OPINIÓN de Pura María García/ La mosca roja.- Hoy, aunque se espera que muchos de nosotros hablemos de PODEMOS, retomo el escribir sobre la realidad, esquivando la tentación de la literatura, para hablar no de PODEMOS, sino de aquellos que ya son perpetuos y, para mí, indignos espectadores.
PODEMOS no es únicamente PODEMOS, sino dos situaciones que resultan dolorosamente interesantes como objeto de análisis. La primera es PODEMOS como grupo político e ideológico. La segunda es ese espectáculo que han construido los que, desde la inacción más vergonzante, se sientan en el sofá y se toman la realidad social como un juego de esos que en la televisión nos anima a votar en contra y a tener el espejismo de la potestad de ELIMINAR a los concursantes que NO NOS GUSTAN porque sí, sin razón ni argumento necesario.
Son los eternos espectadores que jamás reaccionan con la acción, sino como mucho con la crítica irracional; los que en lugar de dialogar bronquean y gritan; aquellos que, en vez de argumentar, escupen y repiten en eco argumentos parciales, cazados capciosa y tendenciosamente en ratos de radio o televisión en los que los tertulianos fingen acalorarse para justificar su presencia en circos mediáticos. Son los espectadores de la realidad que se empeñan en que no sea audible su pensamiento más repetitivo: “que actúen los demás, yo les espero sin romper mi estado de hibernación vital e ideológica, para criticarles con argumentos que jamás podría defender respecto a mí mismo”.
Analizar la situación política de PODEMOS, desde mi punto de vista sería mejor decir la situación organizativa, se puede hacer desde muchos puntos de partida y no es fácil porque implica reconocer rasgos de la sociedad, de la masa social, de nosotros mismos, que no solo no queremos reconocer, sino que pretendemos, sin éxito,ocultar. Acercarnos a PODEMOS como formación, sin ser espectadores indignos, sin ponernos automáticamente y a ULTRANZA, el machete de la CRÍTICA IRRACIONAL y el derribo, para tratar de conocerlos implica reconocer esos rasgos a los que me refería: reconocer la imperfección; las dificultades que inevitable, afortunadamente diría yo, en la evolución de una idea; la necesidad de tiempo y estructuras para asentar la mínima intención de cambio, máxime cuando hemos de reconocer que incluso para perpetuar una situación y hacerla crónica, el tiempo y las estructuras se convierten, también, en pilares necesarios; reconocer que en determinados momentos la evolución y el cambio precisa actuaciones que son en cierta medida enérgicas; reconocer que existen siempre las discrepancias, aunque inicialmente, cuando los proyectos se impulsan, sea necesario un consenso y un paso conjunto que, precisamente como indicio de que el proceso está siendo correcto y de que no hay chantajes ni actitudes que responden a la devolución de favores, se transforma en una etapa en la que cabe, como medida necesaria y saludable, replantearse TODO; repensar TODO; reubicarse, afirmando la posición o, por el contrario, alejándose del punto de partida para poder examinarlo con mayor distancia, buscando ejercer una mirada que ya no está tan enfocada en la ilusión y la intención, sino en la respuesta de la misma realidad.
Pero claro, acercarnos a intentar comprender PODEMOS implica reconocer estos factores que acabo de enumerar hecho que no puede permitirse la masa de espectadores pasivos. A ellos, necesitados de series de televisión en las que dos facciones, los buenos y los malos, se encarnizan en episodios sucesivos sin resolver jamás más problemas que el entretenimiento de su espíritu pasivo, no se les puede pedir más…¿o sí?
PODEMOS tomó cuerpo, imagen social, cuando pronunció al unísono un lema que pareció ser la traducción del sentimiento de la mayoría de la sociedad de esa entelequia llamada España. PODEMOS vino fantásticamente bien a una sociedad, a parte de ella, que desayunaba desesperanza, comía decepción y cenaba frustración y paro, desencanto, falta de expectativas y una confusión indescriptible, propiciada por la política crónica española e internacional, que les había vendido la idea del capitalismo como una madre generosa, atenta a satisfacer los caprichos de hijos consumistas y la milonga de la globalización como garantía de que el ser igual a los demás les llevaría a difuminar las desigualdades sociales. PODEMOS vino como anillo al dedo para que los espectadores pasivos pudieran, sin abandonar el respaldo de su eterno sofá, delegar en ellos. Los espectadores inactivos, a cambio, se limitaron a aprender aquel dignísimo e ilusionante NO NOS REPRESENTAN, aunque, eso sí, pidieron a PODEMOS que fueran ellos los que ocuparan plazas y se plantearan el cara a cara con el poder corrupto.
Esa sociedad, todavía aposentada en su ofensiva e improductiva pasividad, que pareció enamorarse de PODEMOS en un primer momento, parte de ella, es la que deberíamos analizar a fondo, tan a fondo como ellos intentan sin ninguna intención positiva, y con total parcialidad, analizar a PODEMOS y sus debates, sus intentos de mejorar, de organizarse, su voluntad de replantearse y reconstruirse, redefinirse para concluir con un a priori que no acepta debate: PODEMOS son los malos.
Un político que merece todos mis respetos, Alberto Garzón, en una de las últimas entradas de su blogg, se acerca a lo que para mí es el quid de la cuestión, relacionada con las referencias con las que he descrito a quienes son, en mi opinión, los espectadores indignos. Garzón asocia a PODEMOS con la posibilidad real de “crecimiento del espacio político en España” y se pregunta si, aunque solo fuese únicamente por este motivo, no estaremos desaprovechando un momento de oro. No puedo estar más de acuerdo con él en este argumento, aunque es precisamente por eso, por el significado que PODEMOS tiene como elemento VITAL que hace y hará crecer el espacio político, por lo que los espectadores pasivos, temerosos de dejar de ser habitantes de la comodidad de la inacción, van a seguir persiguiendo a PODEMOS, intentando transformarles en concursantes del reality de la vida política a los que expulsar porque sí.
¿Cómo iba a ser de otra manera para aquellos, los espectadores pasivos, que todavía prefieren la cronificación de esa alternancia exclusiva e irreal de los dos partidos de siempre, los que se han ido perpetuando como poder sin hacer nada más que esperar a que el otro aspirante fallara? ¿Cómo iba a ser de otra forma para aquellos, los pasivos espectadores, que se deleitan con su síndrome de Estocolmo y se conforman con haberse dejado convertir en súbditos tras haber sido despojados de la digna condición de ciudadanos por los partidos que les han robado y dejado en la cuneta social?
Hace unos días alguien me preguntó: “¿Cómo puedes defender y estar ilusionada con PODEMOS? Pero si no tienen ni programa económico…” He de reconocer que en ese instante actué como él, con una de las estrategias del espectador pasivo. Me mantuve en silencio cuando debí preguntarle: ¿Y de los tuyos, de los que no son PODEMOS, sabes cuál es su programa económico? ¿Te paso la lista de corruptos y desfalcos?
Definitivamente, como Garzón temía, parece que que como masa social no estamos preparados para la evolución que supone crecer, crecer política e ideológicamente.
PODEMOS no es únicamente PODEMOS, sino dos situaciones que resultan dolorosamente interesantes como objeto de análisis. La primera es PODEMOS como grupo político e ideológico. La segunda es ese espectáculo que han construido los que, desde la inacción más vergonzante, se sientan en el sofá y se toman la realidad social como un juego de esos que en la televisión nos anima a votar en contra y a tener el espejismo de la potestad de ELIMINAR a los concursantes que NO NOS GUSTAN porque sí, sin razón ni argumento necesario.
Son los eternos espectadores que jamás reaccionan con la acción, sino como mucho con la crítica irracional; los que en lugar de dialogar bronquean y gritan; aquellos que, en vez de argumentar, escupen y repiten en eco argumentos parciales, cazados capciosa y tendenciosamente en ratos de radio o televisión en los que los tertulianos fingen acalorarse para justificar su presencia en circos mediáticos. Son los espectadores de la realidad que se empeñan en que no sea audible su pensamiento más repetitivo: “que actúen los demás, yo les espero sin romper mi estado de hibernación vital e ideológica, para criticarles con argumentos que jamás podría defender respecto a mí mismo”.
Analizar la situación política de PODEMOS, desde mi punto de vista sería mejor decir la situación organizativa, se puede hacer desde muchos puntos de partida y no es fácil porque implica reconocer rasgos de la sociedad, de la masa social, de nosotros mismos, que no solo no queremos reconocer, sino que pretendemos, sin éxito,ocultar. Acercarnos a PODEMOS como formación, sin ser espectadores indignos, sin ponernos automáticamente y a ULTRANZA, el machete de la CRÍTICA IRRACIONAL y el derribo, para tratar de conocerlos implica reconocer esos rasgos a los que me refería: reconocer la imperfección; las dificultades que inevitable, afortunadamente diría yo, en la evolución de una idea; la necesidad de tiempo y estructuras para asentar la mínima intención de cambio, máxime cuando hemos de reconocer que incluso para perpetuar una situación y hacerla crónica, el tiempo y las estructuras se convierten, también, en pilares necesarios; reconocer que en determinados momentos la evolución y el cambio precisa actuaciones que son en cierta medida enérgicas; reconocer que existen siempre las discrepancias, aunque inicialmente, cuando los proyectos se impulsan, sea necesario un consenso y un paso conjunto que, precisamente como indicio de que el proceso está siendo correcto y de que no hay chantajes ni actitudes que responden a la devolución de favores, se transforma en una etapa en la que cabe, como medida necesaria y saludable, replantearse TODO; repensar TODO; reubicarse, afirmando la posición o, por el contrario, alejándose del punto de partida para poder examinarlo con mayor distancia, buscando ejercer una mirada que ya no está tan enfocada en la ilusión y la intención, sino en la respuesta de la misma realidad.
Pero claro, acercarnos a intentar comprender PODEMOS implica reconocer estos factores que acabo de enumerar hecho que no puede permitirse la masa de espectadores pasivos. A ellos, necesitados de series de televisión en las que dos facciones, los buenos y los malos, se encarnizan en episodios sucesivos sin resolver jamás más problemas que el entretenimiento de su espíritu pasivo, no se les puede pedir más…¿o sí?
PODEMOS tomó cuerpo, imagen social, cuando pronunció al unísono un lema que pareció ser la traducción del sentimiento de la mayoría de la sociedad de esa entelequia llamada España. PODEMOS vino fantásticamente bien a una sociedad, a parte de ella, que desayunaba desesperanza, comía decepción y cenaba frustración y paro, desencanto, falta de expectativas y una confusión indescriptible, propiciada por la política crónica española e internacional, que les había vendido la idea del capitalismo como una madre generosa, atenta a satisfacer los caprichos de hijos consumistas y la milonga de la globalización como garantía de que el ser igual a los demás les llevaría a difuminar las desigualdades sociales. PODEMOS vino como anillo al dedo para que los espectadores pasivos pudieran, sin abandonar el respaldo de su eterno sofá, delegar en ellos. Los espectadores inactivos, a cambio, se limitaron a aprender aquel dignísimo e ilusionante NO NOS REPRESENTAN, aunque, eso sí, pidieron a PODEMOS que fueran ellos los que ocuparan plazas y se plantearan el cara a cara con el poder corrupto.
Esa sociedad, todavía aposentada en su ofensiva e improductiva pasividad, que pareció enamorarse de PODEMOS en un primer momento, parte de ella, es la que deberíamos analizar a fondo, tan a fondo como ellos intentan sin ninguna intención positiva, y con total parcialidad, analizar a PODEMOS y sus debates, sus intentos de mejorar, de organizarse, su voluntad de replantearse y reconstruirse, redefinirse para concluir con un a priori que no acepta debate: PODEMOS son los malos.
Un político que merece todos mis respetos, Alberto Garzón, en una de las últimas entradas de su blogg, se acerca a lo que para mí es el quid de la cuestión, relacionada con las referencias con las que he descrito a quienes son, en mi opinión, los espectadores indignos. Garzón asocia a PODEMOS con la posibilidad real de “crecimiento del espacio político en España” y se pregunta si, aunque solo fuese únicamente por este motivo, no estaremos desaprovechando un momento de oro. No puedo estar más de acuerdo con él en este argumento, aunque es precisamente por eso, por el significado que PODEMOS tiene como elemento VITAL que hace y hará crecer el espacio político, por lo que los espectadores pasivos, temerosos de dejar de ser habitantes de la comodidad de la inacción, van a seguir persiguiendo a PODEMOS, intentando transformarles en concursantes del reality de la vida política a los que expulsar porque sí.
¿Cómo iba a ser de otra manera para aquellos, los espectadores pasivos, que todavía prefieren la cronificación de esa alternancia exclusiva e irreal de los dos partidos de siempre, los que se han ido perpetuando como poder sin hacer nada más que esperar a que el otro aspirante fallara? ¿Cómo iba a ser de otra forma para aquellos, los pasivos espectadores, que se deleitan con su síndrome de Estocolmo y se conforman con haberse dejado convertir en súbditos tras haber sido despojados de la digna condición de ciudadanos por los partidos que les han robado y dejado en la cuneta social?
Hace unos días alguien me preguntó: “¿Cómo puedes defender y estar ilusionada con PODEMOS? Pero si no tienen ni programa económico…” He de reconocer que en ese instante actué como él, con una de las estrategias del espectador pasivo. Me mantuve en silencio cuando debí preguntarle: ¿Y de los tuyos, de los que no son PODEMOS, sabes cuál es su programa económico? ¿Te paso la lista de corruptos y desfalcos?
Definitivamente, como Garzón temía, parece que que como masa social no estamos preparados para la evolución que supone crecer, crecer política e ideológicamente.