Ir al contenido principal

Cuando los de abajo se odian

La l贸gica del racismo

OPINI脫N de Jorge Majfud.- El dinero de un blanco vale lo mismo que el dinero de un negro, el de un traficante de drogas vale lo mismo que el de una viuda que se prostituye para criar a sus hijos. S贸lo esa l贸gica podr铆a probar que el capital es amoral y no se le podr铆a atribuir la promoci贸n de, por ejemplo, el racismo. ¿Por qu茅, entonces, las sociedades capitalistas m谩s avanzadas han sido, a lo largo de los siglos, brutalmente racistas?

Desde mucho antes de la fundaci贸n de Estados Unidos, los colonos ingleses en Am茅rica del Norte administraban las relaciones sexuales entre los negros esclavos. Por lo general, no les conven铆a una esclava embarazada como hoy no le conviene a las empresas la misma ocurrencia entre sus empleadas mujeres. Cuandolos esclavos ten铆an hijos, con frecuencia eran separados de sus familias. Las emociones humanas nunca fueron productivas hasta la Era de la propaganda y el consumo en el siglo XX.

Para la gente de bien de la 茅poca (los propietarios, gente con responsabilidades, las 煤nicas que luego podr谩n votar y ser elegidas) la promiscuidad de la gente bruta era un pecado inaceptable: los nativos americanos no estaban obsesionados con la virginidad femenina y el sexo no s贸lo era un acontecimiento frecuente entre losnegros sino tambi茅n entre los negros y los blancos pobres, entre los blancos y los negros y los ind铆genas que recib铆an a los fugados del otro lado de los Apalaches. Entre los pobres de la 茅poca y entre parte de la clase media, el racismo no era un principio fundamental ni era todav铆a una recomendaci贸n patri贸tica de Dios.

Para solucionar el problema se establecieron leyes prohibiendo el matrimonio y hasta el ocasional contacto interracial entre los pobres. Pero como las leyes nunca son suficientes, se implementaron pol铆ticas que terminaron por reforzar una cultura que, con el tiempo, se convirti贸 en parte de “la naturaleza humana”.

A principios del siglo XVIII, los gobernantes de las colonias promovieron el odio entre los colores (las diferencias m谩s superficiales pero m谩s visibles) para evitar que el descontento del abuso de clases uniera a blancos pobres, negros esclavos e indios despojados en una revuelta mayor a las que se hab铆an producido con anterioridad, exitosamente abortadas por la fuerza de las armas. En 1758, el gobernador de Carolina del Sur, James Glen, reconoci贸 (o m谩s bien se vanaglori贸) que siempre hab铆a sido una de sus pol铆ticas “crear en losindios una fuerte aversi贸n hacia los negros”. Una de esas formas fue enviando milicias de esclavos para combatir a los indios. Algunos negros desertaron y se refugiaron en entre los indios, se casaron y tuvieron hijos. Pero los astutos gobernantes encontraron la forma de amenazar o corromper a algunos indios ofreci茅ndoles beneficios a cambio de la entrega de los fugados. Como en Am茅rica latina, la corrupci贸n fue por siglos una expresi贸n del poder desequilibrado: los poderosos se corromp铆an por ambici贸n y los despojados se corromp铆an por necesidad. Esa din谩mica persiste hoy atrapada en la simplificaci贸n estrat茅gica del lenguaje que pone, en una eterna relaci贸n de simbiosis a abusadores y a abusados bajo una misma etiqueta: corruptos.

El sexo entre una blanca y un negro era un pecado mayor (por la misma raz贸n y din谩mica entre lo deseado y lo prohibido, entre el poder que domina y se rompe simb贸licamente para renovarse, actualmente es un negocio de la pornograf铆a). Cuando un blanco ten铆a un hijo con una negra, el castigo consist铆a en enviar al v谩stago h铆brido con el resto de los negros, de forma que la pureza blanca siempre se mantuvo en grados deseables, raz贸n por la cual actualmente cualquier estudio gen茅tico revela que los negros estadounidenses tienen una gran proporci贸n de genes europeos, en algunos casos un treinta o cuarenta por ciento, mientras que losblancos pr谩cticamente no muestran trazas de genes africanos. Menos comunes fueron casos como el de loshijos que Thomas Jefferson tuvo con su joven esclava, una mulata de nombre Sally (“tres cuartas partes europea”, hija de otra escava con John Wayles, el suegro de Jefferson), que recibieron la libertad siendo cada uno “siete de ocho partes blancos”. Conceptos similares de fracciones humanas hab铆an sido recogidos por la constituci贸n, cuando se reconoci贸 que un negro val铆a tres quintos de un blanco en t茅rminos electorales; aunque, obviamente, no votaban, m谩s esclavos confer铆an m谩s poder democr谩tico a sus amos por la l贸gica de la propiedad privada.

Un siglo antes de que Estados Unidos lograra la independencia, en muchas colonias los indios y losnegros superaban en n煤mero a los blancos, por lo cual los gobernantes debieron aprobar leyes para controlar esta peligrosa desproporci贸n. Inglaterra no s贸lo enviaba sus reos a Australia sino a Am茅rica tambi茅n, los cuales en muchos casos participaron en revueltas junto con los negros y con la misma frecuencia fueron indultados por el color de su piel. Algunos se convirtieron en supervisores de esclavos, cuando se les exigi贸 a las plantaciones tener al menos un blanco por cada seis trabajadores negros para evitar m谩s des贸rdenes que amenazaran la paz y el progreso de aquella sociedad tan pr贸spera.

En las colonias del sur, los blancos representaban un quinto de la poblaci贸n y entre ellos la mayor铆a eran pobres o esclavos que la pobreza en Europa hab铆a obligado a venderse por cinco o nueve a帽os, aunque la mayor铆a no alcanzaban a pagar por su libertad porque mor铆an enfermos o se suicidaban antes. El actual presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama es descendientes de esclavos, no por su padre negro (que conoci贸 a la madre de Obama cuando en Estados Unidos la uni贸n interracial era ilegal en la mayor铆a de losestados y se consideraba cosa de comunistas), sino por parte de su madre blanca. Obama es considerado el primer presidente negro de este pa铆s, consecuente con una historia de siglos, a pesar que a juzgar por sus familias es tan blanco como negro.

Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta que estamos hechos de siglos de historia, nos guste o no, lo sepamos o no. Pero siempre es mejor saberlo. Como es tradici贸n, desde las guerras religiosas de la Edad Media hasta las guerras del 煤ltimo siglo, los pueblos viven las pasiones y otros muchos menos viven losbeneficios. Como en el f煤tbol, pero menos divertido y mucho m谩s tr谩gico.

El dinero es una abstracci贸n sin moral, pero deja de ser neutral apenas representa al poder de turno. El odio tiene sus beneficios econ贸micos, porque es un instrumento infalible de una de las necesidades b谩sicas del poder: la divisi贸n de otro, la fragmentaci贸n. El poder sabe que en una democracia decente ser谩 dividido y dividido, raz贸n por la cual, para evitar su propia divisi贸n, se encarga a su vez de dividir, de deshumanizar.

Cuando los problemas provocados por las brutales desigualdades sociales (hoy en Estados Unidos 0,2 por ciento de la poblaci贸n posee lo mismo que el 90 por ciento) se llevan a todos sus extremos, nada mejor como ocultarlas y fortalecerlas recurriendo al racismo, una vieja y siempre latente tradici贸n. Cuando los de debajo se pelean por un pedazo de pan, los de arriba festejan con caviar y se prearan para sus caritativas donaciones.

Cada tanto esta l贸gica se expresa en todas sus formas en personajes caricaturescos como Donald Trump.
















ARCHIVOS

Mostrar m谩s


OTRA INFORMACI脫N ES POSIBLE

Informaci贸n internacional, derechos humanos, cultura, minor铆as, mujer, infancia, ecolog铆a, ciencia y comunicaci贸n

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de Espa帽a bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra informaci贸n es posible


s铆gueme en Threads


AI FREE: DIARIO LIBRE DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL