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Democracia paritaria en Guatemala

OPINI脫N de Ileana Alamilla.- Una verdadera carga emocional, motivada por razones ideol贸gicas, pol铆ticas y personales, se ha evidenciado en el Congreso de la Rep煤blica. Esta octava legislatura en Guatemala se vislumbraba con destellos de transformaci贸n, siempre y cuando no cambiara todo para que todo siguiera igual. Se aprobaron leyes que pasaron incluso sin mayor discusi贸n, que nos han dejado con la gran duda de d贸nde provino el empuje y la decisi贸n para que no crearan discordia.


Reivindicaci贸n de democracia paritaria en Guatemala

Sin embargo, cuando lleg贸 el turno a la discusi贸n de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Pol铆ticos, una de las principales reivindicaciones de “la Plaza”, entonces s铆 que hab铆a que discutir.

Estudios han determinado que la democracia paritaria, como forma de equilibro de representaci贸n y de toma de decisiones entre mujeres y hombres, es la concreci贸n de los derechos que asisten a la ciudadan铆a, especialmente a las mujeres que han debido librar luchas por la concreci贸n de sus anhelos y garant铆as fundamentales.

Y tienen parcialmente raz贸n los diputados que con vehemencia se帽alan que no es cuesti贸n de leyes porque, si as铆 fuera, bastar铆a con que se cumpliera a cabalidad la Constituci贸n Pol铆tica de la Rep煤blica, que en su art铆culo 4潞 establece que todos los seres humanos somos libres e iguales en dignidad y derechos. El hombre y la mujer tienen, formalmente, iguales oportunidades y responsabilidades. Sin embargo, en la pr谩ctica, est谩 a la vista que no es as铆.

El ordenamiento legal, que muchas veces replica las desigualdades, tiene que ser revisado y adaptado a la realidad, desarrollando el principio constitucional citado y debe pavimentar el camino para que el Estado cumpla con la funci贸n equilibradora de las desigualdades sociales.

Hay diputados que aseguran que las mujeres lo 煤nico que debemos hacer es esforzarnos para alcanzar los m茅ritos que se necesitan para ocupar el lugar que tienen los hombres. Otro argumento es que si unas mujeres han logrado ocupar un esca帽o en el Congreso, eso demuestra que hay igualdad de oportunidades; pero se les olvida que en la actualidad es solo el 14.5 % de mujeres las que tienen ese privilegio, y estudios demuestran que, con la tendencia prevaleciente, para superar esta desigualdad se requerir铆an 224 a帽os.

Se hace indispensable que se establezcan normas para forzar los cambios sociales, que no se van a generar solo por la buena voluntad de las personas. As铆 fue cuando se reconoci贸 el derecho de las mujeres a votar, cuando se modific贸 la norma que establec铆a que la mujer pod铆a trabajar siempre y cuando el marido no se opusiera o cuando se reconoci贸 que la violencia intrafamiliar no era un derecho del hombre de castigar a su compa帽era.

Si no se crea un entorno favorable para la participaci贸n pol铆tica a trav茅s de una ley que obligue a dar espacios en igualdad de condiciones a hombres y mujeres, no ser谩 posible alcanzar la paridad, pues los cambios de actitud, las barreras mentales, las relaciones de poder prevalecientes, no permiten que por buena voluntad se concrete la participaci贸n pol铆tica de las mujeres en igualdad de condiciones.

Aqu铆 siempre le hemos temido al cambio. Se sataniza a quien impulse las necesarias transformaciones sociales para alcanzar la equidad y la justicia social. Hay poderosas fuerzas que pretenden mantener las opresiones de toda naturaleza, de clase, 茅tnicas, de g茅nero; se nos quiere obligar a seguir viviendo en una sociedad donde las diferencias se traducen en desigualdades y en discriminaci贸n.

Est谩 muy dif铆cil que se apruebe el art铆culo que garantiza la paridad, porque abre el camino para luchar por otros derechos conculcados. Pero, si bien es cierto que no podemos caer en la trampa de discutir este tema a costa de invisibilizar otros tambi茅n trascendentales para la democracia, tampoco debemos arriar esta justa bandera que es por derechos.















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