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El energúmeno Donald Trump sólo a veces pone cara de bueno

OPINIÓN de Emilio Marín.- El estadounidense termina su primer periplo internacional, por Arabia Saudita, Israel, El Vaticano, Bélgica e Italia. Por instantes puso cara de bueno, como en su reunión con el Papa, pero por lo general ratificó su condición imperial.

La primera escala fue Arabia Saudita, un régimen monárquico de los menos democráticos del planeta. Los organismos de derechos humanos están prohibidos y la casa real es de las más opresoras del universo femenino. Como se trata de un aliado estrecho de Estados Unidos, ese prontuario no le significa ninguna denuncia de Washington ni menciones en los informes del Departamento de Estado sobre la vigencia de aquellos derechos.

El rey Salman tuvo el privilegio de recibir a Trump en su primer desembarco. Y junto con el saudita, otro medio centenar de gobernantes de países de mayoría musulmana se reunieron en Ryad, la capital del reino donde las mujeres no pueden conducir automóviles ni ejercer empleo sin la autorización del padre, esposo o hijo varón.

Ante esa tribuna adicta, Trump suavizó su vocabulario. En vez de apostrofar contra el “terrorismo islamista” habló de “extremismo yihadista radical”, velando su fobia anti musulmán. Cualquiera sabe que fallos de la justicia norteamericana trabaron por segunda vez el decreto antiinmigrantes de la Casa Blanca. El mismo prohíbe por 90 días el ingreso de cualquier ciudadano de Yemen, Siria, Libia, Irán, Somalía y Sudán (en el original eran siete, incluido Irak) por el término de 90 días y de inmigrantes de ese origen por 120 días.

El 24 de mayo un tribunal de Virginia rechazó ese decreto de Trump y la próxima batalla judicial será en San Francisco. En primera instancia, en marzo pasado, un tribunal de Maryland había fallado contra esa prohibición de la entrada de personas de esa media docena de países.

Buscando congraciarse con los gobernantes sauditas y demás participantes, Trump buscó maquillarse: dijo que en la lucha contra el terrorismo no se enfrentaban distintas creencias, pues era “una batalla entre el bien y el mal”.

Las credenciales de EE UU contra el “Estado Islámico” son extremadamente dudosas pues estos terroristas recibieron su ayuda de todo tipo para batallar contra el presidente sirio Basher al Assad, desde 2011. Papeles de Hillary Clinton, en 2014, admitieron que el financiamiento de esos yihadistas provenía de Arabia Saudita y Qatar. Debió agregar, asimismo, de Turquía e Israel.

Detrás de un discurso formal antiterrorista, el viajero utilizó su estadía en Ryad para anudar más ventas de armas. Poco tiempo antes se supo que con Arabia Saudita se habían firmado ventas de armamentos por 110.000 millones de dólares. Y en las pausas de la conferencia internacional Trump se reunió con el rey de Bahrein, Hamad bin Isa al-Khalifa, y con el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al-Thani, para tratar asuntos militares. Según el magnate, esos acuerdos y ventas de armas fomentarán el empleo en EE UU y darán “más seguridad” en la región del Golfo. En su razonamiento no entró el cálculo de cuántas miles de muertes van a provocar…

Cuco iraní

Junto con esos negocios, el viajero atacó a Irán como si fuera un peligro para la zona y el mundo. De allí que a su reclamo de “expulsar a los terroristas” del “EI” de sus respectivos países, añadió su deber de aislar a Irán. Esas acusaciones se reiteraron un par de días más tarde, en territorio israelí, delante del premier Benjamin Netanyahu, que no necesita excitantes externos para emitir gritos de guerra contra Teherán.

Israel incluso repudió el acuerdo internacional firmado a mediados de 2015 por EE UU, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania (G5+1) con Irán, respecto al programa atómico pacífico de la república islámica, tras verificarse que no tenía en vista las armas nucleares. Con aquella negociación y firma de los involucrados comenzaron a levantarse las sanciones que injustamente habían castigado al país del presidente Hassan Rohani.

Trump no está de acuerdo con aquella negociación que involucró a la administración Obama y a las autoridades de la Unión Europea, además de los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping.

La política anti iraní de la “nueva” Casa Blanca y su canciller Rex Tillerson podrá haber tenido buena acogida entre los reunidos en Ryad y el sionista Netanyahu, pero choca con la legalidad internacional y acuerdos firmados por ambas partes, además de trabas interpuestas por la realidad.

Un obstáculo es Siria, que viene resistiendo firmemente al terrorismo internacional tantos años patrocinado por EE UU, Arabia Saudita y Turquía. Esa resistencia es de su propia población y gobierno de Al Assad, pero fue fortalecida por el apoyo ruso e iraní (de sus Guardianes de la Revolución y sus aliados libaneses de Hizbollah).

Eso pega en el mentón de Trump, que también fue impactado por el resultado de las elecciones en Irán en estos mismos días, donde resultó reelecto Rohani por otros cuatro años. Obtuvo el 57 por ciento de los votos, votó el 73 por ciento del padrón electoral y el ganador cosechó 5 millones de votos más que en su primera victoria, lo que debe leerse en clave de apoyo a su política de negociación de aquel acuerdo de 2015 que Trump quiere dinamitar. Por supuesto en ese triunfo también pesaron otros factores, como cierta mejoría de la situación económica de la república fundada por el ayatolá Khomeini. El mandatario yanqui pretende embestir nuevamente contra Teherán, justo cuando sus autoridades han revalidado sus títulos democráticos y vienen cumpliendo a cabalidad los acuerdos de 2015, luego de demostrar ante la Organización Internacional de Energía Atómica que su plan nuclear sólo tenía fines pacíficos. Trump viene de proponer un refuerzo presupuestario al exorbitante gasto pentagonista y de agredir militarmente a Siria y bombardear Afganistán, además de generar un gravísimo peligro de confrontación con Corea del Norte.

Falsedades con Francisco

Además de reunirse con Netanyahu, fue el primer presidente norteamericano en visitar el Muro de los Lamentos en Jerusalén, una actitud que sus antecesores habían evitado para no aparecer avalando que esa ciudad sea la “capital eterna e indivisible” de Israel. Las embajadas de todos los países que tienen relaciones con ese Estado están en Tel Aviv por el mismo motivo de simular cierta equidistancia que en realidad muchos no tienen porque se consideran los aliados históricos de Israel. Por eso no pasan de ciertas admoniciones verbales cuando los crímenes contra los palestinos cruzan muchas veces la raya de la laxa tolerancia.

Trump no tiene esos pruritos. Con Netanyahu debe ser el colega extranjero que más veces se vio y habló, antes y después de asumir, salvo que las investigaciones del FBI que tienen en la mira a su yerno y asesor Jared Kushner demuestren que la familia Trump tenía espesos vínculos con los rusos, hoy venidos a menos. De lo contrario nadie podrá discutirle a Netanyahu ese podio de mejor amigo, tampoco Mauricio Macri.

El viajero también dedicó un minuto a una reunión de compromiso con Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, en Ramallah, para alentar la ilusión de que auspicia “los dos estados” cuando sólo apoya la expansión de uno.

De allí el magnate se fue al Vaticano. Para tener una idea de la seguridad que lo rodea, según los corresponsales en Italia llegaron a ese lugar 70 autos y de allí bajaron sólo 12 miembros de la comitiva. El resto eran custodios.

Lo bueno del caso es que, como hizo con Macri en la penúltima visita, el Papa le dedicó sólo 27 minutos y puso cara de poca felicidad al recibir a Trump. Este fue hipócrita porque le obsequió una colección de libros de Martin Luther King, líder negro y pacifista asesinado en EE UU. Su gobierno es militarista, xenófobo y de exclusión social, como lo demuestra su reforma al sistema de salud que dejará a 24 millones de personas sin cobertura médica y de medicamentos, en beneficio de las prepagas y la medicina privada. Y el máximo responsable de esas políticas tan poco igualitarias le obsequia a Francisco aquellas obras. El mártir negro debe haberse revuelto en su tumba, de indignación.

La actuación “para la tribuna” culminó con dichos suyos al Papa de que “necesitamos la paz”. Luego tuiteó que salió de la reunión “más determinado que nunca en perseguir la paz mundial”. No lo creyó ni Melania.

La falsedad de esas declaraciones queda de manifiesto con lo referido sobre Siria, Afganistán y Corea del Norte. Hubo más, pues Trump, al día siguiente llegó a Bruselas una cumbre de la OTAN, entidad agresiva y militar si las hay, donde reprochó a los 28 socios que sólo 5 de ellos cumplen con el compromiso de 2014 destinar el 2 por ciento del PBI al gasto militar. Además de la superpotencia, los exceptuados de su acusación fueron Gran Bretaña, Grecia, Polonia y Estonia. El seudo pacifista recién llegado del Vaticano les urgía reforzar sus presupuestos militares que no sirven a la paz mundial.

Como nota de color, pero que pinta al energúmeno, a la hora de la foto de familia con los líderes atlantistas, apartó de un manotazo al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para ponerse él en primer plano. Ese personaje recién llegado y de segundo orden no le iba a quitar el lugar, pero en vez de pedirle paso lo empujó. Ese es el verdadero Trump.




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