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El Alto Comisionado de ACNUR advierte sobre el riesgo de una “población olvidada” en Egipto

Filippo Grandi se reunió con refugiados africanos en Egipto, muchos de los cuales se están volviendo cada vez más vulnerables



© ACNUR/UNHCR/Pedro Costa Gomes - El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, habla con refugiados etíopes en el Cairo.


EL CAIRO, Egipto, (ACNUR/UNHCR) Don Murray – Sayida vive con el recuerdo del miedo. En la oficina de Caritas, lugar al que llegó buscando ayuda, y con el rostro cubierto de lágrimas, Sayida habla sobre su decisión de huir de su país y buscar asilo en el extranjero.

Fue hace dos años en Etiopía. Su esposo salió a comprar algo para la familia y nunca regresó. Sayida cree que lo arrestaron y hoy en día piensa que está muerto. Ella también sintió que corría peligro.

Sayida huyó con sus tres hijos a Sudán y después encontró a unos traficantes de personas que, a cambio de dinero, accedieron a llevarlos hasta Egipto.

Tuvieron que caminar durante 19 días. Fue una pesadilla. Su grupo fue atacado y durmieron sobre el suelo frío. Al final, ya no les quedaba agua, pero finalmente lograron llegar a Egipto.

Sayida y sus hijos son parte de los más de 70.000 refugiados africanos que ahora están registrados con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Egipto. Ella le contó la historia de su familia al Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi. En su primer día de visita oficial a Egipto, el Alto Comisionado visitó las oficinas de Caritas, una ONG que cuenta con el apoyo económico de ACNUR y que ofrece asesoramiento psicosocial y ayuda a los refugiados.

Sayida, como otras personas en Cáritas, le explicó a Grandi que ella aún se siente en un limbo jurídico porque entró a Egipto sin visado o sello de ingreso. A pesar de que ya está registrada con ACNUR, el proceso de decisión sobre su condición de refugiada podría alargarse.




Egipto:El alto representante destaca la situación de los refugiados africanos
Con 17.000 casos pendientes de resolución, el periodo de espera para resolver un caso como el de suyo supera los 18 meses. “Pero me alegra haber venido aquí”, le dijo a Grandi. “Si tengo la posibilidad, me gustaría matricular a mis hijos en la escuela. Quiero darles un futuro mejor. Es todo lo que deseo”.



Filippo Grandi conversó con varias mujeres africanas que esperaban recibir ayuda en los salones de Caritas. Los refugiados sirios representan dos tercios de los 190.000 refugiados oficialmente registrados en Egipto, pero el número de refugiados provenientes de países africanos aumentaron hasta alcanzar los casi 12.500 en los primeros nueve meses de 2016.

El Alto Comisionado declaró haber elegido hacer su primera visita a la oficina de Cáritas para llamar la atención sobre estas personas ignoradas. “El riesgo aquí es que ésta es una población olvidada”, advirtió Grandi.

“Los recursos para apoyarlos aquí son escasos, y algunos de ellos han empezado a cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa. Esta es una razón más para invertir más en apoyarlos. Y también para intentar resolver las situaciones de los lugares de donde vienen para que algún día puedan volver”.

A medida que aumenta el número de refugiados y solicitantes de asilo llegan a Egipto, los recursos se van reduciendo. Del presupuesto de 20 millones de dólares necesarios para ayudar a estas personas necesitadas en 2016, ACNUR sólo ha recibido un cuarto.

La vida para los refugiados africanos en Egipto no es fácil. Es difícil encontrar trabajo. Sayida tenía trabajo pero tuvo que abandonarlo por un dolor abdominal crónico. Y, al ser etíope, no puede acceder a la atención médica gratuita ni matricular a sus tres hijos en una escuela pública.

Hasta el momento, la familia de Sayida vive junto con otros etíopes en una habitación construida sobre el techo de un edificio de apartamentos. Algunas noches, hasta 18 personas duermen en esta habitación de la azotea que no cuenta con calefacción.

Sayida le contó a Filippo Grandi que todavía vive con miedo. “Tengo que pagar a los traficantes”, le explicó. “Y tengo miedo porque no puedo darles el dinero”.








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