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Refugiados, xenofobia, identidades y lucha de clases

OPINI脫N de Miguel Urb谩n.- Hoy m谩s que nunca, a Europa le sangran las fronteras y le brotan las alambradas. Y es que la UE est谩 respondiendo a la mayor crisis de refugiados de su historia (y al que posiblemente sea su mayor desaf铆o en d茅cadas) levantando muros, instalando centros de internamiento masivo, y recortando derechos y libertades a nativos y migrantes.

Muros construidos no solo con concertinas, sino sobre el miedo al otro, a lo desconocido, y que agrandan la brecha entre ellos y nosotros. Muros tras los que se refuerzan los repliegues identitarios y los nacionalismos excluyentes. Muros que reavivan antiguos fantasmas que hoy, de nuevo, recorren Europa. Los mismos fantasmas contra los que, supuestamente, aquel sue帽o europeo se levant贸 hace d茅cadas.


Los cad谩veres de los n谩ufragos de las pateras, los muertos en los desiertos y las vallas fronterizas son la expresi贸n de otra forma de racismo: la xenofobia institucional. Un racismo de guante blanco, an贸nimo, legal y poco visible pero constante, que sit煤a una frontera entre los que deben ser protegidos y los que pueden o efectivamente resultan excluidos de cualquier protecci贸n.

Una degradaci贸n de la seguridad jur铆dica y policial organizada con el objetivo de quebrar al migrante, para que se d茅 la vuelta o para que termine entrando sin derechos ni garant铆as, generando as铆 una mano de obra d贸cil, amenazada y f谩cilmente explotable gracias a unas pol铆ticas p煤blicas que vulneran sus derechos y les vuelve vulnerables.

Una estrategia de exclusi贸n de la ciudadan铆a plena que busca fragilizar a un colectivo, el migrante, para contribuir as铆 a fragmentar a煤n m谩s a toda la poblaci贸n. Es una operaci贸n consustancial a la guerra entre los pobres, a la lucha de clases de los 煤ltimos contra los pen煤ltimos, donde prima la competencia entre aut贸ctonos y for谩neos por acceder a recursos cada vez m谩s escasos: el trabajo, y las prestaciones y servicios de bienestar social.

Desde las instituciones europeas y los partidos del establishment son recurrentes las llamadas de alerta ante el auge de actitudes racistas y organizaciones xen贸fobas. Sin embargo estas instituciones y partidos, en lugar de plantear propuestas, medidas o pol铆ticas para combatir los discursos xen贸fobos y excluyentes, est谩n aceptando el terreno de confrontaci贸n que propone la extrema derecha, y asumen buena parte de sus postulados. En 煤ltima instancia, normalizan ese discurso y legitiman el espacio pol铆tico que conjuntamente van generando.

Es lo que en Francia se conoce desde hace a帽os como “lepenizaci贸n de los esp铆ritus” y que hoy recorre casi toda Europa. Solo tenemos que comprobar c贸mo las instituciones y gobiernos de la UE han endurecido tanto sus declaraciones como las leyes de migraci贸n y asilo ante la crisis humanitaria de los refugiados. Especialmente conocidos son los casos de pa铆ses de tr谩nsito como Hungr铆a o de acogida como Dinamarca, pero lamentablemente no son los 煤nicos.

Pero ni la xenofobia institucional ni esta operaci贸n de exclusi贸n de matriz econ贸mica son los 煤nicos caldos en los que se cultiva la xenofobia pol铆tica y social que hoy vemos brotar por toda Europa. Cabe se帽alar tambi茅n los esfuerzos permanentes por estigmatizar a la poblaci贸n migrante, present谩ndola social e institucionalmente como un problema de orden p煤blico. De esta forma se facilita la xenofobia institucional y se pretenden justificar las leyes y medidas regresivas, pero tambi茅n se abre la puerta a la ret贸rica del populismo punitivo, como hemos podido comprobar en los casos de la expulsi贸n de roms en Francia o en campamentos como los de Calais.

Una situaci贸n (record茅moslo: fabricada pol铆ticamente, que no cae del cielo cual fen贸meno meteorol贸gico) que normaliza el discurso de la extrema derecha y le otorga una audiencia de masas, especialmente entre sectores de la clase obrera y de las clases medias duramente golpeadas por la crisis econ贸mica. Pero no todo el m茅rito es de quienes contribuyen a sembrar: hay que reconocer que los nuevos partidos post, neofascistas y populistas xen贸fobos est谩n aprendiendo r谩pidamente a recoger estos frutos. Capitalizan pol铆ticamente la cuesti贸n migratoria y la crisis humanitaria de los refugiados, cargando la culpa de cualquier malestar social a estos “otros”, supuestamente portadores de una alteridad irreductible y que, adem谩s, compiten a la baja en un mercado laboral en crisis.

Como escrib铆aVicen莽 Navarro hace unos a帽os en este mismo medio, “hay que entender que es racista no el m谩s ignorante, sino el m谩s inseguro. Es precisamente esta inseguridad lo que explica el gran crecimiento de la derecha y ultraderecha en Europa.” En este sentido, ante la inseguridad por la competencia laboral, la p茅rdida de derechos y prestaciones sociales, se exacerba la utilizaci贸n del aparato represivo y penal como herramienta principal para resolver los problemas de (in)seguridad social.

Paralelamente, la pobreza tambi茅n se construye como enemigo, pero el objetivo no es tanto acabar con la pobreza como acabar con los pobres. De esta forma, hemos pasado de atender la pobreza desde la extensi贸n del Estado social a combatirla desde la profundizaci贸n de un Estado policial que estigmatiza y criminaliza a las personas empobrecidas. Ante la imposibilidad de solucionar la inseguridad derivada de las pol铆ticas de ajuste y austeridad, de la precarizaci贸n del mercado laboral y de la p茅rdida de derechos y prestaciones sociales, se problematizan fen贸menos sociales como la migraci贸n o la pobreza. Y se proponen resolverlo con “mano dura”: m谩s polic铆a, m谩s c谩maras de seguridad, m谩s reclusos en las c谩rceles. La UE est谩 hoy en guerra contra la inmigraci贸n y contra los pobres en general, fomentan una guerra entre pobres que canaliza el malestar social en su eslab贸n m谩s d茅bil (el migrante, el extranjero o simplemente el “otro”), eximiendo as铆 a las 茅lites pol铆ticas y econ贸micas responsables del expolio.

Ante esta inseguridad social, la extrema derecha con reclamo identitario configura la imagen de un peligro potencial para la integridad de la comunidad nacional. Un recurso, por cierto, reiteradamente utilizado a lo largo de la historia para fortalecer la cohesi贸n y asegurar el consenso social. Una estrategia que aporta no solo un enemigo sobre el que dirigir el malestar, sino tambi茅n una propuesta en positivo: reconquistar la identidad como comunidad, salvaguardar el concepto agregativo “nosotros”. Una movilizaci贸n que supera as铆 la inmediatez de la protesta y de la reacci贸n frente al malestar coyuntural a trav茅s de un proyecto de largo aliento: reconstruir una identidad amenazada. Amenazada por peligros que se construyen y renuevan permanentemente, convirti茅ndose as铆 en identidades “predatorias”.

Vemos pues c贸mo se conforma un populismo de exclusi贸n y car谩cter diferencialista que apela expl铆citamente a la discriminaci贸n de sectores sociales seg煤n su origen o pertenencia cultural, y que va entrando de tal forma en el tu茅tano de la sociedad que contribuye a justificar su expulsi贸n, de manera m谩s o menos expl铆cita, de la comunidad. Una restricci贸n al concepto de pertenencia “nacional” o “europea” que ataca directamente el concepto de protecci贸n jur铆dica en relaci贸n a la pertenencia a la comunidad, que llega incluso a la exclusi贸n legal y sienta las bases program谩ticas de la xenofobia pol铆tica del siglo XXI.

Pero frente a la xenofobia institucional, el auge de movimientos racistas y los recortes de derechos y libertades, existe otra Europa en marcha desde abajo: propuestas pol铆ticas como la de las Ciudades Refugio o los innumerables ejemplos de redes de auto-organizaci贸n, apoyo mutuo y solidaridad ciudadana con las personas refugiadas y migrantes que nos demuestran que no solo otra Europa es posible, sino tambi茅n y sobre todo que hoy la propia idea de Europa y del proyecto europeo est谩 en disputa.
Que el campo de batalla se est茅 desviando cada vez m谩s hacia las identidades y las pertenencias muestra, por un lado, que a d铆a de hoy existe una disyuntiva real entre luchas xen贸fobas y lucha de clases y que, en esa disputa por determinar el campo de batalla, por el momento vamos perdiendo. De nosotros depende cambiar la situaci贸n. Y eso pasa, tambi茅n, por disputar Europa.



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