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'Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran'

Castuera, donde sopló el "viento del pueblo" y a Miguel se le mojó el reloj

En este pueblo de Badajoz, vecinas y vecinos no han olvidado el paso de Miguel durante la Guerra Civil, ni su obra y ni su fecha de nacimiento, 30 de octubre de 1910



EFE.- De aquella imprenta de la que salió publicado el poema "Viento del pueblo", no queda nada. Ubicada en la entonces calle Benquerencia del municipio pacense de Castuera entre junio y julio de 1937, de su redacción salieron varios números del "Frente Extremeño" y con ellos poemas de Miguel Hernández.

En Castuera también, en la alberca de un cortijo, a Miguel se le mojó el reloj que, a la postre, sería lo que le delatara para ser arrestado cuando intentaba cruzar la frontera con Portugal.

Viento y tiempo se cruzan en este pueblo de Badajoz cuyos vecinos no han olvidado el paso de Miguel durante la Guerra Civil, ni su obra y ni su fecha de nacimiento, 30 de octubre de 1910.

Lo que hoy es un inmueble algo apagado, ayer fue un local que acogió un instrumento de propaganda del Altavoz del Frente Extremeño; donde ahora aparcan coches a un lado de la calle, ayer estacionaban sus ilusiones campesinos y soldados... Lo que ayer fue la calle Benquerencia, ahora es la calle Doctor Díaz de Villar.

"Viento del pueblo", que luego formaría parte del poemario conjunto, y "Campesino de España" son algunos de los poemas del oriolano universal que se publicaron en el "Frente extremeño", una publicación de cuatro páginas que se vendía a 15 céntimos, según se recoge en la reproducción que sobre la misma impulsó la Diputación Provincial de Badajoz.

El poema "Viento del pueblo" es recogido por esta publicación el 27 de junio de 1937 en Castuera, ocho días después de la última carta que remite el poeta a su esposa, Josefina Manresa, desde tierras extremeñas, en las que escribió varias misivas de campaña dirigidas a su amada.

Son días en los que Miguel forma parte, como jefe de El Altavoz del Frente, de la Brigada Móvil de Choque, desplazada hasta la denominada "Bolsa de la Serena", el último reducto republicano del suroeste español, según sostienen los historiadores Manuel Pecellín y Francisco Muñoz en su trabajo "Miguel Hernández y el frente extremeño".

En su carta del 19 de junio, le relata a Josefina lo ocurrido con el reloj de oro que le regaló Vicente Aleixandre con motivo de su boda, tras la visita que el oriolano le cursó en Madrid a principios de ese mismo mes de junio.

"Sabrás que el otro día me bañé en la alberca que hay en este cortijo con reloj y todo en la muñeca, y se le ha caído el cristal sin que yo me diera cuenta. Como estoy tan poco acostumbrado al uso del reloj, me pasa eso", escribe Miguel, tal como recogen los dos historiadores en su estudio.

Es de suponer, y así lo apuntan Manuel Pecellín y Francisco Muñoz, que Miguel logró repararlo, pues dos años después -el 30 de abril de 1939- el poeta fue detenido en tierras lusas tras vender el reloj. El hecho de que un hombre, de aspecto muy humilde, portara un reloj de oro generó sospechosas entre la policía lusa del entonces dictador António de Oliveira Salazar.

A partir de esa fecha, Miguel inició un calvario de días de presidio en varias cárceles hasta su muerte -el 28 de marzo de 1942- en Alicante.

"Si me muero, que sea con la cabeza muy alta; muerto y veinte veces muerto", había escrito el poeta en "Viento del pueblo".

Pero nos habíamos quedado en Castuera, en junio de 1937, donde hace un calor "como a mí me gusta, con un calor que no molesta tanto como el de ahí", escribe el poeta a Josefina. "Duermo casi todas las noches bajo una higuera, fuera de casa", añade Miguel.

Crítico con el poeta se muestra el doctor por la Universidad San Pablo-Ceu (Madrid) Ángel Daniel Martín, quien recuerda que en esta zona pacense, bajo el control de milicianos y dirigentes de formaciones de izquierdas, se produjeron fusilamientos, saqueos y persecución religiosa.

"Ni una palabra, ni un verso dedicó Miguel Hernández" a estos últimos, remarca Martín.

De la presencia del oriolano en Castuera se tiene constancia también a finales de marzo de 1937.

A lo mejor, quién sabe, Miguel no debería haber arreglado el reloj; a lo mejor, quién sabe, ese calor extremeño nunca debió secar la humedad de ese reloj.




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