n. Sin entrar en la m谩s abultada estad铆stica que saldr铆a de un sencillo estudio de las veces que las mujeres son agredidas psicol贸gicamente, tanto en la casa como en el trabajo, en los centros de estudios o en la calle. Un hecho m谩s son los m煤ltiples casos de marginaci贸n o insulto verbal que sufren muchas mujeres por el hecho de serlo. En este mismo sentido, se puede constatar la distinta vara de medir a mujeres y hombres que ocupan cargos p煤blicos. Valga, como ejemplo paradigm谩tico, el caso recientemente denunciado por las mujeres de la CUP (Candidatura d’Unitat Popular) en Catalunya, sistem谩ticamente insultadas (“putas”, “amargadas”, “mal folladas”, “feas”, “viejas”…) desde una parte importante de la clase pol铆tica tradicional y muchos comentaristas en peri贸dicos y radios, por el solo hecho de ser mujeres con ideas pol铆ticas propias, diferentes a las del sistema dominante. Insultos asociados directamente a su condici贸n de mujeres y no al hecho de su ser o hacer pol铆tico.

Todo esto evidencia la magnitud de la sistem谩tica agresividad a la que se somete a las mujeres. No es un mero problema de cuatro locos machistas y, por mucho que esto sea el civilizado occidente, no somos una sociedad donde las mujeres vivan en igualdad y equidad; es mentira esa percepci贸n y los hechos antes citados as铆 lo demuestran. Y por ello, la sociedad, pero especialmente el estado deber铆a aceptar que las violencias machistas no son un problema familiar, no es un "problemilla" casero que se soluciona con las reiteradas concentraciones de repulsa de las instituciones cada vez que ocurre un nuevo asesinato. Nos juntamos unos minutos, alguno de 茅stos estamos en silencio, otros hacemos declaraciones grandilocuentes a los medios, salimos en las fotos y volvemos a lo nuestro, a esa labor pol铆tica cotidiana que solo se volver谩 a sobresaltar con este asunto ante la pr贸xima concentraci贸n por un nuevo asesinato de otra mujer.

Pero, tratemos de ahondar un poco m谩s. El problema no se convierte en prioritario, no es pol铆tica de Estado, posiblemente porque las violencias machistas no ponen en cuesti贸n el sistema, al contrario, son resultado del mismo porque 茅ste es patriarcal, aunque estas dos 煤ltimas caracter铆sticas (ser sistema y ser patriarcal) se trate permanentemente de ocultar. As铆, cuando el Estado habla de terrorismo, r谩pidamente argumenta el hecho de que esa violencia pone en cuesti贸n la democracia, el orden establecido, afecta a toda la sociedad, en suma, cuestiona el sistema, ya hablemos del pol铆tico, social o econ贸mico. Ah铆 no hay dudas y con agilidad y resoluci贸n firme el Estado analiza, propone, aprueba e implementa medidas pol铆ticas, define campa帽as medi谩ticas con los medios de comunicaci贸n, retuerce el c贸digo penal o genera nuevos planes de estudio para luchar contra dicha violencia. Todo ello, en un reconocimiento expl铆cito de que ese terrorismo supone una amenaza para 茅l mismo. Se siente atacado, luego se revuelve y ataca.

Sin embargo, las violencias machistas, comparten hoy en d铆a muchas de las caracter铆sticas con las que el Estado define el terrorismo. Entre 茅stas, el hecho de ser violencia directa y continua, de tener intencionalidad pol铆tica para mantener el sistema de dominaci贸n patriarcal, o que agrede a unas para aterrorizar y mantener el control sobre todas, induciendo mediante el miedo a modificaciones en los comportamientos. Y as铆, ese terror se extiende entre pr谩cticamente la mitad de la poblaci贸n que no sabe cu谩ndo podr谩 ser violada en un descampado, manoseada en unas fiestas, vejada en el trabajo o asesinada por su pareja. Pero este terror no cuestiona el sistema, no lo amenaza. Adem谩s, esa misma omisi贸n de la responsabilidad pol铆tica del Estado y la propia cultura patriarcal, inciden tambi茅n en mantener la idea en la otra mitad de la poblaci贸n, la de los hombres, en la consideraci贸n de que eso de las violencias machistas est谩 mal, s铆, pero no le implican directamente. Lo cual refuerza la actitud de “mirar para otro lado”, en vez de ser parte activa y contundente en la lucha contra las violencias machistas.

Pero, no s贸lo el estado es responsable en esta situaci贸n, aunque es importante decir con claridad que tiene la m谩xima responsabilidad. Los medios de comunicaci贸n igualmente, tienen un importante papel respecto a estas violencias. Mientras, por ejemplo, en muchos programas televisivos se siga presentando a los hombres como machos protectores (luego con autoridad) y a las mujeres como indefensas princesas en espera de esa protecci贸n, se mantendr谩 la imagen de la mujer como objeto al servicio del hombre o, en el “mejor” de los casos, en situaci贸n de inferioridad, en espera de ser protegidas por 茅ste. De ah铆, es f谩cil inferir que el hombre tendr谩 autoridad para castigar a la mujer si 茅sta se sale de esa norma. Al fin y al cabo, la idea no difiere tanto de la consideraci贸n y actuaci贸n que los esclavistas ten铆an hacia sus esclavos. Unos los “proteg铆an”, siempre que les sirvieran, otros, les castigaban si faltaban, o les asesinaban cuando ya no les eran 煤tiles, les molestaban demasiado o pretend铆an salirse de la norma establecida. Pero ninguno pod铆a considerarles en igualdad de condiciones o con derecho a la libertad. Eso era inimaginable.

Por todo ello, y para finalizar este texto, es necesario decir, susurrar y gritar con la m谩xima claridad que las violencias que se ejercen contra las mujeres hoy es terrorismo machista y supone por ello mantener a la mitad de la poblaci贸n en un d茅ficit evidente de derechos, por ello y por la inacci贸n y/o tolerancia del Estado. Y aunque se van dando pasos firmes, sobre todo a nivel social, para la deslegitimaci贸n m谩s absoluta de las distintas violencias machistas, todav铆a queda mucho por andar, tanto respecto a la m谩s evidente agresividad, como hacia aquellas otras violencias m谩s sutiles que permanecen casi ocultas y no se perciben como tales (micromachismos). Y ante esta situaci贸n, el Estado deber铆a as铆 entender las violencias contra las mujeres, como terrorismo machista, y actuar en consecuencia. Es su responsabilidad, no se puede ni se debe ignorar.


*Jesus Gonz谩lez Pazos, Miembro de Mugarik Gabe



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