OPINI脫N de 脕lvaro Cuadra.- La primera lecci贸n para quienes se aventuran en la llamada pol铆tica internacional es que no existen “amigos” permanentes, no existen “enemigos” permanentes, existen intereses permanentes. En la actualidad, el gobierno de los Estados Unidos estima –en funci贸n de sus intereses- oportuno y pertinente redefinir sus relaciones con los pa铆ses de la regi贸n latinoamericana, incluido, ciertamente, el r茅gimen cubano.
Foto: Telesur
Tras el ocaso del Socialismo Real, encabezado por la Uni贸n Sovi茅tica, se ha modificado profundamente el panorama pol铆tico latinoamericano, haciendo de Cuba m谩s un referente hist贸rico simb贸lico que una amenaza real para la seguridad de los Estados Unidos o para la estabilidad de la regi贸n. As铆, por ejemplo, una guerrilla marxista como las FARC llega a La Habana no para proseguir su lucha sino para avanzar en conversaciones de paz en Colombia.
Si bien la continuidad de los comunistas en Cuba restringe las libertades de sus ciudadanos, no es menos cierto – oh paradoja – que su presencia asegura al gigante del norte que la isla no ser谩 un trampol铆n para el narcotr谩fico ni fuente de una crisis migratoria de proporciones a escasas millas de La Florida. M谩s all谩 de previsibles declaraciones de buena crianza, lo cierto es que el gobierno de Obama entiende que se puede avanzar pol铆ticamente hacia el fin del embargo, trabajando con los adversarios de ayer, como pre谩mbulo a una presencia econ贸mica. Superados los fundamentos y contextos de la Guerra Fr铆a, y con ello de gran parte de la 茅pica revolucionaria de mediados del siglo pasado, ha llegado la hora de revisar la cuesti贸n cubana a la luz del siglo XXI.
Aprender a convivir, en un mismo continente, con la primera potencia mundial, tal ha sido el desaf铆o de todas las naciones latinoamericanas. Convivir con un Imperio no es una tarea sencilla, rara vez amable o justa, m谩s bien hemos conocido una relaci贸n asim茅trica cuya expresi贸n 煤ltima se ha materializado en intervenciones y golpes militares, violencia, crisis econ贸micas y embargos. La historia la conocemos, la cuesti贸n es si acaso existe otra posibilidad que traiga paz y prosperidad a nuestros pa铆ses, un mundo en que se respete la soberan铆a de nuestros pueblos y se fortalezca nuestra propia dignidad. Condenados a ser vecinos sempiternos, no parece ocioso buscar nuevas formas de entendimiento.
Como todo proceso hist贸rico, el cambio que se augura deber谩 sortear muchos obst谩culos, tanto entre los sectores m谩s recalcitrantes al interior de los Estados Unidos como entre los m谩s conservadores del comunismo cubano y latinoamericano. No obstante, la visita del presidente Obama a la isla marca el inicio de un nuevo cap铆tulo de un relato que como un centenario bolero est谩 marcado por el amor y el odio de dos naciones cuyo destino inevitable, como el de M茅xico y por extensi贸n el de Am茅rica Latina, est谩 signado por la geograf铆a, la econom铆a, la cultura y la historia.
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Tras el ocaso del Socialismo Real, encabezado por la Uni贸n Sovi茅tica, se ha modificado profundamente el panorama pol铆tico latinoamericano, haciendo de Cuba m谩s un referente hist贸rico simb贸lico que una amenaza real para la seguridad de los Estados Unidos o para la estabilidad de la regi贸n. As铆, por ejemplo, una guerrilla marxista como las FARC llega a La Habana no para proseguir su lucha sino para avanzar en conversaciones de paz en Colombia.
Si bien la continuidad de los comunistas en Cuba restringe las libertades de sus ciudadanos, no es menos cierto – oh paradoja – que su presencia asegura al gigante del norte que la isla no ser谩 un trampol铆n para el narcotr谩fico ni fuente de una crisis migratoria de proporciones a escasas millas de La Florida. M谩s all谩 de previsibles declaraciones de buena crianza, lo cierto es que el gobierno de Obama entiende que se puede avanzar pol铆ticamente hacia el fin del embargo, trabajando con los adversarios de ayer, como pre谩mbulo a una presencia econ贸mica. Superados los fundamentos y contextos de la Guerra Fr铆a, y con ello de gran parte de la 茅pica revolucionaria de mediados del siglo pasado, ha llegado la hora de revisar la cuesti贸n cubana a la luz del siglo XXI.
Aprender a convivir, en un mismo continente, con la primera potencia mundial, tal ha sido el desaf铆o de todas las naciones latinoamericanas. Convivir con un Imperio no es una tarea sencilla, rara vez amable o justa, m谩s bien hemos conocido una relaci贸n asim茅trica cuya expresi贸n 煤ltima se ha materializado en intervenciones y golpes militares, violencia, crisis econ贸micas y embargos. La historia la conocemos, la cuesti贸n es si acaso existe otra posibilidad que traiga paz y prosperidad a nuestros pa铆ses, un mundo en que se respete la soberan铆a de nuestros pueblos y se fortalezca nuestra propia dignidad. Condenados a ser vecinos sempiternos, no parece ocioso buscar nuevas formas de entendimiento.
Como todo proceso hist贸rico, el cambio que se augura deber谩 sortear muchos obst谩culos, tanto entre los sectores m谩s recalcitrantes al interior de los Estados Unidos como entre los m谩s conservadores del comunismo cubano y latinoamericano. No obstante, la visita del presidente Obama a la isla marca el inicio de un nuevo cap铆tulo de un relato que como un centenario bolero est谩 marcado por el amor y el odio de dos naciones cuyo destino inevitable, como el de M茅xico y por extensi贸n el de Am茅rica Latina, est谩 signado por la geograf铆a, la econom铆a, la cultura y la historia.