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Los duelos institucionales por Rita Barberá

OPINIÓN de Andreu Tobarra.- La polémica que ha surgido en torno a cómo debemos actuar en las instituciones en cuanto al fallecimiento de la exalcaldesa de València, Rita Barberá, se ha resuelto de diferentes formas. En el parlamento, Unidos Podemos no ha participado del minuto de silencio que ha realizado hoy la institución, mientras que en el Senado nuestros senadores y senadoras han decidido realizar el minuto de silencio por el fallecimiento de Rita Brberá. A nivel municipal, el actual ayuntamiento de València, gobernado por un tripartito de Compromís, PSPV y València en Comú, ha decidido un luto de tres días por la exalcaldesa.

Tres instituciones y tres actuaciones diferentes frente a una situación que se debería haber resuelto en todos los casos con una negativa a que se realicen y a participar, en el caso que se celebren, actos que supongan un homenaje o un enaltecimiento de la persona fallecida.

La polémica ha pivotado en torno a dos argumentos, el primero de ellos hace referencia al rechazo que manifestamos siempre a que un problema político se pueda resolver en parte por el fallecimiento de la persona con la que detentemos diferencias. No es esa la solución a los problemas, en este caso de corrupción y de gestión política antisocial, el fallecimiento de Rita no elimina ni supone un nuevo escenario diferente en esos terrenos. Ello no implica que debamos desplazarnos al lado contrario, puesto que un reconocimiento institucional con actos, en este caso del ayuntamiento, en memoria de Barberá, siempre van a suponer un enaltecimiento de la fallecida y un borrado más o menos parcial de sus pasadas prácticas y de su partido, el PP, bajo justificaciones humanitarias o bajo las justificaciones del cargo en la institución que ejerció. El precio a pagar no va a ser pequeño con nuestra contribución, aceptando duelos desde el mismo ayuntamiento que invierten claramente la lucha contra una de la peores formas de la vieja política encarnada en la exalcaldesa, semiabandonada y amortizada por su propia organización política. Nuestra contribución debe ser siempre luchar contra esas formas socialmente odiosas y no realizar ni participar en actos que ayuden a ocultarlas e incluso a convertirlas en valores mínimamente positivos de la mano de su banalización.

El segundo argumento de la polémica viene de la mano del anterior, es el de aceptar, organizar desde la institución y estar presente en los homenajes póstumos institucionales a Barberá, ya que hay sectores sociales relevantes que no entenderían lo contrario y esto nos haría distanciarnos, incluso enfrentarnos a ellos, con temidas consecuencias electorales. Este asunto es de capital importancia, puesto que implica asumir la regla de que hacemos política en correlación directa con las posiciones ciudadanas que pueden afectarnos si las contradecimos. Esto no es así, esto debería forma parte de la vieja política y sus representantes, no de las nuestras. Estamos en política para cambiar cosas reales en una dirección contraria a la de las élites y los intereses de los más privilegiados y esto supone que nos vamos a tener que situar más de una vez en el hecho de que nuestras posiciones políticas pueden perfectamente no coincidir con la de sectores ciudadanos más o menos amplios y ello no necesariamente implica que debamos apoyar y defender lo que piensan esas personas. Podemos enunciar muchos ejemplos de situaciones reales que definen este comportamiento político: si pensásemos que no teníamos una mayoría social en temas, como el derecho al aborto, el reconocimiento del cambio climático y a lucha contra él, no callaríamos, ni mucho menos pasaríamos a defender lo contrario, mantendríamos nuestras posiciones y discutiríamos las mejores alternativas para avanzar socialmente en su aceptación.

En definitiva, no construimos necesariamente nuestra hoja de ruta en función de las opciones de opinión publica aparentes, y digo aparentes, puesto que la ecuación tiene dos partes, la primera es la anterior, pero la segunda es la falacia de suponer que se conoce perfectamente en cada momento dado de cuáles son esas opiniones sociales y el tamaño que tienen. Esto es algo harto difícil, sobre todo si suponen hacer un pronóstico de futuro, es decir, los que afirman que no se debe pagar el precio de negarse a hacer y estar en primera fila del duelo institucional a Rita Barberá, lo hacen porque creen tener expectativas racionales que les dan una lectura muy correcta de dos cosas: saben cuántos son las y los que desean homenajear a Barberá y conocen las consecuencias futuras (sobre todo electorales) que supondría no hacerlo así.

¿Cómo consiguen distinguir cuantitativa y cualitativamente las construcciones que se producen en el terreno de la opinión pública? ¿Cómo hacen para no confundirlas ni entremezclarlas con las opiniones que sustentan fundamentalmente el reducido pero poderosísimo e influyente mundo en el que se mueven de los representantes institucionales y los principales medios de comunicación?

Tenemos un amargo regusto y mucho más que una sombra de duda en torno a los aparentemente categóricos, pero más que dudosos argumentos, que justifican comportamientos por las nuevas representaciones en parlamentos y ayuntamientos que acaban homenajeando ideas y prácticas que debemos combatir.

Andreu Tobarra. Departament de Sociologia i Antropologia Social. Universitat València
http://vientosur.info/




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