OPINI脫N de Ileana Alamilla, Guatemala.- Los seres humanos compartimos la casa que habitamos y algunos de los recursos naturales de los que est谩 dotada. La Tierra, este planeta que nos hemos empe帽ado en contaminar, tuvo este 22 de abril de 2016 su celebraci贸n, efem茅ride que persigue llamar la atenci贸n sobre la necesidad de adoptar una agenda del medio ambiente.
Guatemala: marcha por el agua en el D铆a de la Tierra. Foto: ASP
Ir贸nicamente fue en Estados Unidos donde surgi贸 la iniciativa, uno de los pa铆ses que m谩s contamina y que tradicionalmente se ha resistido a adoptar medidas para frenar el deterioro que nos est谩 literalmente matando.
Los ambientalistas han sido motivo de mofa y estigmatizaci贸n. Hoy sus predicciones est谩n a la vista. Cada d铆a abonamos el riesgo que nos llevar谩 a situaciones catastr贸ficas si la degradaci贸n contin煤a en este ritmo. No hay conciencia de que estamos entre los diez pa铆ses m谩s vulnerables al cambio clim谩tico, cuyas consecuencias son irreversibles.
En Guatemala, hablar de la defensa de la Madre Tierra o del territorio se convierte de inmediato en una alerta para quienes, con prejuicio, temen las demandas populares. Esta actitud no permite que se analice racionalmente lo que las comunidades hist贸ricamente han reivindicado y que tiene que ver con derechos fundamentales y con nuestra propia sobrevivencia.
La tierra no es solo el planeta, es un bien que nos provee de alimentos; sin embargo, es fuente de conflictos, por la negaci贸n de algunos sectores que tradicionalmente la han explotado. Hay necesidad de fomentar formas m谩s justas y equitativas en su utilizaci贸n.
Nos alimentamos de la tierra y se lo debemos a quienes la cultivan, a esos campesinos cuya econom铆a se basa en la diversidad de acciones que acometen en torno a ese preciado bien que han defendido con todo lo que ha estado a su alcance. Pero junto a esta demanda est谩 la defensa del agua, ese recurso que hasta lo exportamos a los pa铆ses vecinos, mientras que aqu铆 hace falta.
Cientos de personas, de todos los puntos cardinales, de distintos or铆genes, oficios y profesiones participaron en una caminata en defensa del vital l铆quido, Parad贸jicamente a muchos solo les preocupaban los congestionamientos de tr谩nsito.
Ha sido escandaloso conocer qu茅 empresas se atreven a desviar los r铆os en su beneficio, dejando sin agua a comunidades enteras, como ha ocurrido en varios lugares. Esto no solo es inhumano, sino que delictivo. El agua es un bien p煤blico, seg煤n la Constituci贸n.
El r铆o Cahab贸n, en Alta Verapaz, se est谩 extinguiendo, se ha contaminado, hay denuncias por el aprovechamiento privado de este recurso y por las aguas residuales lanzadas a su cauce.
La b煤squeda de desarrollo es v谩lida, pero no a costa de la vida. Ese no es desarrollo. El uso del agua debe destinarse prioritariamente a ese prop贸sito y a garantizar su mantenimiento, gesti贸n y gobernanza. Nadie niega que pueda ser destinada a la producci贸n de elementos de desarrollo como la energ铆a el茅ctrica, pero todo debe ser regulado en su uso, cuidado y distribuci贸n.
La poblaci贸n denuncia la contaminaci贸n, el robo, el desv铆o de r铆os, el impacto negativo en el ecosistema marino y la apropiaci贸n indebida del agua por las grandes empresas en la producci贸n de monocultivos.
Los comunitarios est谩n dando ejemplo de sabidur铆a, civismo y decisi贸n. Caminaron cientos de kil贸metros, vinieron aqu铆, al centro del poder, con demandas de beneficio colectivo. Exigen a las autoridades el cumplimiento de sus obligaciones.
Entre los emplazados est谩 el Congreso de la Rep煤blica, para que apruebe una ley de aguas que desarrolle el car谩cter p煤blico y de derechos humanos que constitucionalmente corresponde a este bien; el Gobierno, para que lo asuma como una prioridad, y la Corte Suprema, ante la que se han planteado amparos por el agua.
Ahora la plaza fue ocupada con la voz de los comunitarios, expresando una reivindicaci贸n que nos ata帽e a todos (as), en el campo y las ciudades.
Ir贸nicamente fue en Estados Unidos donde surgi贸 la iniciativa, uno de los pa铆ses que m谩s contamina y que tradicionalmente se ha resistido a adoptar medidas para frenar el deterioro que nos est谩 literalmente matando.
Los ambientalistas han sido motivo de mofa y estigmatizaci贸n. Hoy sus predicciones est谩n a la vista. Cada d铆a abonamos el riesgo que nos llevar谩 a situaciones catastr贸ficas si la degradaci贸n contin煤a en este ritmo. No hay conciencia de que estamos entre los diez pa铆ses m谩s vulnerables al cambio clim谩tico, cuyas consecuencias son irreversibles.
En Guatemala, hablar de la defensa de la Madre Tierra o del territorio se convierte de inmediato en una alerta para quienes, con prejuicio, temen las demandas populares. Esta actitud no permite que se analice racionalmente lo que las comunidades hist贸ricamente han reivindicado y que tiene que ver con derechos fundamentales y con nuestra propia sobrevivencia.
La tierra no es solo el planeta, es un bien que nos provee de alimentos; sin embargo, es fuente de conflictos, por la negaci贸n de algunos sectores que tradicionalmente la han explotado. Hay necesidad de fomentar formas m谩s justas y equitativas en su utilizaci贸n.
Nos alimentamos de la tierra y se lo debemos a quienes la cultivan, a esos campesinos cuya econom铆a se basa en la diversidad de acciones que acometen en torno a ese preciado bien que han defendido con todo lo que ha estado a su alcance. Pero junto a esta demanda est谩 la defensa del agua, ese recurso que hasta lo exportamos a los pa铆ses vecinos, mientras que aqu铆 hace falta.
Cientos de personas, de todos los puntos cardinales, de distintos or铆genes, oficios y profesiones participaron en una caminata en defensa del vital l铆quido, Parad贸jicamente a muchos solo les preocupaban los congestionamientos de tr谩nsito.
Ha sido escandaloso conocer qu茅 empresas se atreven a desviar los r铆os en su beneficio, dejando sin agua a comunidades enteras, como ha ocurrido en varios lugares. Esto no solo es inhumano, sino que delictivo. El agua es un bien p煤blico, seg煤n la Constituci贸n.
El r铆o Cahab贸n, en Alta Verapaz, se est谩 extinguiendo, se ha contaminado, hay denuncias por el aprovechamiento privado de este recurso y por las aguas residuales lanzadas a su cauce.
La b煤squeda de desarrollo es v谩lida, pero no a costa de la vida. Ese no es desarrollo. El uso del agua debe destinarse prioritariamente a ese prop贸sito y a garantizar su mantenimiento, gesti贸n y gobernanza. Nadie niega que pueda ser destinada a la producci贸n de elementos de desarrollo como la energ铆a el茅ctrica, pero todo debe ser regulado en su uso, cuidado y distribuci贸n.
La poblaci贸n denuncia la contaminaci贸n, el robo, el desv铆o de r铆os, el impacto negativo en el ecosistema marino y la apropiaci贸n indebida del agua por las grandes empresas en la producci贸n de monocultivos.
Los comunitarios est谩n dando ejemplo de sabidur铆a, civismo y decisi贸n. Caminaron cientos de kil贸metros, vinieron aqu铆, al centro del poder, con demandas de beneficio colectivo. Exigen a las autoridades el cumplimiento de sus obligaciones.
Entre los emplazados est谩 el Congreso de la Rep煤blica, para que apruebe una ley de aguas que desarrolle el car谩cter p煤blico y de derechos humanos que constitucionalmente corresponde a este bien; el Gobierno, para que lo asuma como una prioridad, y la Corte Suprema, ante la que se han planteado amparos por el agua.
Ahora la plaza fue ocupada con la voz de los comunitarios, expresando una reivindicaci贸n que nos ata帽e a todos (as), en el campo y las ciudades.