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En Colombia no se vot贸 contra la paz

OPINI脫N de Joan del Alc脿zar.- Tras el colosal fiasco de la gran esperanza generada por el acuerdo firmado en La Habana, es a posteriori que los m谩s importantes actores pol铆ticos colombianos act煤an como debieran haber hecho a priori. Nadie ten铆a un Plan B, como han reconocido tanto desde el gobierno de Santos como desde las FARC-EP. Tampoco Uribe, quien m谩s all谩 de conseguir tumbar los acuerdos tropieza con grandes dificultades para gestionar su victoria, m谩s tras la concesi贸n del Nobel de la Paz a su enemigo. Ahora, por distintas razones, tras la inmensa decepci贸n, se han activado unas negociaciones que debieran haberse producido antes de llamar a la gente a votar sobre un tema tan sensible como emotivo, enconado y complejo.

Tras m谩s de medio siglo de guerra interna, una lectura superficial del plebiscito recientemente celebrado en Colombia puede llevarnos a entender que una sociedad aquejada de una grave patolog铆a social vot贸 a favor de que sean las armas las que sigan hablando; que los colombianos prefieren seguir con una guerra interminable, con un empate catastr贸fico a varias bandas en las que ni el Estado es capaz de imponer su ley, ni los insurgentes alcanzan a derrotarlo.

El sorprendente resultado de una consulta que se hab铆a dise帽ado para ser el broche de oro a un proceso que concit贸 la atenci贸n mundial, -el cual congreg贸 en su cinematogr谩fica secuencia final a una impresionante n贸mina de mandatarios, exmandatarios y personajes muy principales del escenario pol铆tico planetario- desminti贸 una vez m谩s todas las prospecciones demosc贸picas y destroz贸 la ilusi贸n de un consenso que se supon铆a muy mayoritario en favor de refrendar los acuerdos alcanzados en La Habana, tras cuatro a帽os de negociaciones entre los representantes del Gobierno colombiano y los de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ej茅rcito del Pueblo [FARC-EP]. Cuando parec铆a seguro que los colombianos cerrar铆an una largu铆sima etapa de violencia pol铆tica, tras cincuenta y dos a帽os de guerra, el resultado arroj贸 un ajustad铆simo 49.79 de partidarios de aceptar lo acordado en La Habana, contra un 50.21 de contrarios a hacerlo.

Aunque el 20 de julio de 1964 se suele tomar como bueno para fechar la fundaci贸n de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, por la construcci贸n de su antecedente inmediato el llamado Bloque Sur, algunos especialistas se remontan al a帽o 1948, cuando en el contexto que provoc贸 el asesinato del l铆der del Partido Liberal y candidato a la presidencia Jorge Eli茅cer Gait谩n se produjo la creaci贸n del grupo de autodefensa, mayoritariamente de origen campesino, por parte de su l铆der hist贸rico Pedro Antonio Mar铆n, alias Manuel Marulanda Tirofijo, que luego dar铆a paso a la guerrilla organizada como brazo armado del Partido Comunista colombiano el 5 de mayo de 1966 .

En la escalada de violencia de las FARC-EP durante los a帽os noventa, parece haber un impasse provocado por la aprobaci贸n del llamado “Plan Colombia”, acordado por el presidente Andr茅s Pastrana y el presidente estadounidense Bill Clinton. Los Estados Unidos transfirieron miles de millones de d贸lares para desarrollar una acci贸n concertada contra las organizaciones guerrilleras y, paralelamente, contra los c谩rteles del narcotr谩fico, entre los que la l铆nea de separaci贸n era ya entonces cada vez m谩s tenue. Tambi茅n se estableci贸 la creaci贸n de una zona desmilitarizada en San Vicente del Cagu谩n, de m谩s de cuarenta mil kil贸metros cuadrados, que estuvo vigente hasta el secuestro del senador Gechen Turbay, en febrero de 2002.

Adem谩s, a mediados de los a帽os noventa, los sesenta y un grupos armados de las FARC-EP ten铆an influencia en el poder local de m谩s de la mitad de los municipios existentes. Esta percepci贸n de la existencia de un Estado dentro de otro fue probablemente lo m谩s perjudicial para la zona de distensi贸n creada por el aludido “Plan Colombia”. Sobre todo, porque habilit贸 legalmente aquel extenso territorio para campo de entrenamiento, concentraci贸n de secuestrados, laboratorios para la producci贸n de coca, asesinatos y expulsi贸n de las autoridades legales. Que las FARC-EP adoptaran una actitud intransigente, unida a un irrespirable clima de violencia generalizada hizo que muchos colombianos perdieran la esperanza en las negociaciones de paz, lo que ayud贸 al desprestigio de los actores en pugna y –en 2002- a hacer presidente de la Rep煤blica al disidente del Partido Liberal 脕lvaro Uribe.

El “Plan de Seguridad Democr谩tica”, desplegado por el nuevo presidente, pas贸 por fortalecer los 贸rganos de seguridad a trav茅s del territorio y por la incorporaci贸n beligerante de la sociedad colombiana. En esa l铆nea incluy贸 redes de cooperantes y recompensas a informantes, as铆 como est铆mulos las deserciones en el mundo guerrillero, la creaci贸n de unidades de soldados campesinos, ejecutando un sustancial aumento del presupuesto de defensa del pa铆s. A diferencia de sus antecesores, Uribe consideraba que en Colombia no exist铆a un conflicto pol铆tico en formato de lucha armada, sino un problema de car谩cter terrorista causado por las guerrillas.

Amnist铆a Internacional ha mantenido tradicionalmente la tesis de que todas las partes en combate han ignorado el respeto a los derechos humanos. AI ha llamado la atenci贸n de las autoridades colombianas, en cuanto a su responsabilidad hist贸rica y actual en las causas del conflicto. Adem谩s, en una serie de informes relativos a la intimidaci贸n de los activistas de derechos humanos, los periodistas y los candidatos a las elecciones, as铆 como la violencia sexual de la que son objeto las mujeres en el marco del enfrentamiento armado, ha insistido en que las verdaderas v铆ctimas se encuentran en la poblaci贸n civil. Ideas 茅stas tambi茅n presentes en los informes de Human Rights Watch y en los de la Comisi贸n de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, por violaciones al derecho internacional humanitario, reclutamiento de menores, actos de violencia sexual, desapariciones forzadas, secuestro de civiles [que incluye los llamados falsos positivos a cargo del Ej茅rcito], trato inhumano de rehenes y desplazamientos forzados.

¿C贸mo entender que los colombianos han votado en contra de acabar con esta situaci贸n gangrenada por d茅cadas de conflicto armado? Una guerra en la que han interactuado el Ej茅rcito colombiano, los diversos grupos guerrilleros [entre otros las FARC-EP, el M-19 y el ELN, todav铆a activo este 煤ltimo], los paramilitares de las AUC [Autodefensas Unidas de Colombia], y los miles de pistoleros y sicarios de los c谩rteles de la droga [como el de Medell铆n, el de Cali, y otros].

Lo primero que se puede decir para responder a la pregunta anterior es que votar, lo que se dice votar, los colombianos votan tradicionalmente poco y el plebiscito no ha roto la costumbre. S贸lo el 37.44 de los que ten铆an derecho a voto lo ejercieron, es decir que de los casi 35 millones de censados dentro y fuera del pa铆s, escasos trece millones se acercaron a las urnas, mientras que m谩s de 21 millones no lo hicieron. Descontando los problemas que los expertos aducen respecto a los d茅ficits del censo, y los derivados de una climatolog铆a adversa en partes del pa铆s por el hurac谩n Mathew, algunas explicaciones m谩s exige el absentismo pol铆tico de tant铆sima gente. Carlos Malamud ha apuntado una elevada insatisfacci贸n ante los acuerdos alcanzados, tanto porque se ha extendido la idea de que la violencia secular ejercida por las FARC-EP iba a quedar impune, como por la instrumentaci贸n interesada que han realizado el expresidente Uribe y su partido, desde la oposici贸n m谩s radical. Efectivamente, 脕lvaro Uribe ha conseguido golpear duramente a su contrincante, el actual presidente Juan Manuel Santos, convirtiendo –en parte al menos- el plebiscito en unas primarias de las elecciones presidenciales de 2018. Uribe explot贸 el fantasma del castro-chavismo y de la probable instauraci贸n de una dictadura bolivariana en caso de victoria del S铆. De hecho, como ha reconocido el gerente de la Campa帽a del NO, Juan Carlos V茅lez, apenas se apel贸 a que los votantes se posicionaran sobre lo acordado en Cuba, sino que, en realidad, la estrategia de Uribe y los suyos fue apelar a la indignaci贸n ciudadana. 脡sta fue, lisa y llanamente, la estrategia de la campa帽a que termin贸 con el triunfo del No. Textualmente, V茅lez -quien por el esc谩ndalo que se organiz贸 ha tenido que dimitir como miembro del partido de Uribe y ha ofrecido unas disculpas humillantes- hab铆a declarado: “La profundizaci贸n de esta campa帽a fue mandar el mensaje direccionado para ‘sacar la piedra de los electores’, por estrato y ubicaci贸n geogr谩fica. En emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios”.

Ahora que el resultado de las urnas no ha sido el esperado por los firmantes del acuerdo de La Habana, el que aseguraban los sondeos, ahora es cuando se ha establecido un di谩logo, incluso una incipiente negociaci贸n entre los actores pol铆ticos actuales, gobierno y oposici贸n; es decir, entre Santos y Uribe. Puede pensarse que una letal mezcla de miop铆a y ego铆smo, en un contexto en el que ni los unos ni los otros ten铆an la paz como objetivo central, sino que pretend铆an sacar importantes r茅ditos pol铆ticos de la situaci贸n, est谩 detr谩s tanto del resultado concreto de la consulta como de la baja participaci贸n.

No obstante, tras esa incomprensible falta de previsi贸n -que revela en 煤ltima instancia la debilidad de los liderazgos y la carencia de sentido de Estado- han surgido voces que quieren ver luz en el t煤nel derrumbado. El gobierno de Santos –ahora reforzado por la obtenci贸n del Nobel de la Paz- trata de recuperar la centralidad sobre el escenario, y lo har谩 buscando el apoyo del Congreso en el que goza de mayor铆a; mientras que la oposici贸n liderada por Uribe ha de saber gestionar su 茅xito sin adjudicarse la paternidad exclusiva del NO y sin que nadie pueda pensar que est谩 en contra del fin de la violencia. El Estado Mayor de las FARC-EP, a su vez, no puede desmentir su publicitada e inequ铆voca apuesta por la paz, entre otras cosas porque es mucho lo que pusieron sobre la mesa de las negociaciones y ahora, sencillamente, no pueden revertir militarmente los pasos dados en favor del fin de la confrontaci贸n armada. As铆 pues, parece que todos habr谩n de hacer de la necesidad virtud.

Son muchos los analistas que han conectado el resultado del plebiscito colombiano con el Brexit reciente, incluso para refutar una supuesta anomal铆a colombiana, la del inexplicable y aparente voto contra la paz. No parece que m谩s all谩 del fallo de los sondeos [algo bastante frecuente 煤ltimamente] y de las inclemencias meteorol贸gicas, se puedan establecer m谩s conexiones.

Eso no significa que Colombia sea otro planeta. Al contrario. Quiz谩 lo que ha ocurrido en aquel pa铆s sudamericano tenga que ver con otra realidad pol铆tica bastante extendida en Occidente: la de trasladar a la ciudadan铆a la responsabilidad de pronunciarse sobre asuntos de extrema complejidad sobre los cuales quienes debieran de decidir –asumiendo todas las responsabilidades que de ello se derivaran- ser铆an los representantes elegidos por esa ciudadan铆a para analizar, discutir y pactar hasta conseguir los acuerdos que gocen de las m谩s altas dosis de consenso entre los ciudadanos. Fracasada la v铆a de una irresponsable e imposible democracia directa, habr谩 de retomarse la de la a veces denostada democracia representativa, haciendo trabajar las instituciones, singularmente el Congreso.

Quiz谩 una buena parte de los colombianos que vot贸 NO y, todav铆a m谩s, muchos de los que no votaron, expresaron su disconformidad con unos l铆deres partidarios que no han estado a la altura de lo que el pa铆s necesita, y que adem谩s de utilizarlos en sus particulares luchas de poder, no han hecho sino trasladar a los ciudadanos una buena parte de las responsabilidades que ellos debieran de haber asumido y desarrollado antes, mucho antes de convocar a la gente a las urnas. La senadora liberal Sof铆a Gaviria, antes cuestionada por sus opiniones cr铆ticas sobre las negociaciones de La Habana, ha concitado amplios apoyos a una idea superadora de los antagonismos que cristalizaron en el plebiscito: “Hay que pasar la p谩gina de los comit茅s y de los partidos por el S铆 o por el No, unirnos todos y actuar con grandeza. Es necesario que cesen los discursos en clave pol铆tica [partidaria], con miras a las elecciones del 2018, y que los dirigentes obren m谩s all谩 de los intereses particulares”.

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