OPINI脫N de Rebeca Mart铆nez.- El 8 de marzo se ha convertido ya en el D铆a Internacional de (quedar bien con) las Mujeres. Es decir, el d铆a en el que desde las instituciones se hacen unas cuantas menciones inundadas de las palabras igualdad, g茅nero y trabajadora; en que se reparte alguna que otra menci贸n a ciertas honorables y tras el que, cubiertas las espaldas, se pasa a otra cosa. Hasta el a帽o siguiente.
Como viene siendo costumbre -y deseable-, es desde el movimiento feminista desde donde se supera la restricci贸n institucional y se enriquecen las demandas. Es aqu铆 donde se pide que, m谩s all谩 de los discursos ensayados y las puestas en escena, es necesario emprender medidas reales que pongan fin a la desigualdad existente entre hombres y mujeres. Por supuesto y de manera tajante, la que se expresa en forma de violencia f铆sica, pero tambi茅n aquella que se expresa por otras v铆as menos evidentes y que no tienen tanto impacto medi谩tico. Por citar algunas, las diferencias salariales, la doble carga de las tareas dom茅sticas o a la difusi贸n de estereotipos que fortalecen los roles de g茅nero.
El D铆a Internacional de las Mujeres es una buena ocasi贸n para dar ejemplo de nuestra autoorganizaci贸n, como ya hicimos el pasado noviembre, y salir a la calle m谩s reivindicativas y fuertes que nunca. Para poner en valor el feminismo como movimiento de emancipaci贸n de las mujeres y para exigir que cualquier propuesta de gobierno que aspire a ser transformadora debe integrar nuestra lucha y nuestras demandas como propias.
Trabajamos igual, cobramos menos
Celebramos, sobre todo en este d铆a, la supuesta igualdad que conquistaron las mujeres cuando accedieron al mundo laboral (¡qu茅 bien estamos ahora!), pero lo cierto es que en 2016 a煤n hay poco que celebrar. Como bot贸n de muestra, el reciente informe publicado por UGT el pasado mes de febrero que revela que la diferencia salarial entre hombres y mujeres se sit煤a en un 24%, el porcentaje m谩s alto de los 煤ltimos a帽os, y que las mujeres tienen que trabajar al a帽o casi noventa d铆as m谩s para igualar el salario de los hombres.
Esto no es todo. Adem谩s, somos nosotras quienes firmamos los contratos m谩s precarios (la contrataci贸n indefinida presenta porcentajes m谩s altos en los varones), ocupamos m谩s puestos a tiempo parcial/1 y sufrimos la limitaci贸n conocida como “techo de cristal”, que se refiere a los obst谩culos que tenemos para llegar a los cargos de responsabilidad y direcci贸n en las empresas/2. Son datos que se explican, entre otros factores, por la segregaci贸n horizontal, es decir, la concentraci贸n de empleos con salarios m谩s bajos en aquellos sectores donde predominan las mujeres /3.
No ayuda a mejorar las condiciones laborales la insuficiente protecci贸n legal de la maternidad, por ejemplo, que lleva a que muchas mujeres renuncien o aplacen su proyecto de ser madres (las que lo tengan) por miedo a las consecuencias que esto pueda tener en su trayectoria profesional, bien con la forma de despido, de negativa a contratarlas o de pagarle la baja si quedan embarazadas.
Para que la carga familiar no se convierta en una variable que perjudique al empleo de las mujeres, es fundamental exigir permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles. Asimismo, es imprescindible caminar hacia la igualdad salarial, pues supondr铆a un avance en la erradicaci贸n de la dependencia econ贸mica y, por tanto, de la violencia machista. 脡sta debe ser una reivindicaci贸n del movimiento y tambi茅n de todos los partidos pol铆ticos que dicen estar a favor de la igualdad de g茅nero. Lo contrario supone dar pasos a atr谩s en las conquistas conseguidas.
Si las mujeres trabajan, ¿qui茅n se queda en casa?
Aunque en la mayor铆a de los casos mal, lo cierto es que en muchos hogares la mujer se ha incorporado, bien por voluntad propia, bien por escasez econ贸mica, al mundo laboral. Sin embargo, este acceso no ha ido acompa帽ado de una incorporaci贸n del hombre al trabajo dom茅stico, por lo que la mujer, despu茅s de cumplir con su jornada fuera de casa, a煤n tiene que atender todas las tareas dom茅sticas al regresar.
¿Esto se considera trabajo? En nuestra cultura capitalista y patriarcal no. Cuando hablamos de trabajo no nos referimos ya a toda esa actividad que genera bienes y servicios orientados a satisfacer necesidades humanas, sino a aquella realizada exclusivamente a cambio de un salario, ya est茅 reglado o no.
Por tanto, se quedan fuera de la definici贸n todas las tareas de cuidados que surgen dentro de la casa y que las mujeres (en su gran mayor铆a) tienen que resolver casi por imposici贸n. La vestimenta, el alimento, la medicina cuando enfermamos, la crianza y la atenci贸n a nuestros mayores son necesidades b谩sicas e imprescindibles que tenemos todos los seres humanos. Si no se satisfacen, es imposible asistir cada d铆a a la f谩brica, a la oficina o al colegio. Sin embargo, los estados capitalistas las convierten en invisibles.
En momentos de recesi贸n econ贸mica como el actual, los recortes que realiza el gobierno y las pol铆ticas de austeridad perjudican sobre todo a estas tareas dom茅sticas invisibilizadas y por tanto a la atenci贸n de la vida. Se eliminan guarder铆as p煤blicas, centros de d铆a, becas de comedor para que nuestros ni帽os y ni帽as puedan comer en el colegio o ayudas a la dependencia para nuestros mayores. Qu茅 raz贸n hay cuando se dice eso de que de las crisis se sale a costa de un retroceso de las mujeres en su libertad y de una intensificaci贸n de su esfuerzo. Obviamente, con diferente grado seg煤n la etnia o la clase social a la que se pertenezca.
Las que cuentan con ayuda familiar pueden seguir trabajando, porque son las abuelas, abuelos o t铆as quienes atienden los cuidados de la casa, sobre todo, a los peque帽os. De la misma forma, las mujeres que tienen un salario alto pueden permitirse contratar a alguien (tambi茅n mujeres en la mayor铆a de los casos) que se encargue de las tareas del hogar, pero debemos preguntarnos en qu茅 condiciones est谩n estas trabajadoras: ¿Cu谩nto cobran? ¿Est谩n dadas de alta en la seguridad social? ¿Tienen tiempo ellas para atender a su familia y su ocio? Dar respuesta a estas preguntas es comprender la precariedad en la que se encuentran.
Por esto, para asegurar que los cuidados se atienden independientemente de la clase social a la que se pertenezca, es necesario exigir que tambi茅n sean cubiertos desde lo p煤blico, con un refuerzo de los servicios dedicados a ellos. Es necesario, igualmente, que haya una corresponsabilidad entre hombres y mujeres para atenderlos y que tanto unos como otras tengamos jornadas laborales “humanas” que reconozcan nuestra condici贸n de seres interdependientes. Porque necesitamos vivir una vida que merezca la pena ser vivida, no se puede dar una salida a la crisis de cuidados por la v铆a privada y neoliberal que recae sobre las espaldas de las mujeres.
En este momento en que la configuraci贸n del gobierno a煤n est谩 debati茅ndose, es fundamental exigir que los partidos pol铆ticos incluyan estas medidas en sus programas. No es suficiente con que maquillen su postura sobre la igualdad de g茅nero a帽adiendo ap茅ndices vac铆os en sus propuestas. Las demandas feministas deben ser de primer orden y no considerarlas o convertirlas en un caj贸n de sastre donde quepa todo es retroceder. Sirva como ejemplo de este retroceso el pacto de gobierno que PSOE y Ciudadanos firmaron la semana pasada/4 y que no garantiza la equidad en los permisos de paternidad y maternidad, una reivindicaci贸n b谩sica como se ha explicado anteriormente.
El feminismo como apuesta por la vida y el planeta
En la sociedad en la que vivimos, parece que el desarrollo y el progreso vienen de la mano de poseer m谩s y mejores productos (ropa de marca, un coche de gama alta, el 煤ltimo modelo de m贸vil, vacaciones en lugares ex贸ticos, etc...), pero ¿es posible mantener estos est谩ndares de vida en un mundo donde cada vez la brecha entre ricos y pobres es mayor y donde estamos agotando los recursos naturales? Si lo estamos haciendo, es a costa de quitarle a otras personas lo poco que poseen y tambi茅n a costa de destruir el planeta obviando sus l铆mites.
En la cultura occidental, con la idea hegem贸nica de la tecnociencia como progreso, se da una paradoja. Consideramos desarrollados a aquellos pa铆ses o regiones que implantan m谩s tecnolog铆a y ciencia en su d铆a a d铆a y subdesarrollados a aquellas que mantienen un apego con la naturaleza y los cultivos. Sin embargo, todas y todos sabemos que los alimentos, que son la energ铆a que necesitamos para funcionar d铆a a d铆a, no se generan a trav茅s de una pantalla. Necesitamos la tierra, el ganado, y necesitamos tambi茅n agua limpia y aire de calidad. Si acabamos con esto, ¿qu茅 nos queda?
En este sentido, reivindicar el valor del feminismo como movimiento que impulsa un cambio de mentalidad es prioritario. Desde el feminismo anticapitalista, adem谩s de exigirse que se coloquen los cuidados y la sostenibilidad de la vida humana antes que nada, se dirige tambi茅n la mirada al ecologismo, al respeto por el medio ambiente, siendo esta una medida de primer orden en el momento de aguda crisis clim谩tica en el que nos encontramos.
Relacionar ambas corrientes de pensamiento, feminismo y ecologismo/5, nos ayuda a plantear una alternativa pol铆tica y cultural a la econom铆a librecambista y al consumo desmedido que va unida a ella. Conviene tener en cuenta su imbricaci贸n, porque abre m煤ltiples v铆as orientadas a un cambio estructural de la sociedad y que sit煤an la (buena) vida de las personas y el planeta por delante de los mercados y la l贸gica de competencia que nos impone el neoliberalismo/6.
El Plan B para Europa, con “m” de mujer
En febrero, diversos colectivos y l铆deres europeos, entre los que se encontraban el exministro griego Yanis Varoufakis, la fil贸sofa y pol铆tica Susane George, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y el eurodiputado Miguel Urb谩n, entre otras muchas caras reconocidas, lanzaron en Madrid el programa Plan B para Europa/7, un programa que sienta las bases para un movimiento europeo contrario a los recortes y el austericidio de la Troika.
Los hitos pol铆ticos recientes (como el de Grecia, por citar un ejemplo) nos muestran que el cambio cultural y de estructura que exigimos no puede conseguirse en un s贸lo pa铆s y que para devolver la soberan铆a a la gente debe haber una uni贸n entre pa铆ses que fuercen una transformaci贸n del orden econ贸mico y pol铆tico internacional.
El feminismo debe hacer suya esta vocaci贸n internacionalista. No s贸lo para advertir de que cualquier propuesta pol铆tica con halo de transformaci贸n debe contar con una perspectiva de g茅nero, tambi茅n para enriquecerse de la interculturalidad y la conversaci贸n con otros feminismos.
En este punto, es necesario remarcar la exigencia de tender puentes con feministas de todas partes del mundo, no s贸lo de Europa, y enriquecernos de la interculturalidad que emerja de ese di谩logo. Las demandas de una feminista ind铆gena de Latinoam茅rica distan mucho de las que pueda tener una feminista blanca de occidente. Asimismo, no es igual la opresi贸n que sufre una mujer obrera que una empresaria, pero el fondo de nuestra lucha es el mismo. Por tanto, la mirada internacionalista no se puede esquivar si aspiramos a construir un feminismo anticapitalista amplio y s贸lido que luche contra todas las opresiones: el sexismo, el racismo, el clasismo, el etnocentrismo y la discriminaci贸n por opci贸n sexual, entre otras.
Notas
1/ Para m谩s datos sobre ocupaci贸n de trabajos a tiempo parcial de hombres y mujeres:http://www.ine.es/ss/Satellite?
2/ El cuarto informe ’Las Mujeres en los Consejos de Administraci贸n de las compa帽铆as del Ibex 35’, elaborado por Atrevia y el IESE, confirma esta tendencia.
3/ Para un an谩lisis m谩s exhaustivo sobre este tema remitimos a la revista Estudios y Cultura, en su n煤mero 75: http://www.1mayo.ccoo.es/nova/NNws_ShwNewDup?codigo=4828&cod_primaria=1158&cod_secundaria=1158#.VthRNlucHIU .
4/ Se puede consultar esta medida en el enlace: http://www.psoe.es/gobierno-para-el-cambio/medidas-por-la-igualdad-entre-hombres-y-mujeres/
5/ Para profundizar en la relaci贸n entre feminismo y ecologismo sirven estos libros: Ecofeminismo para otro mundo posible, de Alicia Puleo (2011) y Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de las sostenibilidad, de Yayo Herrero et al. (2011).
6/ La nueva raz贸n del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, de Christian Laval y Pierre Dardot (2013).
7/ Se puede consultar el llamamiento “Plan B para Europa” en la p谩gina web de la revista Viento Surhttp://www.vientosur.info/spip.php?...
**Rebeca Mart铆nez es activista feminista y militante de Anticapitalistas. http://vientosur.info/
Como viene siendo costumbre -y deseable-, es desde el movimiento feminista desde donde se supera la restricci贸n institucional y se enriquecen las demandas. Es aqu铆 donde se pide que, m谩s all谩 de los discursos ensayados y las puestas en escena, es necesario emprender medidas reales que pongan fin a la desigualdad existente entre hombres y mujeres. Por supuesto y de manera tajante, la que se expresa en forma de violencia f铆sica, pero tambi茅n aquella que se expresa por otras v铆as menos evidentes y que no tienen tanto impacto medi谩tico. Por citar algunas, las diferencias salariales, la doble carga de las tareas dom茅sticas o a la difusi贸n de estereotipos que fortalecen los roles de g茅nero.
El D铆a Internacional de las Mujeres es una buena ocasi贸n para dar ejemplo de nuestra autoorganizaci贸n, como ya hicimos el pasado noviembre, y salir a la calle m谩s reivindicativas y fuertes que nunca. Para poner en valor el feminismo como movimiento de emancipaci贸n de las mujeres y para exigir que cualquier propuesta de gobierno que aspire a ser transformadora debe integrar nuestra lucha y nuestras demandas como propias.
Trabajamos igual, cobramos menos
Celebramos, sobre todo en este d铆a, la supuesta igualdad que conquistaron las mujeres cuando accedieron al mundo laboral (¡qu茅 bien estamos ahora!), pero lo cierto es que en 2016 a煤n hay poco que celebrar. Como bot贸n de muestra, el reciente informe publicado por UGT el pasado mes de febrero que revela que la diferencia salarial entre hombres y mujeres se sit煤a en un 24%, el porcentaje m谩s alto de los 煤ltimos a帽os, y que las mujeres tienen que trabajar al a帽o casi noventa d铆as m谩s para igualar el salario de los hombres.
Esto no es todo. Adem谩s, somos nosotras quienes firmamos los contratos m谩s precarios (la contrataci贸n indefinida presenta porcentajes m谩s altos en los varones), ocupamos m谩s puestos a tiempo parcial/1 y sufrimos la limitaci贸n conocida como “techo de cristal”, que se refiere a los obst谩culos que tenemos para llegar a los cargos de responsabilidad y direcci贸n en las empresas/2. Son datos que se explican, entre otros factores, por la segregaci贸n horizontal, es decir, la concentraci贸n de empleos con salarios m谩s bajos en aquellos sectores donde predominan las mujeres /3.
No ayuda a mejorar las condiciones laborales la insuficiente protecci贸n legal de la maternidad, por ejemplo, que lleva a que muchas mujeres renuncien o aplacen su proyecto de ser madres (las que lo tengan) por miedo a las consecuencias que esto pueda tener en su trayectoria profesional, bien con la forma de despido, de negativa a contratarlas o de pagarle la baja si quedan embarazadas.
Para que la carga familiar no se convierta en una variable que perjudique al empleo de las mujeres, es fundamental exigir permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles. Asimismo, es imprescindible caminar hacia la igualdad salarial, pues supondr铆a un avance en la erradicaci贸n de la dependencia econ贸mica y, por tanto, de la violencia machista. 脡sta debe ser una reivindicaci贸n del movimiento y tambi茅n de todos los partidos pol铆ticos que dicen estar a favor de la igualdad de g茅nero. Lo contrario supone dar pasos a atr谩s en las conquistas conseguidas.
Si las mujeres trabajan, ¿qui茅n se queda en casa?
Aunque en la mayor铆a de los casos mal, lo cierto es que en muchos hogares la mujer se ha incorporado, bien por voluntad propia, bien por escasez econ贸mica, al mundo laboral. Sin embargo, este acceso no ha ido acompa帽ado de una incorporaci贸n del hombre al trabajo dom茅stico, por lo que la mujer, despu茅s de cumplir con su jornada fuera de casa, a煤n tiene que atender todas las tareas dom茅sticas al regresar.
¿Esto se considera trabajo? En nuestra cultura capitalista y patriarcal no. Cuando hablamos de trabajo no nos referimos ya a toda esa actividad que genera bienes y servicios orientados a satisfacer necesidades humanas, sino a aquella realizada exclusivamente a cambio de un salario, ya est茅 reglado o no.
Por tanto, se quedan fuera de la definici贸n todas las tareas de cuidados que surgen dentro de la casa y que las mujeres (en su gran mayor铆a) tienen que resolver casi por imposici贸n. La vestimenta, el alimento, la medicina cuando enfermamos, la crianza y la atenci贸n a nuestros mayores son necesidades b谩sicas e imprescindibles que tenemos todos los seres humanos. Si no se satisfacen, es imposible asistir cada d铆a a la f谩brica, a la oficina o al colegio. Sin embargo, los estados capitalistas las convierten en invisibles.
En momentos de recesi贸n econ贸mica como el actual, los recortes que realiza el gobierno y las pol铆ticas de austeridad perjudican sobre todo a estas tareas dom茅sticas invisibilizadas y por tanto a la atenci贸n de la vida. Se eliminan guarder铆as p煤blicas, centros de d铆a, becas de comedor para que nuestros ni帽os y ni帽as puedan comer en el colegio o ayudas a la dependencia para nuestros mayores. Qu茅 raz贸n hay cuando se dice eso de que de las crisis se sale a costa de un retroceso de las mujeres en su libertad y de una intensificaci贸n de su esfuerzo. Obviamente, con diferente grado seg煤n la etnia o la clase social a la que se pertenezca.
Las que cuentan con ayuda familiar pueden seguir trabajando, porque son las abuelas, abuelos o t铆as quienes atienden los cuidados de la casa, sobre todo, a los peque帽os. De la misma forma, las mujeres que tienen un salario alto pueden permitirse contratar a alguien (tambi茅n mujeres en la mayor铆a de los casos) que se encargue de las tareas del hogar, pero debemos preguntarnos en qu茅 condiciones est谩n estas trabajadoras: ¿Cu谩nto cobran? ¿Est谩n dadas de alta en la seguridad social? ¿Tienen tiempo ellas para atender a su familia y su ocio? Dar respuesta a estas preguntas es comprender la precariedad en la que se encuentran.
Por esto, para asegurar que los cuidados se atienden independientemente de la clase social a la que se pertenezca, es necesario exigir que tambi茅n sean cubiertos desde lo p煤blico, con un refuerzo de los servicios dedicados a ellos. Es necesario, igualmente, que haya una corresponsabilidad entre hombres y mujeres para atenderlos y que tanto unos como otras tengamos jornadas laborales “humanas” que reconozcan nuestra condici贸n de seres interdependientes. Porque necesitamos vivir una vida que merezca la pena ser vivida, no se puede dar una salida a la crisis de cuidados por la v铆a privada y neoliberal que recae sobre las espaldas de las mujeres.
En este momento en que la configuraci贸n del gobierno a煤n est谩 debati茅ndose, es fundamental exigir que los partidos pol铆ticos incluyan estas medidas en sus programas. No es suficiente con que maquillen su postura sobre la igualdad de g茅nero a帽adiendo ap茅ndices vac铆os en sus propuestas. Las demandas feministas deben ser de primer orden y no considerarlas o convertirlas en un caj贸n de sastre donde quepa todo es retroceder. Sirva como ejemplo de este retroceso el pacto de gobierno que PSOE y Ciudadanos firmaron la semana pasada/4 y que no garantiza la equidad en los permisos de paternidad y maternidad, una reivindicaci贸n b谩sica como se ha explicado anteriormente.
El feminismo como apuesta por la vida y el planeta
En la sociedad en la que vivimos, parece que el desarrollo y el progreso vienen de la mano de poseer m谩s y mejores productos (ropa de marca, un coche de gama alta, el 煤ltimo modelo de m贸vil, vacaciones en lugares ex贸ticos, etc...), pero ¿es posible mantener estos est谩ndares de vida en un mundo donde cada vez la brecha entre ricos y pobres es mayor y donde estamos agotando los recursos naturales? Si lo estamos haciendo, es a costa de quitarle a otras personas lo poco que poseen y tambi茅n a costa de destruir el planeta obviando sus l铆mites.
En la cultura occidental, con la idea hegem贸nica de la tecnociencia como progreso, se da una paradoja. Consideramos desarrollados a aquellos pa铆ses o regiones que implantan m谩s tecnolog铆a y ciencia en su d铆a a d铆a y subdesarrollados a aquellas que mantienen un apego con la naturaleza y los cultivos. Sin embargo, todas y todos sabemos que los alimentos, que son la energ铆a que necesitamos para funcionar d铆a a d铆a, no se generan a trav茅s de una pantalla. Necesitamos la tierra, el ganado, y necesitamos tambi茅n agua limpia y aire de calidad. Si acabamos con esto, ¿qu茅 nos queda?
En este sentido, reivindicar el valor del feminismo como movimiento que impulsa un cambio de mentalidad es prioritario. Desde el feminismo anticapitalista, adem谩s de exigirse que se coloquen los cuidados y la sostenibilidad de la vida humana antes que nada, se dirige tambi茅n la mirada al ecologismo, al respeto por el medio ambiente, siendo esta una medida de primer orden en el momento de aguda crisis clim谩tica en el que nos encontramos.
Relacionar ambas corrientes de pensamiento, feminismo y ecologismo/5, nos ayuda a plantear una alternativa pol铆tica y cultural a la econom铆a librecambista y al consumo desmedido que va unida a ella. Conviene tener en cuenta su imbricaci贸n, porque abre m煤ltiples v铆as orientadas a un cambio estructural de la sociedad y que sit煤an la (buena) vida de las personas y el planeta por delante de los mercados y la l贸gica de competencia que nos impone el neoliberalismo/6.
El Plan B para Europa, con “m” de mujer
En febrero, diversos colectivos y l铆deres europeos, entre los que se encontraban el exministro griego Yanis Varoufakis, la fil贸sofa y pol铆tica Susane George, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y el eurodiputado Miguel Urb谩n, entre otras muchas caras reconocidas, lanzaron en Madrid el programa Plan B para Europa/7, un programa que sienta las bases para un movimiento europeo contrario a los recortes y el austericidio de la Troika.
Los hitos pol铆ticos recientes (como el de Grecia, por citar un ejemplo) nos muestran que el cambio cultural y de estructura que exigimos no puede conseguirse en un s贸lo pa铆s y que para devolver la soberan铆a a la gente debe haber una uni贸n entre pa铆ses que fuercen una transformaci贸n del orden econ贸mico y pol铆tico internacional.
El feminismo debe hacer suya esta vocaci贸n internacionalista. No s贸lo para advertir de que cualquier propuesta pol铆tica con halo de transformaci贸n debe contar con una perspectiva de g茅nero, tambi茅n para enriquecerse de la interculturalidad y la conversaci贸n con otros feminismos.
En este punto, es necesario remarcar la exigencia de tender puentes con feministas de todas partes del mundo, no s贸lo de Europa, y enriquecernos de la interculturalidad que emerja de ese di谩logo. Las demandas de una feminista ind铆gena de Latinoam茅rica distan mucho de las que pueda tener una feminista blanca de occidente. Asimismo, no es igual la opresi贸n que sufre una mujer obrera que una empresaria, pero el fondo de nuestra lucha es el mismo. Por tanto, la mirada internacionalista no se puede esquivar si aspiramos a construir un feminismo anticapitalista amplio y s贸lido que luche contra todas las opresiones: el sexismo, el racismo, el clasismo, el etnocentrismo y la discriminaci贸n por opci贸n sexual, entre otras.
Notas
1/ Para m谩s datos sobre ocupaci贸n de trabajos a tiempo parcial de hombres y mujeres:http://www.ine.es/ss/Satellite?
2/ El cuarto informe ’Las Mujeres en los Consejos de Administraci贸n de las compa帽铆as del Ibex 35’, elaborado por Atrevia y el IESE, confirma esta tendencia.
3/ Para un an谩lisis m谩s exhaustivo sobre este tema remitimos a la revista Estudios y Cultura, en su n煤mero 75: http://www.1mayo.ccoo.es/nova/NNws_ShwNewDup?codigo=4828&cod_primaria=1158&cod_secundaria=1158#.VthRNlucHIU .
4/ Se puede consultar esta medida en el enlace: http://www.psoe.es/gobierno-para-el-cambio/medidas-por-la-igualdad-entre-hombres-y-mujeres/
5/ Para profundizar en la relaci贸n entre feminismo y ecologismo sirven estos libros: Ecofeminismo para otro mundo posible, de Alicia Puleo (2011) y Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de las sostenibilidad, de Yayo Herrero et al. (2011).
6/ La nueva raz贸n del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, de Christian Laval y Pierre Dardot (2013).
7/ Se puede consultar el llamamiento “Plan B para Europa” en la p谩gina web de la revista Viento Surhttp://www.vientosur.info/spip.php?...
**Rebeca Mart铆nez es activista feminista y militante de Anticapitalistas. http://vientosur.info/