
Debido a los fusilamientos con los que la autodenominada “Revolución Libertadora” de Aramburu reprimió el levantamiento fue llamada por el pueblo Revolución Fusiladora. Así, la investigación de Rodolfo Walsh demolió el silencio y dio nacimiento al más trascendental periodista argentino.
El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento cívico-militar en la Argentina contra el gobierno de facto de Aramburu, liderado por el general Juan José Valle, quien a su vez estuvo secundado en el mando por el general Raúl Tanco y los dirigentes sindicales Andrés Framini y Armando Cabo.
El levantamiento fue rápidamente abortado, debido a que el movimiento había sido infiltrado y el gobierno militar estaba esperando a los insurrectos. El único lugar donde llegó a tener algún éxito fue la ciudad de Santa Rosa (La Pampa), donde tropas y civiles al mando del coronel Adolfo Philippeaux lograron publicar un manifiesto por una radio, aunque posteriormente huyeron. Los sublevados mataron a tres personas -Blas Closs, Rafael Fernández y Bernardino Rodríguez- y tuvieron a su vez dos muertos -Carlos Yrigoyen y Rolando Zanera-, sin contar a los que fueron luego fusilados
Como consecuencia del mismo fueron fusilados 32 civiles y militares, un acto represivo que no tiene antecedentes en la historia argentina. La decisión de fusilar al general Valle respondió a una orden directa del almirante Rojas.
Los fusilamientos estuvieron signados por irregularidades, como la aplicación retroactiva de la ley marcial, decretos pre-redactados, falta de registros sobre la existencia de juicios sumarios y de las órdenes de ejecución, etc. Los mismos incluyeron también fusilamientos clandestinos de civiles en un basural de José León Suárez, que fueron mantenidos ocultos por el gobierno hasta que el periodista Rodolfo Walsh revelara los hechos en un libro clásico titulado Operación Masacre, publicado en 1957. Otro acto abiertamente ilegal fue el asalto a la embajada de Haití por parte de un grupo comando, que violando las reglas sobre asilo diplomático secuestró a los insurrectos allí refugiados, entre ellos el general Raúl Tanco, los cuales fueron devueltos a su asilo cuando el embajador presentó su reclamo.
Los 18 militares fusilados fueron: el general de división Juan José Valle, coronel Ricardo Santiago Ibazeta, coronel Alcibíades Eduardo Cortines, coronel José Albino Irigoyen, teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, capitán Eloy Luis Caro, capitán Dardo Néstor Cano, capitán Jorge Miguel Costales, teniente primero Jorge Leopoldo Noriega, teniente primero Néstor Marcel Ovidela, subteniente Alberto Juan Abadie, suboficial principal Miguel Ángel Paolini, suboficial principal Ernesto Garecca, sargento ayudante Luis Pugnetti, sargento Hugo Eladio Quiroga, sargento Luis Bagnetti, cabo Miguel José Rodríguez, cabo músico Luciano Isaías Rojas. Los 14 civiles fusilados fueron: Clemente Braulio Ross, Norberto Ross, Osvaldo Alberto Albedro, Dante Hipólito Lugo, Aldo Emir Jofré, Miguel Ángel Mauriño, Rolando Zanetta, Ramón Raulvidela, Carlos Irigoyen, Carlos Alberto Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Mario Brion, Vicente Rodríguez.
Momentos antes de ser fusilado, el general Valle le escribió una histórica carta al general Aramburu en la que le reclama duramente la decisión de fusilar a los insurrectos y justifica el levantamiento en la necesidad de defender al pueblo de un gobierno que le estaba «imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica». En uno de sus párrafos la carta dice:
Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
A 60 años de la “Operación Masacre”. Por Oscar Castelnovo
(APL) Este jueves se cumplieron 60 años de los fusilamientos clandestinos contra doce civiles (de los cuales cinco murieron) que participaron del levantamiento encabezado por el general Juan José Valle contra la tiranía de Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas, en los basurales de José León Suárez, partido de General San Martín. La masacre, en el contexto de la que sería una prolongada Resistencia peronista, fue un episodio represivo, silenciado e impune que también dispuso el fusilamiento público de Valle y diecisiete militares sublevados, así como las ejecuciones clandestinas de más civiles en la localidad bonaerense de Lanús. En total los muertos fueron 27. Parte de estos crímenes permanecieron ignorados hasta que el periodista Rodolfo Walsh los sacó la luz en 1957 a través de un relato novelado que tituló Operación masacre. Años más tarde, el 25 de marzo de 1977, Walsh moriría combatiendo a otra dictadura. Su cuerpo fue visto en la Escuela de Mecánica de la Armada, luego que un grupo de tareas, en el que se esforzaba el capitán Alfredo Astiz, lo emboscara en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos. Walsh iba disfrazado de anciano repartiendo en los buzones la “Carta de un escritor a la Junta Militar”. Antes de caer, solo, llegó a disparar su pistola calibre 22.
Operación Masacre, perpetrada el 9 de junio de 1956
De las doce militantes fusilados en Suárez, murieron en el acto Carlos Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Vicente Rodríguez y Mario Brión. Otros siete sobrevivieron a la masacre: Reinaldo Benavidez, Rogelio Díaz, Horacio Di Chiano, Norberto Gavino, Miguel Ángel Giunta, Juan Carlos Livraga y Julio Troxler. Luego, algunos de ellos fueron asesinados por la Triple de Isabel Perón y López Rega y por la dictadura cívico-miliar iniciada en 1976 por el general Jorge Videla.
Debido a los fusilamientos con los que la autodenominada “Revolución Libertadora” de Aramburu reprimió el levantamiento fue llamada por el pueblo Revolución Fusiladora. Así, la investigación de Rodolfo Walsh demolió el silencio y dio nacimiento al más trascendental periodista argentino.
Años más tarde, el 25 de marzo de 1977, Walsh moriría combatiendo a otra dictadura. Su cuerpo fue visto en la Escuela de Mecánica de la Armada, luego que un grupo de tareas, en el que se esforzaba el capitán Alfredo Astiz, lo emboscara en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos. Walsh iba disfrazado de anciano repartiendo en los buzones la “Carta de un escritor a la Junta Militar”. Antes de caer, solo, llegó a disparar su pistola calibre 22.