OPINI脫N de Carola Ch谩vez, Venezuela.- Nos contaron que la cosa funciona as铆: Los ricos son maravillosos porque montan negocios y nos dan trabajo. Si el negocio va bien, si nos esforzamos para levantar la empresa, el due帽o va a ser m谩s rico y va a montar otros negocios que generar谩n nuevas fuentes de empleo y mientras m谩s nos esforcemos los due帽os tendr谩n tantos negocios que habr谩 m谩s y mejores empleos para todos y viviremos felices para siempre.

¡C贸nfiro, qu茅 bueno, m谩s y mejores empleos! –Dijeron los incautos y se dispusieron a trabajar, pero, una ma帽ana cualquiera, lleg贸 un tipo muy encorbatado, de mirada g茅lida y sonrisa s谩dica. Era un consultor, un empleado de otra empresa que, a cambio de una jugosa suma de dinero, le muestra a los empresarios c贸mo siempre se puede gastar menos y ganar mucho, mucho m谩s.
Recorte aqu铆, recorte all谩, p贸ngale menos arroz a ese kilo de arroz, d茅jelo en la misma bolsa de siempre y, solo si lo obliga la ley, ponga en letras peque帽itas que son 900 gramos, cobre un poco m谩s porque ahora la bolsa tendr谩 letras doradas y voil脿! Para los empleados, menos caf茅 y m谩s productividad -¡Ay, esa palabrita!- ¿para qu茅 tres tontos cuando un solo, trabajando el tripe y ganando lo mismo, puede hacer el trabajo? Reducci贸n de personal y aunque en eso que llaman “la gran familia empresa Tal” nadie era muy amigo de nadie, el paso de consultor termina de el lugar de trabajo en la jungla m谩s despiadada, nadie quiere ser el botado, no puede haber compasi贸n cuando se est谩n rifando cortadas de pescuezo.
El goteo, aquella prosperidad prometida, se evapora ante los ojos de los nuevos desempleados. Pobrecitos, tener que salir ahora a buscar trabajo cuando hay un s谩dico consultor en cada empresa cortando pescuezos. ¿Si m谩s bien est谩n botando gente, qui茅n va a querer contratar a un botado?
¡Ah! pero tenemos una soluci贸n m谩s s谩dica que las de los consultores: el trabajo temporal, que algunos maledicentes llaman precario, que no es precario ni nada, sino que es menos costoso para el gentil empresario. Si quieres trabajar, renuncia a esos tontos derechos laborales, pide menos y da m谩s. Ya sabes que el trabajo dignifica, entonces, por qu茅 limitar la dignificaci贸n a ocho horas diarias cuando puedes dignificarte por doce, pero no me vengan con esas pendejadas del pago de horas extras, y ni hablar de salario m铆nimo, mira que le doy el trabajo a otro depescuezado. ¡Mira la fila qu茅 larga! Todos quieren tu puesto, porque es tuyo, ¿no?
Y llega el consultor otro d铆a, y los trabajadores, temblorosos, lo ven pasar a la oficina del director. ¿Qu茅 m谩s nos puede pasar? Mudamos operaciones a Bangladesh porque esa gente s铆 trabaja, hasta 18 horas sin ni siquiera pararse al ba帽o, y todo por sueldos de risa. El due帽o se frota las manos. ¡Cerramos! Bueno, no del todo, nos quedamos con algunos gerentes que est茅n dispuestos a seguir el trote de la austeridad que los tiempos imponen.
Los gerentes, satisfechos de conservar sus empleos, miran al resto de los trabajadores con grimita mientras firman despidos convencidos de que son justificados porque “ning煤n empresario trabaja a p茅rdida” y adem谩s, eso le pasa a esa gente por no haber ido, como ellos, a la universidad. La educaci贸n libera.
Termina otro d铆a y regresa el gerente a casa con el pescuezo intacto. Eso cree. Sobre la mesa de la cocina le esperan las facturas de cuatro tarjetas de cr茅dito, la hipoteca, la renovaci贸n del seguro de las dos camionetas, ¿qu茅 realero, se volvieron locos?, el regalo para la boda de Fulanito, las vacaciones de en Disney World, la ropa de marca, la clase de yoga de Ana, las de Tenis de Miguel, la cuota del club, el colegio, la universidad, la vida entera la debe, y la va pagando con su trabajo a los mismos due帽os que lo contratan, como los esclavos en las bodegas de las haciendas.
Sin pensar en esas tonter铆as, el gerente va a la nevera y se sirve un vaso de leche. ¡Ana, esta leche est谩 aguada! Ahora viene as铆, mi vida -contesta ella-. Es que por la empresa l谩ctea tambi茅n pas贸 un consultor.
Mientras tanto, en alg煤n para铆so fiscal reposan las gotas que nunca nos caen.

¡C贸nfiro, qu茅 bueno, m谩s y mejores empleos! –Dijeron los incautos y se dispusieron a trabajar, pero, una ma帽ana cualquiera, lleg贸 un tipo muy encorbatado, de mirada g茅lida y sonrisa s谩dica. Era un consultor, un empleado de otra empresa que, a cambio de una jugosa suma de dinero, le muestra a los empresarios c贸mo siempre se puede gastar menos y ganar mucho, mucho m谩s.
Recorte aqu铆, recorte all谩, p贸ngale menos arroz a ese kilo de arroz, d茅jelo en la misma bolsa de siempre y, solo si lo obliga la ley, ponga en letras peque帽itas que son 900 gramos, cobre un poco m谩s porque ahora la bolsa tendr谩 letras doradas y voil脿! Para los empleados, menos caf茅 y m谩s productividad -¡Ay, esa palabrita!- ¿para qu茅 tres tontos cuando un solo, trabajando el tripe y ganando lo mismo, puede hacer el trabajo? Reducci贸n de personal y aunque en eso que llaman “la gran familia empresa Tal” nadie era muy amigo de nadie, el paso de consultor termina de el lugar de trabajo en la jungla m谩s despiadada, nadie quiere ser el botado, no puede haber compasi贸n cuando se est谩n rifando cortadas de pescuezo.
El goteo, aquella prosperidad prometida, se evapora ante los ojos de los nuevos desempleados. Pobrecitos, tener que salir ahora a buscar trabajo cuando hay un s谩dico consultor en cada empresa cortando pescuezos. ¿Si m谩s bien est谩n botando gente, qui茅n va a querer contratar a un botado?
¡Ah! pero tenemos una soluci贸n m谩s s谩dica que las de los consultores: el trabajo temporal, que algunos maledicentes llaman precario, que no es precario ni nada, sino que es menos costoso para el gentil empresario. Si quieres trabajar, renuncia a esos tontos derechos laborales, pide menos y da m谩s. Ya sabes que el trabajo dignifica, entonces, por qu茅 limitar la dignificaci贸n a ocho horas diarias cuando puedes dignificarte por doce, pero no me vengan con esas pendejadas del pago de horas extras, y ni hablar de salario m铆nimo, mira que le doy el trabajo a otro depescuezado. ¡Mira la fila qu茅 larga! Todos quieren tu puesto, porque es tuyo, ¿no?
Y llega el consultor otro d铆a, y los trabajadores, temblorosos, lo ven pasar a la oficina del director. ¿Qu茅 m谩s nos puede pasar? Mudamos operaciones a Bangladesh porque esa gente s铆 trabaja, hasta 18 horas sin ni siquiera pararse al ba帽o, y todo por sueldos de risa. El due帽o se frota las manos. ¡Cerramos! Bueno, no del todo, nos quedamos con algunos gerentes que est茅n dispuestos a seguir el trote de la austeridad que los tiempos imponen.
Los gerentes, satisfechos de conservar sus empleos, miran al resto de los trabajadores con grimita mientras firman despidos convencidos de que son justificados porque “ning煤n empresario trabaja a p茅rdida” y adem谩s, eso le pasa a esa gente por no haber ido, como ellos, a la universidad. La educaci贸n libera.
Termina otro d铆a y regresa el gerente a casa con el pescuezo intacto. Eso cree. Sobre la mesa de la cocina le esperan las facturas de cuatro tarjetas de cr茅dito, la hipoteca, la renovaci贸n del seguro de las dos camionetas, ¿qu茅 realero, se volvieron locos?, el regalo para la boda de Fulanito, las vacaciones de en Disney World, la ropa de marca, la clase de yoga de Ana, las de Tenis de Miguel, la cuota del club, el colegio, la universidad, la vida entera la debe, y la va pagando con su trabajo a los mismos due帽os que lo contratan, como los esclavos en las bodegas de las haciendas.
Sin pensar en esas tonter铆as, el gerente va a la nevera y se sirve un vaso de leche. ¡Ana, esta leche est谩 aguada! Ahora viene as铆, mi vida -contesta ella-. Es que por la empresa l谩ctea tambi茅n pas贸 un consultor.
Mientras tanto, en alg煤n para铆so fiscal reposan las gotas que nunca nos caen.