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Violencia Antropol贸gica

OPINI脫N de Mauricio Casta帽o H., Colombia.- Dura, despiadada, descarnada esa filmograf铆a de Gaviria. El animal es m谩s que un cavern铆cola, no s贸lo vive apenas con lo necesario sino que est谩 hecho de violencia contra todo y en especial contra la mujer. La Mujer del Animal es un film, crudo, descarnado, no tiene ninguna consideraci贸n con el espectador, su lenguaje y sus escenas suceden sin rodeos, van directo al grano, palabras y violencias fuertes que estremecen al desprevenido cin茅filo. Sus personajes son naturales, esos que han vivido las realidades concretas que les ha tocado vivir, los que han perdido desde el momento en que nacieron, por lo general son vidas duras, en proceso de demolici贸n, del bajo mundo, en donde las injusticias se acent煤an y se aumentan ene veces a las que viven las clases medias o altas.

All铆, en ese film, encontramos un documento antropol贸gico que devela una cierta matriz de la familia antioque帽a y colombiana en general. El personaje del Animal es fiel copia de una madre matrona, imponente, violenta que odia su g茅nero y las cuales todas son unas putas, unas rameras de poca val铆a ante las cuales no vale ninguna consideraci贸n de aprecio o respeto, “hab茅is dicho mujeres, no olvid茅is el l谩tigo,” sentencia la misoginia.

Las escenas inspiradas en la vida real, suceden en los barrios marginales de Medell铆n, El Popular Uno, transcurre el a帽o de 1975, all铆 pasan las mayores miserias de las vidas en ranchos de lata improvisados, en tugurios y con seres que tratan de ara帽ar en cada momento de la vida una miga de pan. Son seres desplazados huyendo de la violencia pol铆tica. El personaje del animal tiene una caracter铆stica que lo hace 煤nico en su barriada: es muy violento y despiadado, insensible. Toda chica hermosa y virginal es objeto de sus deseos sexuales, nada lo detiene, las rapta, las abusa ante la mirada de todos. Su machete y su s茅quito de forajidos, de matones de barrio son sus compinches para su empresa criminal, no s贸lo de violador de ni帽as sino de despojo de terrenos y viviendas.

Esta matriz antropol贸gica de la sociedad antioque帽a y colombiana muestra c贸mo se confecciona, c贸mo se gesta el sicario en los brazos de la madre matrona, como la matrona lo arropa y lo llena de valor para que acierte con la bala asesina, c贸mo lo carga de los valores machistas que hace que todas las mujeres sean unas putas a las cuales se precisa l谩tigo constante. El var贸n es bienvenido, y los nietos de mis hijas ser谩n, los de mis hijos en duda estar谩n.

Esas realidades crudas generan reacciones de repulsi贸n en el desprevenido espectador, y no es para menos, pues la filmograf铆a com煤n y corriente muestran que la vida es rosa, la familia peque帽o burguesa, la pareja feliz con hijos, casa, carro. Y cuando muestran las violencias no son para cuestionar sino para hipnotizar, para divertir con el dolor. Ni帽os, j贸venes y adultos est谩n encarnados, lelos dirigiendo los cr铆menes de Robocot o Rambo. Cosa extra帽a esa, repudiamos la miseria antropol贸gica que nos constituye pero acogemos el caudal de violencia que se nos propone. Esa dureza propia que nos devela la repudiamos, espejo odioso, acogemos la violencia hacia los otros que se nos propone por el gran cine comercial y balad铆.

Repudiamos nuestro espejo de violencia que nos refleja. Acogemos la violencia heroica del mat贸n que se nos propone, de ese asesino de cuyo lado estamos, de esa violencia institucional que a diario la pantalla chica nos ense帽a. Exitosas series a lo Robin Hood como Pablo Escobar, Sin Tetas no hay para铆so, su 茅xito taquillero demuestra qu茅 tanto estamos del lado de esa violencia cruel, de esos asesinos, de esa violencia sin sentido como la de Tarantino. Mientras yo me salve, todo est谩 bien, los dem谩s que se vayan al carajo, la solidaridad humana fue vuelta a帽icos.

La crudeza de V铆ctor Gaviria es proporcional a esas solidaridades que se tejen en el fondo mismo de la miseria humana. La mujer del animal termina dando las gracias al todo poderoso ante el cuerpo abaleado y abatido de su verdugo, mientras que su suegra, madre de aquel, lo llora, abrazada al cuerpo ya yerto. Ese animal es el reflejo antropol贸gico de la violencia despiadada que nos constituye, del asesino que cada quien encarna pero que de manera hip贸crita repudiamos y que por las mismas razones no permite cuestionarnos.

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