OPINIÓN de Elaine Tavares.- Brasil vive una gran crisis política, pero para los diputados en el Congreso Nacional, parece que no pasa nada. Sordos a la movilización popular que cuestiona la legitimidad del gobierno Temer y que acusa a más de 300 parlamentares de corrupción, los legisladores siguen aprobando leyes conforme a los intereses de sus financiadores. La conocida “bancada del buey”, en la cual están los representantes de agro negocio es la que más avanza, garantizando cada vez más la concentración de tierras y privilegios para los terratenientes. Y si eso no fuera poco, los hacendados siguen asesinando personas en el interior de Brasil sin que nadie sea tocado, La llamada acumulación primitiva, tan bien explicada por Marx, sigue a pasos largos en Brasil. El objetivo es garantizar tierras ricas para los ricos, eliminando cualquier traba, sean los indígenas o los campesinos sin tierra. Para eso, ¡vale todo!
En la semana en la que más de 150 mil personas tomaran Brasilia, la capital nacional, luchando por el “Fuera Temer” y contra las contrarreformas laboral y de pensiones, los diputados encerrados en el Congreso, y aprovechando que los colegas de oposición se habían retirado del plenario en protesta contra la agresión a los trabajadores que acontecía afuera, votaran una Medida Provisional (MP), propuesta por el gobierno ilegítimo, que regulariza las tierras de la Unión ocupadas en la Amazonía Legal y establece nuevos procedimientos para la regularización de tierras urbanas en Brasil. Entre esos procedimientos está la posibilidad de que empresas extranjeras se apropien del territorio, sin límites de tamaño.
La MP pasó en la forma de un Proyecto de Ley reajustado por el senador Romero Jucá (PMDB / RR), el mismo que todo Brasil conoce como aquel que diseñó cómo debería ser el golpe en Brasil, y que está también involucrado en denuncias de corrupción.
En la propuesta aprobada ahora será posible regularizar áreas mayores que un módulo fiscal y hasta 2.500 hectáreas, una exigencia de los terratenientes y de los grandes “grileiros” (ladrones) de tierra. También permite que los ocupantes hasta 2008 puedan hacer la regularización. Antes de eso sólo era posible para los que estaban en el área hasta 2004. Es decir, la nueva ley legaliza la última expansión realizada por los ladrones de tierra, que en su mayoría son grandes hacendados que, a hierro y fuego, garantizaron el aumento de la frontera agrícola hacia dentro del bosque que es el pulmón del mundo.
Y también con la posibilidad de compra por parte de las empresas extranjeras, la Amazonia podrá ser apropiada por las transnacionales que usarán a su placer toda la riqueza de la región, incluso una infinidad de plantas que sirven a la industria farmacéutica. Es decir, el país pierde soberanía sobre su propia riqueza. Es el corolario del entreguismo.
Lo que está en juego
La Amazonia Legal no es un descampado vacío de gente que los granjeros pueden ir ocupando a su placer. Es un espacio de riquezas interminables, equilibrio del clima mundial y también morada de una infinidad de pueblos originarios. Y justamente su riqueza es su desgracia, pues los capitalistas, en el proceso incontrolable de acumulación de capital, quieren tomar cada pedazo, sin escatimar esfuerzos para ello. Tanto que el mismo día en que conseguían aprobar la MP, pistoleros al mando de los hacendados en el estado de Pará, al norte del país, asesinaban a 10 trabajadores sin tierra, una masacre más en el campo.
La región amazónica es un laboratorio de vida natural con más de 50 mil kilómetros de ríos navegables. Sólo el Amazonas tiene más de mil afluentes. Allí viven cerca del 80% de las variedades de vida del planeta, siendo la mayor selva tropical del mundo. La Amazonia brasileña se presenta en nueve estados del país y desde el proceso de invasión, en 1500, ha sido objeto de saqueo y destrucción. Primero con la minería de oro en el siglo XVIII y luego con la extracción del caucho. La región fue el escenario de grandes batallas, como la Revuelta de los Cabanos, entre 1823 y 1839, en la que indios, negros y trabajadores empobrecidos se levantaron en armas contra el Estado. Más de 30 mil personas murieron, asesinadas por las fuerzas estatales, en la más sangrienta guerra civil de Brasil.
En la envestida capitalista sobre la Amazonia durante el ciclo del caucho la región fue tomada por levas gigantescas de trabajadores nordestinos que, sin condiciones de vida en el noreste, a causa de la sequía, iban hacia el norte en busca de una vida mejor. Entre 1870 y 1910 más de 500 mil nordestinos migraron a la región sirviendo de fuerza de trabajo. El ferrocarril Madeira-Mamoré construido en la primera década del siglo XX dejó un saldo de 30 mil muertos, por la precariedad de las condiciones de vida.
Y fue en la década de 30 que comenzó también la entrega de las tierras a los extranjeros, con el empresario estadounidense Henry Ford tomando tierras junto a las márgenes del río Tapajós para la extracción del caucho.
El gobierno militar, que asumió después del golpe de 64, fue quien promovió otro fuerte proceso de acumulación capitalista en la región, con una estratégica política de colonización del norte, llegando a crear una agencia de fomento para financiar a aquellos que querían invertir en la Amazonia, la conocida SUDAM (Superintendencia del Desarrollo de Amazonía), espacio de grandes procesos de corrupción y desvío de dinero, involucrando a figuras conocidas como Jader Barbalho y Roseana Sarney, pero que siguen sus vidas sin castigo alguno. Fue justamente en ese período que se abrieron las fronteras del bosque al capital. Según estudios de Fiorelo Picoli, en el libro "El Capital y la devastación de la Amazonía", entre 1960 y 1970 sólo el 35,3% de las tierras pertenecían a establecimientos con menos de 100 hectáreas. A partir de 1975 la concentración había dado un salto, con un 99,8 % de las áreas con propiedades de más de 100 hectáreas, y un 75% con más de mil hectáreas. O sea, fue el período en que los terratenientes a apropiaron más tierra en la región. Y no fue de manera legal.
Este fue también un tiempo en que cientos de miles de indígenas fueron asesinados o desalojados de sus territorios. Todo era válido para que Brasil "progresara". El Estado llegó a crear una base militar en el sur de Pará, justamente para apoyar el grilaje de tierra por los grandes hacendados, actuando contra los propietarios empobrecidos y contra los indígenas. Y fue en ese tiempo de la dictadura militar que los pueblos originarios tuvieron su menor población, llegando a apenas 100 mil almas.
Ahora, con el poder instituido dentro del Congreso Nacional, la “bancada del buey”, que representa los intereses del latifundio, vuelve al ataque con mucha más fuerza. La intención es regular todas las tierras griladas (robadas) en esta nueva embestida del agro negocio que comenzó a finales de los años 90. El gobierno habla de regularizar tierras de pequeños propietarios, pero no es verdad. La ley tiene un único objetivo: legalizar la criminal apropiación por parte de los grandes granjeros. Cabe indicar que los pequeños vienen siendo sistemáticamente expulsados por pistoleros al mando del latifundio, así como los indígenas.
El próximo paso de la bancada de los "soldados" del latifundio es el ataque a las tierras ya demarcadas como territorio indígena. Desde hace años, los grandes hacendados vienen tratando de meter la mano en las tierras que están bajo protección indígena. Y la propuesta en discusión en el Congreso es la de sacar del ejecutivo el poder de demarcar, pasando manos de los diputados. Y ellos incluso quieren garantizar el poder de deshacer las demarcaciones ya efectuadas. Es un avance brutal del capital sobre la región, y la sentencia de muerte a una serie de comunidades originarias.
Así, mientras el ejército era llamado para contener la rebelión de las gentes que protestaban frente al Congreso, los diputados, protegidos y sordos, aplicaban otro golpe a la nación brasileña entregando una de las regiones más caras al planeta al control del capital.
¿Quién podrá parar ese salvaje proceso de profundización de la dependencia, ese crimen de lesa-patria? Ciertamente no será el Chapulín Colorado, sino el pueblo consciente, organizado y en lucha. Por eso, la batalla contra el gobierno necesita ser profundizada, sin miedo de romper ventanas o puertas. Esa gente que hoy asaltó el poder está entregando las riquezas, la vida de los pueblos originarios, la biodiversidad, el aire del mundo. ¿No sería mucho más grave?
El proyecto aún tiene que pasar por el Senado. Y esa lucha tiene que ser trabada ahora, no se puede esperar por elección, directa o indirecta. Después de todo, ya sabemos muy bien quién manda en el proceso electoral. La lucha por un Brasil de los trabajadores es ya.
En la semana en la que más de 150 mil personas tomaran Brasilia, la capital nacional, luchando por el “Fuera Temer” y contra las contrarreformas laboral y de pensiones, los diputados encerrados en el Congreso, y aprovechando que los colegas de oposición se habían retirado del plenario en protesta contra la agresión a los trabajadores que acontecía afuera, votaran una Medida Provisional (MP), propuesta por el gobierno ilegítimo, que regulariza las tierras de la Unión ocupadas en la Amazonía Legal y establece nuevos procedimientos para la regularización de tierras urbanas en Brasil. Entre esos procedimientos está la posibilidad de que empresas extranjeras se apropien del territorio, sin límites de tamaño.
La MP pasó en la forma de un Proyecto de Ley reajustado por el senador Romero Jucá (PMDB / RR), el mismo que todo Brasil conoce como aquel que diseñó cómo debería ser el golpe en Brasil, y que está también involucrado en denuncias de corrupción.
En la propuesta aprobada ahora será posible regularizar áreas mayores que un módulo fiscal y hasta 2.500 hectáreas, una exigencia de los terratenientes y de los grandes “grileiros” (ladrones) de tierra. También permite que los ocupantes hasta 2008 puedan hacer la regularización. Antes de eso sólo era posible para los que estaban en el área hasta 2004. Es decir, la nueva ley legaliza la última expansión realizada por los ladrones de tierra, que en su mayoría son grandes hacendados que, a hierro y fuego, garantizaron el aumento de la frontera agrícola hacia dentro del bosque que es el pulmón del mundo.
Y también con la posibilidad de compra por parte de las empresas extranjeras, la Amazonia podrá ser apropiada por las transnacionales que usarán a su placer toda la riqueza de la región, incluso una infinidad de plantas que sirven a la industria farmacéutica. Es decir, el país pierde soberanía sobre su propia riqueza. Es el corolario del entreguismo.
Lo que está en juego
La Amazonia Legal no es un descampado vacío de gente que los granjeros pueden ir ocupando a su placer. Es un espacio de riquezas interminables, equilibrio del clima mundial y también morada de una infinidad de pueblos originarios. Y justamente su riqueza es su desgracia, pues los capitalistas, en el proceso incontrolable de acumulación de capital, quieren tomar cada pedazo, sin escatimar esfuerzos para ello. Tanto que el mismo día en que conseguían aprobar la MP, pistoleros al mando de los hacendados en el estado de Pará, al norte del país, asesinaban a 10 trabajadores sin tierra, una masacre más en el campo.
La región amazónica es un laboratorio de vida natural con más de 50 mil kilómetros de ríos navegables. Sólo el Amazonas tiene más de mil afluentes. Allí viven cerca del 80% de las variedades de vida del planeta, siendo la mayor selva tropical del mundo. La Amazonia brasileña se presenta en nueve estados del país y desde el proceso de invasión, en 1500, ha sido objeto de saqueo y destrucción. Primero con la minería de oro en el siglo XVIII y luego con la extracción del caucho. La región fue el escenario de grandes batallas, como la Revuelta de los Cabanos, entre 1823 y 1839, en la que indios, negros y trabajadores empobrecidos se levantaron en armas contra el Estado. Más de 30 mil personas murieron, asesinadas por las fuerzas estatales, en la más sangrienta guerra civil de Brasil.
En la envestida capitalista sobre la Amazonia durante el ciclo del caucho la región fue tomada por levas gigantescas de trabajadores nordestinos que, sin condiciones de vida en el noreste, a causa de la sequía, iban hacia el norte en busca de una vida mejor. Entre 1870 y 1910 más de 500 mil nordestinos migraron a la región sirviendo de fuerza de trabajo. El ferrocarril Madeira-Mamoré construido en la primera década del siglo XX dejó un saldo de 30 mil muertos, por la precariedad de las condiciones de vida.
Y fue en la década de 30 que comenzó también la entrega de las tierras a los extranjeros, con el empresario estadounidense Henry Ford tomando tierras junto a las márgenes del río Tapajós para la extracción del caucho.
El gobierno militar, que asumió después del golpe de 64, fue quien promovió otro fuerte proceso de acumulación capitalista en la región, con una estratégica política de colonización del norte, llegando a crear una agencia de fomento para financiar a aquellos que querían invertir en la Amazonia, la conocida SUDAM (Superintendencia del Desarrollo de Amazonía), espacio de grandes procesos de corrupción y desvío de dinero, involucrando a figuras conocidas como Jader Barbalho y Roseana Sarney, pero que siguen sus vidas sin castigo alguno. Fue justamente en ese período que se abrieron las fronteras del bosque al capital. Según estudios de Fiorelo Picoli, en el libro "El Capital y la devastación de la Amazonía", entre 1960 y 1970 sólo el 35,3% de las tierras pertenecían a establecimientos con menos de 100 hectáreas. A partir de 1975 la concentración había dado un salto, con un 99,8 % de las áreas con propiedades de más de 100 hectáreas, y un 75% con más de mil hectáreas. O sea, fue el período en que los terratenientes a apropiaron más tierra en la región. Y no fue de manera legal.
Este fue también un tiempo en que cientos de miles de indígenas fueron asesinados o desalojados de sus territorios. Todo era válido para que Brasil "progresara". El Estado llegó a crear una base militar en el sur de Pará, justamente para apoyar el grilaje de tierra por los grandes hacendados, actuando contra los propietarios empobrecidos y contra los indígenas. Y fue en ese tiempo de la dictadura militar que los pueblos originarios tuvieron su menor población, llegando a apenas 100 mil almas.
Ahora, con el poder instituido dentro del Congreso Nacional, la “bancada del buey”, que representa los intereses del latifundio, vuelve al ataque con mucha más fuerza. La intención es regular todas las tierras griladas (robadas) en esta nueva embestida del agro negocio que comenzó a finales de los años 90. El gobierno habla de regularizar tierras de pequeños propietarios, pero no es verdad. La ley tiene un único objetivo: legalizar la criminal apropiación por parte de los grandes granjeros. Cabe indicar que los pequeños vienen siendo sistemáticamente expulsados por pistoleros al mando del latifundio, así como los indígenas.
El próximo paso de la bancada de los "soldados" del latifundio es el ataque a las tierras ya demarcadas como territorio indígena. Desde hace años, los grandes hacendados vienen tratando de meter la mano en las tierras que están bajo protección indígena. Y la propuesta en discusión en el Congreso es la de sacar del ejecutivo el poder de demarcar, pasando manos de los diputados. Y ellos incluso quieren garantizar el poder de deshacer las demarcaciones ya efectuadas. Es un avance brutal del capital sobre la región, y la sentencia de muerte a una serie de comunidades originarias.
Así, mientras el ejército era llamado para contener la rebelión de las gentes que protestaban frente al Congreso, los diputados, protegidos y sordos, aplicaban otro golpe a la nación brasileña entregando una de las regiones más caras al planeta al control del capital.
¿Quién podrá parar ese salvaje proceso de profundización de la dependencia, ese crimen de lesa-patria? Ciertamente no será el Chapulín Colorado, sino el pueblo consciente, organizado y en lucha. Por eso, la batalla contra el gobierno necesita ser profundizada, sin miedo de romper ventanas o puertas. Esa gente que hoy asaltó el poder está entregando las riquezas, la vida de los pueblos originarios, la biodiversidad, el aire del mundo. ¿No sería mucho más grave?
El proyecto aún tiene que pasar por el Senado. Y esa lucha tiene que ser trabada ahora, no se puede esperar por elección, directa o indirecta. Después de todo, ya sabemos muy bien quién manda en el proceso electoral. La lucha por un Brasil de los trabajadores es ya.