OPINI脫N de Esther Vivas.- Si somos lo que comemos, la dieta de Donald Trump lo dice todo sobre el nuevo presidente de Estados Unidos. La comida r谩pida, el fast food –si puede ser de McDonalds o del Kentucky Fried Chicken, mejor–, a base de hamburguesas, patatas fritas, pizza y pollo crujiente, siempre con una buena dosis de k茅tchup, y una Coca-cola light para beber son algunos de sus platos preferidos. 脡ste es el modelo alimentario del nuevo inquilino a la Casa Blanca, un modelo que m谩s que seguir, rechazamos.
Para Trump, como ha declarado en m煤ltiples ocasiones, comer es “un puro tr谩mite”. Y la confianza ciega que deposita en estas multinacionales, en cuanto a la “calidad” de la comida y sus “est谩ndares higi茅nicos” –un elemento esencial para 茅l a la hora de sentarse a la mesa–, son la mejor manera de resolver este “tr谩mite” diario. Una dieta, nada equilibrada, que contrasta con el informe m茅dico que present贸 en un conocido show televisivo, en plena pol茅mica sobre el estado de salud de Hillary Clinton. Seg煤n su m茅dico personal, “Trump, a sus setenta a帽os, tiene una salud de hierro”, s贸lo un poco de sobrepeso y colesterol, pero “la fortaleza suficiente para enfrentar el exigente trabajo de presidente”. Del todo objetivo, no parece el informe. Su alimentaci贸n apunta a lo contrario.
Pero fotografiarse en un avi贸n privado de lujo, comi茅ndose un BigMac o un gran bol de tiras de pollo y alitas crujientes no es casualidad. “No hay nada m谩s americano y que conecte con el sentir de la gente que la comida r谩pida”, afirmaba el estratega pol铆tico republicano Russ Schriefer, que ha trabajado en seis de las siete 煤ltimas campa帽as electorales. Donald Trump as铆 lo ha hecho y no ha dudado en publicarlo, varias veces, en las redes sociales. No ha sido el primero, ni ser谩 el 煤ltimo; el marido de su rival, Bill Clinton, fue uno de los primeros en pisar un McDonalds en plena campa帽a a la Casa Blanca.
El fast food como arma electoral
La comida r谩pida ha sido una de las armas electorales de Trump para conectar con ese votante blanco, de mediana edad, sin estudios universitarios y residente en la Am茅rica profunda y en las antiguas zonas industriales econ贸micamente depauperadas que finalmente le ha dado la victoria. Un votante que se alimenta, al menos como hace Trump de cara a la galer铆a, de McNuggets, patatas fritas, BigMac y helado. ¿Cu谩l es la diferencia entre uno y otro? Que Donald Trump si quiere, puede ir a comer a un restaurante de lujo o cambiar radicalmente de dieta, el otro, y su familia, por lo general no.
De hecho, nuestros ingresos determinan qu茅 comemos, y a menos recursos econ贸micos, menos alimentos y de peor calidad. Un informe reciente de VSF Justicia Alimentaria Global lo deja claro: “El 44% de la poblaci贸n –en Espa帽a– no puede seguir las recomendaciones nutricionales debido a su coste”. La diferencia entre una dieta sana y una insana puede significar para una familia un incremento de m谩s de cien euros semanales, una opci贸n que no todo el mundo se puede permitir. Pero comer mal tiene consecuencias negativas para la salud. Como se帽ala el informe, con rentas inferiores, la obesidad se incrementa en m谩s de un 30%. Si 茅ste es el modelo de alimentaci贸n que hemos importado de Estados Unidos, qu茅 cabe explicar de la potencia norteamericana.
El idilio del magnate estadounidense y ahora nuevo presidente no ha sido correspondido por las multinacionales de la comida r谩pida. A pesar de que 茅stas siempre hab铆an apostado por el candidato republicano –d谩ndole hasta el 70% de sus contribuciones–, en esta ocasi贸n empresas como McDonalds, Coca-Cola o Unilever optaron por la candidata dem贸crata, a la que consideraban la opci贸n ganadora y la m谩s fiel representante de los intereses de las grandes empresas y de Wall-Street. Ahora queda claro que se equivocaron.
De todos modos, hay que recordar que antes de empezar su aventura presidencial, Donald Trump parec铆a tener unos gustos m谩s refinados. Tiene una l铆nea empresarial propia de comida que va desde el “bistec Trump” –“el mejor bistec del mundo” seg煤n la empresa–, hasta el “vodka Trump” pasando por “vino Trump”, blanco, rosado o con burbujas. Hasta lleg贸 a escribir sobre la “dieta ideal” en su libro Think Like a Billionaire, en el que recomendaba el sofisticado salm贸n ba帽ado con hierba de lim贸n o el cangrejo de piedra de Florida.
Ahora habr谩 que ver si con Donald Trump el fast food llega a la Casa Blanca, o si de puertas adentro opta por un bistec muy hecho, como a 茅l le gusta, con uno de sus cabernet sauvignon. Para la foto a pie de calle, siempre quedar谩 el BigMac y la Coca-cola.
Para Trump, como ha declarado en m煤ltiples ocasiones, comer es “un puro tr谩mite”. Y la confianza ciega que deposita en estas multinacionales, en cuanto a la “calidad” de la comida y sus “est谩ndares higi茅nicos” –un elemento esencial para 茅l a la hora de sentarse a la mesa–, son la mejor manera de resolver este “tr谩mite” diario. Una dieta, nada equilibrada, que contrasta con el informe m茅dico que present贸 en un conocido show televisivo, en plena pol茅mica sobre el estado de salud de Hillary Clinton. Seg煤n su m茅dico personal, “Trump, a sus setenta a帽os, tiene una salud de hierro”, s贸lo un poco de sobrepeso y colesterol, pero “la fortaleza suficiente para enfrentar el exigente trabajo de presidente”. Del todo objetivo, no parece el informe. Su alimentaci贸n apunta a lo contrario.
Pero fotografiarse en un avi贸n privado de lujo, comi茅ndose un BigMac o un gran bol de tiras de pollo y alitas crujientes no es casualidad. “No hay nada m谩s americano y que conecte con el sentir de la gente que la comida r谩pida”, afirmaba el estratega pol铆tico republicano Russ Schriefer, que ha trabajado en seis de las siete 煤ltimas campa帽as electorales. Donald Trump as铆 lo ha hecho y no ha dudado en publicarlo, varias veces, en las redes sociales. No ha sido el primero, ni ser谩 el 煤ltimo; el marido de su rival, Bill Clinton, fue uno de los primeros en pisar un McDonalds en plena campa帽a a la Casa Blanca.
El fast food como arma electoral
La comida r谩pida ha sido una de las armas electorales de Trump para conectar con ese votante blanco, de mediana edad, sin estudios universitarios y residente en la Am茅rica profunda y en las antiguas zonas industriales econ贸micamente depauperadas que finalmente le ha dado la victoria. Un votante que se alimenta, al menos como hace Trump de cara a la galer铆a, de McNuggets, patatas fritas, BigMac y helado. ¿Cu谩l es la diferencia entre uno y otro? Que Donald Trump si quiere, puede ir a comer a un restaurante de lujo o cambiar radicalmente de dieta, el otro, y su familia, por lo general no.
De hecho, nuestros ingresos determinan qu茅 comemos, y a menos recursos econ贸micos, menos alimentos y de peor calidad. Un informe reciente de VSF Justicia Alimentaria Global lo deja claro: “El 44% de la poblaci贸n –en Espa帽a– no puede seguir las recomendaciones nutricionales debido a su coste”. La diferencia entre una dieta sana y una insana puede significar para una familia un incremento de m谩s de cien euros semanales, una opci贸n que no todo el mundo se puede permitir. Pero comer mal tiene consecuencias negativas para la salud. Como se帽ala el informe, con rentas inferiores, la obesidad se incrementa en m谩s de un 30%. Si 茅ste es el modelo de alimentaci贸n que hemos importado de Estados Unidos, qu茅 cabe explicar de la potencia norteamericana.
El idilio del magnate estadounidense y ahora nuevo presidente no ha sido correspondido por las multinacionales de la comida r谩pida. A pesar de que 茅stas siempre hab铆an apostado por el candidato republicano –d谩ndole hasta el 70% de sus contribuciones–, en esta ocasi贸n empresas como McDonalds, Coca-Cola o Unilever optaron por la candidata dem贸crata, a la que consideraban la opci贸n ganadora y la m谩s fiel representante de los intereses de las grandes empresas y de Wall-Street. Ahora queda claro que se equivocaron.
De todos modos, hay que recordar que antes de empezar su aventura presidencial, Donald Trump parec铆a tener unos gustos m谩s refinados. Tiene una l铆nea empresarial propia de comida que va desde el “bistec Trump” –“el mejor bistec del mundo” seg煤n la empresa–, hasta el “vodka Trump” pasando por “vino Trump”, blanco, rosado o con burbujas. Hasta lleg贸 a escribir sobre la “dieta ideal” en su libro Think Like a Billionaire, en el que recomendaba el sofisticado salm贸n ba帽ado con hierba de lim贸n o el cangrejo de piedra de Florida.
Ahora habr谩 que ver si con Donald Trump el fast food llega a la Casa Blanca, o si de puertas adentro opta por un bistec muy hecho, como a 茅l le gusta, con uno de sus cabernet sauvignon. Para la foto a pie de calle, siempre quedar谩 el BigMac y la Coca-cola.