Por Colectivo de mujeres musulmanas / Nadine Plateau.- En B茅lgica se multiplican las medidas encaminadas a expulsar de la vida social a las musulmanas que llevan pa帽uelo. No nos obligu茅is a replegarnos en nuestra comunidad, ali茅monos.
Somos mujeres que vivimos y actuamos en B茅lgica. Nuestros pa铆ses de origen, nuestros perfiles, compromisos e intereses son muy diversos, pero las im谩genes que se publican de nosotras nos reducen a una 煤nica faceta de nuestra identidad, en la que nos encasillan: somos musulmanas. Algunas de nosotras se cubren la cabeza con un pa帽uelo que llam谩is “isl谩mico”. La mayor铆a somos creyentes, pero todas nos sentimos encasilladas en una identidad fantasmag贸rica que nos pone sistem谩ticamente en el mismo saco con unos asesinos. De ah铆 viene la solidaridad que nos une hoy, especialmente entre las que llevan velo y las que no lo llevan. Desde esta solidaridad nos dirigimos a vosotras, as铆 como desde todas nuestras identidades electivas y demasiado ignoradas. Entre ellas, esta: somos feministas.
Vivimos tiempos dif铆ciles. La irrupci贸n en suelo europeo de un terrorismo que mata ciegamente en nombre del islam ha dado al traste con la ilusi贸n de que pod铆amos salvarnos de las violencias del mundo. Es natural que nuestra sociedad trate de protegerse. Nuestros responsables insisten en que hay que evitar las amalgamas y no confundir un pu帽ado de criminales con la gran masa de musulmanes y musulmanas. Entonces, ¿por qu茅 se tiene la impresi贸n de que los discursos y las pr谩cticas apuntan sistem谩ticamente contra esta gran masa?
La lamentable saga del “burkini” ilustra de nuevo este hecho. ¡Todo ese jaleo por unas cuantas mujeres que no se desvisten como deber铆an! La conclusi贸n natural de esta nueva histeria francesa, que ya se exporta a B茅lgica, es la prohibici贸n de los “signos religiosos ostentosos” en el espacio p煤blico. Esto, una vez m谩s, no afectar铆a m谩s que a las mujeres, en su inmensa mayor铆a perfectamente inofensivas, y no disuadir铆a a ning煤n terrorista en potencia. ¿Es as铆 c贸mo se piensa evitar la amalgama entre una diminuta minor铆a criminal y el conjunto de la poblaci贸n musulmana?
Las prohibiciones se multiplican
En B茅lgica no han esperado al “burkini” para adoptar m煤ltiples medidas con vistas a expulsar de la vida social a las musulmanas que llevan pa帽uelo. Las prohibiciones se multiplican en los puestos de trabajo y en la ense帽anza. 脷ltimas peripecias a d铆a de hoy: a partir del comienzo de curso en septiembre, dos escuelas frecuentadas por adultos, en Bruselas y Lieja/2, han cambiado su r茅gimen interno para prohibir el uso del pa帽uelo para taparse la cabeza en su interior. Esto afectar谩 a m谩s de 50 estudiantes escolarizadas. De este modo, B茅lgica va m谩s lejos que Francia, que limita la prohibici贸n del pa帽uelo a la ense帽anza secundaria. El candidato Nicolas Sarkozy, que corre detr谩s del Frente Nacional, ha declarado que piensa extender esta prohibici贸n a la ense帽anza superior. En B茅lgica, esto ya es un hecho consumado, sin debate alguno…
Las 煤nicas afectadas por estas medidas son las mujeres. ¿No os parece chocante? ¿Por qu茅 ninguna de las prohibiciones se refiere a los “barbudos”? ¿Acaso porque hay tantas barbas musulmanas como barbas laicas y no existe ning煤n medio infalible para diferenciarlas? ¿Acaso no es esta la prueba de que la neutralidad de una apariencia no quiere decir nada y de que la neutralidad o la imparcialidad residen 煤nicamente en los hechos?
Para nosotras est谩 claro: ese pa帽uelo, el de nuestras madres, nuestras hermanas y nuestras amigas, os inquieta. A la luz de la larga lucha de las feministas de Occidente, lidiada en particular contra la influencia de una iglesia dominante, vosotras solo pod茅is ver en ello una regresi贸n. Nosotras debemos a esa lucha el disfrute de unas libertades que muchas de nuestras madres y abuelas jam谩s habr谩n conocido. Ahora podemos librarnos de la tutela masculina y no nos privamos de hacerlo. En particular, ning煤n hombre, padre, hermano o marido, podr铆a permitirse imponernos una forma de vestir contra nuestra voluntad, aunque somos conscientes de que esto no es una regla general.
Todas nosotras somos plenamente fruto de nuestra cultura europea, por mucho que en gran n煤mero de casos est茅 mestizada con otras. Para aquellas de nosotras que lo llevan, el pa帽uelo no puede ser un atentado a los valores democr谩ticos, pues estos tambi茅n son nuestros. No significa en modo alguno que tachemos de “imp煤dicas” a las mujeres que visten de otra manera. Como feministas, defenderemos siempre el derecho de las mujeres, de aqu铆 y de cualquier otra parte, a construirse su propio camino de vida, contra todas las intromisiones encaminadas a hacer que se ajusten de manera autoritaria a unas prescripciones normativas.
Seamos aliadas
A menudo afirm谩is que nuestros pa帽uelos son signos religiosos. ¿Qu茅 sab茅is? Algunas de nosotras somos creyentes y sin embargo (ya) no llevamos pa帽uelo. Otras lo llevamos como continuaci贸n de una labor espiritual, o como afirmaci贸n identitaria. Otras lo llevamos por fidelidad a las mujeres de la familia, a la que nos une el pa帽uelo. A menudo, todas estas motivaciones se entremezclan, se concatenan, evolucionan con el tiempo. Esta pluralidad se pone de manifiesto asimismo en las m煤ltiples maneras de llevarlo. ¿Por qu茅 iban a librarse las mujeres musulmanas de la diversidad que se observa en todos los grupos humanos?
¿Por qu茅 os contamos todo esto? Porque a partir de una mejor comprensi贸n mutua podr铆amos convertirnos realmente en aliadas. Porque nunca seremos demasiadas para combatir las injusticias y las desigualdades de toda clase, empezando por las que menoscaban a las mujeres. Para que dej茅is de contemplar a aquellas de nosotras que llevamos pa帽uelo como menores manipuladas, tontas 煤tiles o militantes p茅rfidas de un dogma arcaico. Para que teng谩is ganas de reuniros con nosotras, a todas y no solo a las que llevan el cabello al aire, en vez de marginarnos y condenarnos as铆 al repliegue comunitario. Queremos de verdad juntarnos en sociedad, con nuestras similitudes y nuestras diferencias. ¿Trato hecho?
Forman parte de Colectivo de mujeres musulmanas: Sema Aydogan, Serpil Aygun, Layla Azzouzi, Malaa Ben Azzuz, Ouardia Derriche, Farah el Heilani, Khalissa el Abbadi, Tamimount Essaidi, Mar铆a Fl贸rez L贸pez, Marie Fontaine, Seyma Gelen, Malika Hamidi, Ihsane Haouach, Khaddija Haourigui, Eva Mar铆a Jim茅nez Lamas, Julie Pasco毛t, Farida Tahar. Contacto: citoyennesmusulmanes@gmail.com
http://www.lalibre.be/debats/opinions/citoyennes-feministes-et-musulmanes-57dabba635704b54e6c338cc
Notas:
1/
El Instituto de Ense帽anza de Promoci贸n Social de Uccle (Bruselas), que depende de la Federaci贸n Valonia-Bruselas, y la Alta Escuela de la provincia de Lieja, que depende de la autoridad provincial. La mayor铆a de las Altas Escuelas de la ense帽anza p煤blica ya disponen de este tipo de reglamentos internos, del mismo modo –lo que tal vez sea a煤n m谩s grave– que numerosos establecimientos de promoci贸n social.
Respuesta de una “feminista hist贸rica”
Nadine Plateau
Soy eso que algunos y algunas llaman una “feminista hist贸rica”, militante activa en el movimiento de las mujeres desde la d茅cada de 1970. Me ha manifestado, junto con otras feministas, por la despenalizaci贸n del aborto, contra todas las formas de violencia contra las mujeres. He combatido, junto con otras feministas, las medidas y proyectos de medidas que penalizan a las mujeres en su vida privada o p煤blica (la condici贸n de cohabitante, por ejemplo, que siempre penaliza a una mayor铆a aplastante de mujeres). He trabajado y sigo trabajando, junto con otras feministas, para que la cuesti贸n de la igualdad entre hombres y mujeres se convierta en la preocupaci贸n del conjunto de la sociedad y no se reduzca a un “problema de mujeres” y para que la lucha contra las discriminaciones sexistas se articule con la lucha contra todas las dem谩s formas de discriminaci贸n por razones de condici贸n social, origen 茅tnico u orientaci贸n sexual.
Por tanto, como feminista que soy he recibido vuestra carta y reconozco que vuestra propuesta me ha llegado al coraz贸n. Cuando en la d茅cada de 1970 nos rebelamos contra los roles tradicionales que ten铆amos asignados (no quer铆amos ser 煤nicamente madres), contra las im谩genes estereotipadas de la feminidad (no quer铆amos 煤nicamente gustar), nos negamos como vosotras a ser “encasilladas en una identidad fantasmag贸rica”. Quer铆amos, como vosotras, decidir nuestro propio “camino de vida”. Descubrimos que hasta entonces hab铆amos sido m谩s objetos que sujetos de un discurso porque los hombres (no todos) sab铆an por nosotras tanto qu茅 茅ramos como qu茅 era bueno para nosotras.
Hoy tom谩is la palabra para decirnos que no hay un 煤nico feminismo y que la liberaci贸n de las mujeres puede tomar diversas v铆as, pues sabemos que el islam acompa帽a a algunas de vosotras en su voluntad de emancipaci贸n. Al escucharos, pienso en el feminismo que llam谩bamos “movimiento de mujeres”, es decir, no una doctrina ni una plataforma, y todav铆a menos un programa definido de una vez por todas, sino una manera de actuar m谩s preocupada por decidir en concreto c贸mo resolver los problemas inmediatos que por imaginar una sociedad ideal. Un movimiento que se hace sobre la marcha con aquellas que se reconocen en 茅l, a partir de sus experiencias y sus conocimientos. Las reci茅n llegadas nos obligan a formular nuevas preguntas, a imaginar nuevas formas de lucha, porque hemos de encontrar un terreno com煤n para combatir tanto la diferencia salarial entre mujeres y hombres, el techo de cristal o la doble jornada de trabajo como la discriminaci贸n en el empleo, en el acceso a la vivienda o a la escuela para las mujeres inmigrantes y en particular para aquellas que llevan pa帽uelo.
He aqu铆 la tarea de las feministas del siglo XXI: repensar el feminismo en la nueva coyuntura de un mundo globalizado, de una sociedad multicultural, de una crisis econ贸mica y financiera sin precedentes y de relaciones de poder que ya no oponen solamente a hombres y mujeres, sino tambi茅n a mujeres entre ellas, puesto que algunas asumen la carga dom茅stica por otras que hacen carrera.
Nos ped铆s que seamos vuestras aliadas en vuestro combate “contra las injusticias y las desigualdades de toda clase”, un combate que a mi modo de ver nos afecta a todas y todos como ciudadanas y ciudadanos en una sociedad democr谩tica. Quer茅is que tengamos ganas de reunirnos con vosotras, y esto me recuerda esta afirmaci贸n de Fran莽oise Collin, la fil贸sofa feminista que cre贸 los Cahiers du Grif: “El acto primero y siempre indispensable hoy del feminismo” es “la creaci贸n de espacios de interpelaci贸n, de di谩logo y de confrontaci贸n en que se da cr茅dito a la otra (en el acuerdo o el desacuerdo)”. Este espacio es la condici贸n misma del encuentro: un espacio en que personas de horizontes diferentes, que se reclaman de un mismo empuje contra la injusticia, se re煤nen y pueden expresar sus divergencias porque cada una respeta a la otra y conf铆a en ella. Si tuviera que elegir, dir铆a que frente a la desconfianza prefiero la generosidad, y frente a la exclusi贸n, el di谩logo.
Dicho encuentro puede ser el crisol de una acci贸n solidaria y transformadora, pero tambi茅n comporta un riesgo de desestabilizaci贸n cuando la palabra de la otra nos interpela, nos sacude en nuestras certidumbres. En este caso, o bien nos replegamos como por efecto de una amenaza, nos obstinamos incluso (hay que defender nuestros valores, nuestras conquistas), o bien acogemos esta nueva fragilidad y aceptamos vernos alteradas por las otras.
Puesto que he vivido estos espacios de encuentro no institucionalizado con feministas musulmanas, mujeres comprometidas, s茅 hasta qu茅 punto nuestros intercambios de puntos de vista y nuestras reuniones me han afectado. Antes de escucharles, en 1989, puse por escrito mi apoyo a aquellas que no llevan velo; en 1995 titul茅 un texto humor铆stico “Fichons la paix 脿 ce fichu et occupons-nous d’茅galit茅”/1, pues yo estaba harta del debate sobre el pa帽uelo y pensaba que est谩bamos perdiendo el tiempo. Ahora pienso que debemos hacer las paces con el pa帽uelo, s铆, pero que esta cuesti贸n ha pasado a ser una cuesti贸n pol铆tica. Si he cambiado mi manera de pensar y actuar, es a causa de nuestros encuentros en el crisol de las circunstancias.
Ne me tild茅is de ilusa ni de so帽adora, o de inconsciente de las amenazas que pesan sobre nosotras a causa de unos criminales que act煤an en nombre del islam. No pens茅is que quiero ocultar los problemas reales que se plantean en las escuelas, aunque creo que la prohibici贸n del pa帽uelo solo puede satisfacer moment谩neamente a aquellas y aquellos cuya autoridad y legitimidad ha sido puesta en tela de juicio, sin disipar realmente el riesgo de adoctrinamiento de las j贸venes. Ni que minimizo los problemas en el mundo del trabajo, aunque est茅 a favor de una neutralidad inclusiva. Simplemente no logro concebir, a partir de mi feminismo, que yo pueda imponer a otras mujeres una visi贸n, un ideal, un objetivo, cuando el feminismo se ha construido luchando contra las imposiciones.
La cuesti贸n del velo nos la han impuesto y ya no hay manera de evitarla. Nos ha sumido en el ruido y el fragor, en la incomprensi贸n, la divisi贸n e incluso la angustia. Sin embargo, y esta es mi convicci贸n profunda y tambi茅n mi esperanza, nos obliga a cambiar e innovar. Nuestra diversidad, nuestras divergencias podr铆an ser entonces la fuente de soluciones nuevas y originales de los problemas a que nos enfrentamos.
http://www.tayush.com/citoyennes-musulmanes.
Nota:
1/ Algo as铆 como “Dejemos en paz el pa帽uelo y hablemos de igualdad” (n.d.t.)
Somos mujeres que vivimos y actuamos en B茅lgica. Nuestros pa铆ses de origen, nuestros perfiles, compromisos e intereses son muy diversos, pero las im谩genes que se publican de nosotras nos reducen a una 煤nica faceta de nuestra identidad, en la que nos encasillan: somos musulmanas. Algunas de nosotras se cubren la cabeza con un pa帽uelo que llam谩is “isl谩mico”. La mayor铆a somos creyentes, pero todas nos sentimos encasilladas en una identidad fantasmag贸rica que nos pone sistem谩ticamente en el mismo saco con unos asesinos. De ah铆 viene la solidaridad que nos une hoy, especialmente entre las que llevan velo y las que no lo llevan. Desde esta solidaridad nos dirigimos a vosotras, as铆 como desde todas nuestras identidades electivas y demasiado ignoradas. Entre ellas, esta: somos feministas.
Vivimos tiempos dif铆ciles. La irrupci贸n en suelo europeo de un terrorismo que mata ciegamente en nombre del islam ha dado al traste con la ilusi贸n de que pod铆amos salvarnos de las violencias del mundo. Es natural que nuestra sociedad trate de protegerse. Nuestros responsables insisten en que hay que evitar las amalgamas y no confundir un pu帽ado de criminales con la gran masa de musulmanes y musulmanas. Entonces, ¿por qu茅 se tiene la impresi贸n de que los discursos y las pr谩cticas apuntan sistem谩ticamente contra esta gran masa?
La lamentable saga del “burkini” ilustra de nuevo este hecho. ¡Todo ese jaleo por unas cuantas mujeres que no se desvisten como deber铆an! La conclusi贸n natural de esta nueva histeria francesa, que ya se exporta a B茅lgica, es la prohibici贸n de los “signos religiosos ostentosos” en el espacio p煤blico. Esto, una vez m谩s, no afectar铆a m谩s que a las mujeres, en su inmensa mayor铆a perfectamente inofensivas, y no disuadir铆a a ning煤n terrorista en potencia. ¿Es as铆 c贸mo se piensa evitar la amalgama entre una diminuta minor铆a criminal y el conjunto de la poblaci贸n musulmana?
Las prohibiciones se multiplican
En B茅lgica no han esperado al “burkini” para adoptar m煤ltiples medidas con vistas a expulsar de la vida social a las musulmanas que llevan pa帽uelo. Las prohibiciones se multiplican en los puestos de trabajo y en la ense帽anza. 脷ltimas peripecias a d铆a de hoy: a partir del comienzo de curso en septiembre, dos escuelas frecuentadas por adultos, en Bruselas y Lieja/2, han cambiado su r茅gimen interno para prohibir el uso del pa帽uelo para taparse la cabeza en su interior. Esto afectar谩 a m谩s de 50 estudiantes escolarizadas. De este modo, B茅lgica va m谩s lejos que Francia, que limita la prohibici贸n del pa帽uelo a la ense帽anza secundaria. El candidato Nicolas Sarkozy, que corre detr谩s del Frente Nacional, ha declarado que piensa extender esta prohibici贸n a la ense帽anza superior. En B茅lgica, esto ya es un hecho consumado, sin debate alguno…
Las 煤nicas afectadas por estas medidas son las mujeres. ¿No os parece chocante? ¿Por qu茅 ninguna de las prohibiciones se refiere a los “barbudos”? ¿Acaso porque hay tantas barbas musulmanas como barbas laicas y no existe ning煤n medio infalible para diferenciarlas? ¿Acaso no es esta la prueba de que la neutralidad de una apariencia no quiere decir nada y de que la neutralidad o la imparcialidad residen 煤nicamente en los hechos?
Para nosotras est谩 claro: ese pa帽uelo, el de nuestras madres, nuestras hermanas y nuestras amigas, os inquieta. A la luz de la larga lucha de las feministas de Occidente, lidiada en particular contra la influencia de una iglesia dominante, vosotras solo pod茅is ver en ello una regresi贸n. Nosotras debemos a esa lucha el disfrute de unas libertades que muchas de nuestras madres y abuelas jam谩s habr谩n conocido. Ahora podemos librarnos de la tutela masculina y no nos privamos de hacerlo. En particular, ning煤n hombre, padre, hermano o marido, podr铆a permitirse imponernos una forma de vestir contra nuestra voluntad, aunque somos conscientes de que esto no es una regla general.
Todas nosotras somos plenamente fruto de nuestra cultura europea, por mucho que en gran n煤mero de casos est茅 mestizada con otras. Para aquellas de nosotras que lo llevan, el pa帽uelo no puede ser un atentado a los valores democr谩ticos, pues estos tambi茅n son nuestros. No significa en modo alguno que tachemos de “imp煤dicas” a las mujeres que visten de otra manera. Como feministas, defenderemos siempre el derecho de las mujeres, de aqu铆 y de cualquier otra parte, a construirse su propio camino de vida, contra todas las intromisiones encaminadas a hacer que se ajusten de manera autoritaria a unas prescripciones normativas.
Seamos aliadas
A menudo afirm谩is que nuestros pa帽uelos son signos religiosos. ¿Qu茅 sab茅is? Algunas de nosotras somos creyentes y sin embargo (ya) no llevamos pa帽uelo. Otras lo llevamos como continuaci贸n de una labor espiritual, o como afirmaci贸n identitaria. Otras lo llevamos por fidelidad a las mujeres de la familia, a la que nos une el pa帽uelo. A menudo, todas estas motivaciones se entremezclan, se concatenan, evolucionan con el tiempo. Esta pluralidad se pone de manifiesto asimismo en las m煤ltiples maneras de llevarlo. ¿Por qu茅 iban a librarse las mujeres musulmanas de la diversidad que se observa en todos los grupos humanos?
¿Por qu茅 os contamos todo esto? Porque a partir de una mejor comprensi贸n mutua podr铆amos convertirnos realmente en aliadas. Porque nunca seremos demasiadas para combatir las injusticias y las desigualdades de toda clase, empezando por las que menoscaban a las mujeres. Para que dej茅is de contemplar a aquellas de nosotras que llevamos pa帽uelo como menores manipuladas, tontas 煤tiles o militantes p茅rfidas de un dogma arcaico. Para que teng谩is ganas de reuniros con nosotras, a todas y no solo a las que llevan el cabello al aire, en vez de marginarnos y condenarnos as铆 al repliegue comunitario. Queremos de verdad juntarnos en sociedad, con nuestras similitudes y nuestras diferencias. ¿Trato hecho?
Forman parte de Colectivo de mujeres musulmanas: Sema Aydogan, Serpil Aygun, Layla Azzouzi, Malaa Ben Azzuz, Ouardia Derriche, Farah el Heilani, Khalissa el Abbadi, Tamimount Essaidi, Mar铆a Fl贸rez L贸pez, Marie Fontaine, Seyma Gelen, Malika Hamidi, Ihsane Haouach, Khaddija Haourigui, Eva Mar铆a Jim茅nez Lamas, Julie Pasco毛t, Farida Tahar. Contacto: citoyennesmusulmanes@gmail.com
http://www.lalibre.be/debats/opinions/citoyennes-feministes-et-musulmanes-57dabba635704b54e6c338cc
Notas:
1/
El Instituto de Ense帽anza de Promoci贸n Social de Uccle (Bruselas), que depende de la Federaci贸n Valonia-Bruselas, y la Alta Escuela de la provincia de Lieja, que depende de la autoridad provincial. La mayor铆a de las Altas Escuelas de la ense帽anza p煤blica ya disponen de este tipo de reglamentos internos, del mismo modo –lo que tal vez sea a煤n m谩s grave– que numerosos establecimientos de promoci贸n social.
Respuesta de una “feminista hist贸rica”
Nadine Plateau
Soy eso que algunos y algunas llaman una “feminista hist贸rica”, militante activa en el movimiento de las mujeres desde la d茅cada de 1970. Me ha manifestado, junto con otras feministas, por la despenalizaci贸n del aborto, contra todas las formas de violencia contra las mujeres. He combatido, junto con otras feministas, las medidas y proyectos de medidas que penalizan a las mujeres en su vida privada o p煤blica (la condici贸n de cohabitante, por ejemplo, que siempre penaliza a una mayor铆a aplastante de mujeres). He trabajado y sigo trabajando, junto con otras feministas, para que la cuesti贸n de la igualdad entre hombres y mujeres se convierta en la preocupaci贸n del conjunto de la sociedad y no se reduzca a un “problema de mujeres” y para que la lucha contra las discriminaciones sexistas se articule con la lucha contra todas las dem谩s formas de discriminaci贸n por razones de condici贸n social, origen 茅tnico u orientaci贸n sexual.
Por tanto, como feminista que soy he recibido vuestra carta y reconozco que vuestra propuesta me ha llegado al coraz贸n. Cuando en la d茅cada de 1970 nos rebelamos contra los roles tradicionales que ten铆amos asignados (no quer铆amos ser 煤nicamente madres), contra las im谩genes estereotipadas de la feminidad (no quer铆amos 煤nicamente gustar), nos negamos como vosotras a ser “encasilladas en una identidad fantasmag贸rica”. Quer铆amos, como vosotras, decidir nuestro propio “camino de vida”. Descubrimos que hasta entonces hab铆amos sido m谩s objetos que sujetos de un discurso porque los hombres (no todos) sab铆an por nosotras tanto qu茅 茅ramos como qu茅 era bueno para nosotras.
Hoy tom谩is la palabra para decirnos que no hay un 煤nico feminismo y que la liberaci贸n de las mujeres puede tomar diversas v铆as, pues sabemos que el islam acompa帽a a algunas de vosotras en su voluntad de emancipaci贸n. Al escucharos, pienso en el feminismo que llam谩bamos “movimiento de mujeres”, es decir, no una doctrina ni una plataforma, y todav铆a menos un programa definido de una vez por todas, sino una manera de actuar m谩s preocupada por decidir en concreto c贸mo resolver los problemas inmediatos que por imaginar una sociedad ideal. Un movimiento que se hace sobre la marcha con aquellas que se reconocen en 茅l, a partir de sus experiencias y sus conocimientos. Las reci茅n llegadas nos obligan a formular nuevas preguntas, a imaginar nuevas formas de lucha, porque hemos de encontrar un terreno com煤n para combatir tanto la diferencia salarial entre mujeres y hombres, el techo de cristal o la doble jornada de trabajo como la discriminaci贸n en el empleo, en el acceso a la vivienda o a la escuela para las mujeres inmigrantes y en particular para aquellas que llevan pa帽uelo.
He aqu铆 la tarea de las feministas del siglo XXI: repensar el feminismo en la nueva coyuntura de un mundo globalizado, de una sociedad multicultural, de una crisis econ贸mica y financiera sin precedentes y de relaciones de poder que ya no oponen solamente a hombres y mujeres, sino tambi茅n a mujeres entre ellas, puesto que algunas asumen la carga dom茅stica por otras que hacen carrera.
Nos ped铆s que seamos vuestras aliadas en vuestro combate “contra las injusticias y las desigualdades de toda clase”, un combate que a mi modo de ver nos afecta a todas y todos como ciudadanas y ciudadanos en una sociedad democr谩tica. Quer茅is que tengamos ganas de reunirnos con vosotras, y esto me recuerda esta afirmaci贸n de Fran莽oise Collin, la fil贸sofa feminista que cre贸 los Cahiers du Grif: “El acto primero y siempre indispensable hoy del feminismo” es “la creaci贸n de espacios de interpelaci贸n, de di谩logo y de confrontaci贸n en que se da cr茅dito a la otra (en el acuerdo o el desacuerdo)”. Este espacio es la condici贸n misma del encuentro: un espacio en que personas de horizontes diferentes, que se reclaman de un mismo empuje contra la injusticia, se re煤nen y pueden expresar sus divergencias porque cada una respeta a la otra y conf铆a en ella. Si tuviera que elegir, dir铆a que frente a la desconfianza prefiero la generosidad, y frente a la exclusi贸n, el di谩logo.
Dicho encuentro puede ser el crisol de una acci贸n solidaria y transformadora, pero tambi茅n comporta un riesgo de desestabilizaci贸n cuando la palabra de la otra nos interpela, nos sacude en nuestras certidumbres. En este caso, o bien nos replegamos como por efecto de una amenaza, nos obstinamos incluso (hay que defender nuestros valores, nuestras conquistas), o bien acogemos esta nueva fragilidad y aceptamos vernos alteradas por las otras.
Puesto que he vivido estos espacios de encuentro no institucionalizado con feministas musulmanas, mujeres comprometidas, s茅 hasta qu茅 punto nuestros intercambios de puntos de vista y nuestras reuniones me han afectado. Antes de escucharles, en 1989, puse por escrito mi apoyo a aquellas que no llevan velo; en 1995 titul茅 un texto humor铆stico “Fichons la paix 脿 ce fichu et occupons-nous d’茅galit茅”/1, pues yo estaba harta del debate sobre el pa帽uelo y pensaba que est谩bamos perdiendo el tiempo. Ahora pienso que debemos hacer las paces con el pa帽uelo, s铆, pero que esta cuesti贸n ha pasado a ser una cuesti贸n pol铆tica. Si he cambiado mi manera de pensar y actuar, es a causa de nuestros encuentros en el crisol de las circunstancias.
Ne me tild茅is de ilusa ni de so帽adora, o de inconsciente de las amenazas que pesan sobre nosotras a causa de unos criminales que act煤an en nombre del islam. No pens茅is que quiero ocultar los problemas reales que se plantean en las escuelas, aunque creo que la prohibici贸n del pa帽uelo solo puede satisfacer moment谩neamente a aquellas y aquellos cuya autoridad y legitimidad ha sido puesta en tela de juicio, sin disipar realmente el riesgo de adoctrinamiento de las j贸venes. Ni que minimizo los problemas en el mundo del trabajo, aunque est茅 a favor de una neutralidad inclusiva. Simplemente no logro concebir, a partir de mi feminismo, que yo pueda imponer a otras mujeres una visi贸n, un ideal, un objetivo, cuando el feminismo se ha construido luchando contra las imposiciones.
La cuesti贸n del velo nos la han impuesto y ya no hay manera de evitarla. Nos ha sumido en el ruido y el fragor, en la incomprensi贸n, la divisi贸n e incluso la angustia. Sin embargo, y esta es mi convicci贸n profunda y tambi茅n mi esperanza, nos obliga a cambiar e innovar. Nuestra diversidad, nuestras divergencias podr铆an ser entonces la fuente de soluciones nuevas y originales de los problemas a que nos enfrentamos.
http://www.tayush.com/citoyennes-musulmanes.
Nota:
1/ Algo as铆 como “Dejemos en paz el pa帽uelo y hablemos de igualdad” (n.d.t.)
http://vientosur.info/